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Ángel Morillo, Badajoz

Las empresas de las empresas

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Viendo un debate en TV -algo que no suelo hacer habitualmente, entre otras razones porque la TV “me echa para atrás”- oigo que un contertulio, para justificar que la Gran Empresa sólo supone un 0,1% del total de las existentes, dice que las Pequeñas y Medianas Empresas trabajan en su práctica totalidad para las Grandes. Es decir, que las algo más de tres millones, aproximadamente, de Pequeñas y Medianas Empresas no existirían si no estuvieran las Grandes.

¿Se puede decir una aberración mayor para justificar lo injustificable? Por favor, aquí no trabaja todo el mundo para el Ibex, por ejemplo. Tonterías las precisas.

Sin entrar en esos axiomas únicos de nuestro país donde todos los servicios (luz, agua, telefonía, gas, combustibles, bancarios y hasta Internet), nos cuestan más que a la mayoría de los europeos, se da la circunstancia de que somos, entre los países más desarrollados, uno de los que tiene los impuestos más caros y que, paradójicamente, está entre los que menos recauda de la zona euro.

Es igual de axiomático que la Gran Empresa (y me atrevería a decir que también una gran parte de la Mediana Empresa, la que factura por encima de entre diez y ciento cincuenta millones de €) no sólo no paga lo que le corresponde (el Erario sólo recauda del impuesto de Sociedades un siete u ocho por ciento del total establecido) sino que evade grandes cantidades de dinero a paraísos fiscales (prácticamente, todas las Empresas del Ibex tienen cuentas en ellos), lo que da como resultado que haya un fraude anual de más de ¡90.000 millones de €! que el Estado deja de ingresar. Es decir, que en este país sólo pagan los curritos y los autónomos (y de estos no todos, porque ciertos profesionales se escabullen y algunos ni siquiera se dan de alta con la total connivencia de la inspección de trabajo). Amén de que poco hay para cumplir con Hacienda con los salarios más bajos y los servicios más caros… y con el consumo que es el fundamento de la creación de empleo.

Por tanto, es otra solemne tontería eso de bajar el impuesto de Sociedades; sencillamente, porque ya se lo bajan los Empresarios ellos solitos sin que les tenga que “ayudar” el Gobierno; así que menos cuentos y más inspectores de Hacienda, y un mínimo control contable si quieren que este país sea como puede ser.

Las empresas de las empresas

Ángel Morillo, Badajoz
Lectores
lunes, 29 de septiembre de 2014, 10:48 h (CET)
Viendo un debate en TV -algo que no suelo hacer habitualmente, entre otras razones porque la TV “me echa para atrás”- oigo que un contertulio, para justificar que la Gran Empresa sólo supone un 0,1% del total de las existentes, dice que las Pequeñas y Medianas Empresas trabajan en su práctica totalidad para las Grandes. Es decir, que las algo más de tres millones, aproximadamente, de Pequeñas y Medianas Empresas no existirían si no estuvieran las Grandes.

¿Se puede decir una aberración mayor para justificar lo injustificable? Por favor, aquí no trabaja todo el mundo para el Ibex, por ejemplo. Tonterías las precisas.

Sin entrar en esos axiomas únicos de nuestro país donde todos los servicios (luz, agua, telefonía, gas, combustibles, bancarios y hasta Internet), nos cuestan más que a la mayoría de los europeos, se da la circunstancia de que somos, entre los países más desarrollados, uno de los que tiene los impuestos más caros y que, paradójicamente, está entre los que menos recauda de la zona euro.

Es igual de axiomático que la Gran Empresa (y me atrevería a decir que también una gran parte de la Mediana Empresa, la que factura por encima de entre diez y ciento cincuenta millones de €) no sólo no paga lo que le corresponde (el Erario sólo recauda del impuesto de Sociedades un siete u ocho por ciento del total establecido) sino que evade grandes cantidades de dinero a paraísos fiscales (prácticamente, todas las Empresas del Ibex tienen cuentas en ellos), lo que da como resultado que haya un fraude anual de más de ¡90.000 millones de €! que el Estado deja de ingresar. Es decir, que en este país sólo pagan los curritos y los autónomos (y de estos no todos, porque ciertos profesionales se escabullen y algunos ni siquiera se dan de alta con la total connivencia de la inspección de trabajo). Amén de que poco hay para cumplir con Hacienda con los salarios más bajos y los servicios más caros… y con el consumo que es el fundamento de la creación de empleo.

Por tanto, es otra solemne tontería eso de bajar el impuesto de Sociedades; sencillamente, porque ya se lo bajan los Empresarios ellos solitos sin que les tenga que “ayudar” el Gobierno; así que menos cuentos y más inspectores de Hacienda, y un mínimo control contable si quieren que este país sea como puede ser.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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