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Laura, los Pueblos.
Laura, el nácar.
Laura el pan.
Laura el viento.
Laura el campo.
Laura el mar.
Y yo como tío sólo pido que vivas feliz.
Piensa que una voz en el camino te dijo así:
Laura los trigos, Laura los sueños, Laura el mar.
Laura la esperanza. Tu padre, tu madre y un cantar.
Y cuando amanece Laura.
Y cuando anochece Laura.
Tú bien sabes lo que vales
y lo que harás.
Te veo cantando con las aves en enero.
Y te veo muy digna ayudando al ciego.
Y te veo en la gruta dando luz al herido.
Y te siento cantando con tu voz los pueblos.
Laura amanece, madre amanece, padre amanece.
Y tu hermano amanece, tu pequeño hermano.
Las mujeres del mundo sois
la más segura mano.
Las mujeres del mundo sois en quien más confiar.
Y te veo cantando con las aves de invierno.
Y te veo muy digna acariciando un cordero.
Y te veo en la gruta dando luz al ciego.
Y te siento cantando con tu voz los pueblos.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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