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¿Por qué la Generalitat no acude a defender su honor mancillado? ¿Y CiU?

Pujol… ¿y los demás?

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No me vengan llevándose las manos a la cabeza que lo de Pujol no puede ser novedad atosigante para nadie. Durante años se habían ya publicado diversas insinuaciones, siempre convenientemente minimizadas por la prensa subvencionada y acalladas por sus conmilitones. Todos, todos los que diariamente desmenuzamos la prensa, habíamos leído ya suficientes informaciones como para que todo esto no nos resulte novedoso.

Evidentemente en determinados círculos era una verdad de dominio público manejada por muchos como evidencia a ocultar mientras fuese posible. En aquellos que tenían contacto cotidiano con él y con su familia esto debe haber sido una verdad patente hace mucho tiempo; los dirigentes de su partido que despachaban todos los días con él habían de conocer, al menos de tener indicios repetidos e insistentes, fuertes y contundentes, como para temerse lo peor. Sin embargo han callado… hasta que han abierto la boca para deshacerse de él. ¿No hay nada que reprocharles judicialmente a todos ellos? ¿Nada hay que achacarles al menos políticamente?

El sistema que permite esto es ilegítimo, facilita la destrucción de la sociedad o al menos facilita el ascenso político de los que lo conseguirán. Allá cada uno con sus responsabilidades… porque la misma pregunta debe hacerse a aquellos cargos de la Generalitat con los que trataba a diario, sus consejeros más próximos, su conseller en cap, los responsables de las áreas más próximas a él… Evidentemente callaban sus certidumbres, sus sospechas o sus dudas, a elegir.

Pero y ahora que ya ha saltado la asombrosa acusación, ahora ya reconocido por él el delito… ¿Por qué nadie, salvo un sindicato del que apenas se conocen militantes, ha presentado denuncia? ¿Miedo reverencial? ¿Miedo incluso después de políticamente muerto? ¿Por qué tantas organizaciones partidarias callan? ¿Por qué nadie se presenta a defender en público al ciudadano catalán? ¿Por qué la Generalitat no acude a defender su honor mancillado? ¿Y CiU?

¿Y la prensa, por qué nadie desmonta el sistema de subvenciones de la Generalitat? ¿Visto que es pernicioso, que es antidemocrático, que sirve para ocultar las fechorías de los dirigentes, por qué nadie se rebela? ¿Todos cobran? Más aún, ¿por qué es legal si no es legítimo? ¿No será que la situación se repite por doquier?

No es Jordi Pujol, también son los que tapan, disimulan, consienten, callan y otorgan.

Pujol… ¿y los demás?

¿Por qué la Generalitat no acude a defender su honor mancillado? ¿Y CiU?
Pedro de Hoyos
viernes, 8 de agosto de 2014, 07:10 h (CET)
No me vengan llevándose las manos a la cabeza que lo de Pujol no puede ser novedad atosigante para nadie. Durante años se habían ya publicado diversas insinuaciones, siempre convenientemente minimizadas por la prensa subvencionada y acalladas por sus conmilitones. Todos, todos los que diariamente desmenuzamos la prensa, habíamos leído ya suficientes informaciones como para que todo esto no nos resulte novedoso.

Evidentemente en determinados círculos era una verdad de dominio público manejada por muchos como evidencia a ocultar mientras fuese posible. En aquellos que tenían contacto cotidiano con él y con su familia esto debe haber sido una verdad patente hace mucho tiempo; los dirigentes de su partido que despachaban todos los días con él habían de conocer, al menos de tener indicios repetidos e insistentes, fuertes y contundentes, como para temerse lo peor. Sin embargo han callado… hasta que han abierto la boca para deshacerse de él. ¿No hay nada que reprocharles judicialmente a todos ellos? ¿Nada hay que achacarles al menos políticamente?

El sistema que permite esto es ilegítimo, facilita la destrucción de la sociedad o al menos facilita el ascenso político de los que lo conseguirán. Allá cada uno con sus responsabilidades… porque la misma pregunta debe hacerse a aquellos cargos de la Generalitat con los que trataba a diario, sus consejeros más próximos, su conseller en cap, los responsables de las áreas más próximas a él… Evidentemente callaban sus certidumbres, sus sospechas o sus dudas, a elegir.

Pero y ahora que ya ha saltado la asombrosa acusación, ahora ya reconocido por él el delito… ¿Por qué nadie, salvo un sindicato del que apenas se conocen militantes, ha presentado denuncia? ¿Miedo reverencial? ¿Miedo incluso después de políticamente muerto? ¿Por qué tantas organizaciones partidarias callan? ¿Por qué nadie se presenta a defender en público al ciudadano catalán? ¿Por qué la Generalitat no acude a defender su honor mancillado? ¿Y CiU?

¿Y la prensa, por qué nadie desmonta el sistema de subvenciones de la Generalitat? ¿Visto que es pernicioso, que es antidemocrático, que sirve para ocultar las fechorías de los dirigentes, por qué nadie se rebela? ¿Todos cobran? Más aún, ¿por qué es legal si no es legítimo? ¿No será que la situación se repite por doquier?

No es Jordi Pujol, también son los que tapan, disimulan, consienten, callan y otorgan.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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