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Soluciones de urgencia para las próximas elecciones

Francisco Rodríguez
domingo, 13 de julio de 2014, 06:48 h (CET)

Las encuestas del CIS nos dicen, desde hace algún tiempo, que los españoles señalan a los políticos en general, la política y los partidos, la corrupción y el fraude, como los problemas más importantes que nos afectan juntamente con el paro y la economía.


Las pasadas elecciones al Parlamento europeo arrojaron unos resultados preocupantes, ya que un importante número de votantes optaron por secundar los llamamientos a la demagogia más populista. A continuación el secretario general del partido socialista dejó su puesto con un complicado problema sucesorio y el Jefe del Estado decidió abdicar.


La necesidad de reformar la Constitución se agudizó, en este difícil momento, pues tal reforma necesitaría un amplio consenso de todas las fuerzas políticas o al menos de los dos grandes partidos, que se ha producido, quizás por última vez, en el proceso de relevo en la Jefatura del Estado, aunque hayamos oído voces que reclamaban un cambio en la forma de estado: el retroceso a la república de 1931 y su bandera tricolor.


La existencia de dos grandes partidos, que se han turnado en el poder durante más de treinta años, ha ido produciendo una semejanza entre ambos que ha atenuado e incluso borrado sus diferencias. Más allá de los programas que, según Tierno Galván, se hacen para no cumplirlos, los cambios de gobierno no han significado ninguna variación importante en la vida y la esperanza de los españoles.


Para los populares lo único que parece preocuparles es la economía y cuando gobiernan, se aplican a ello con entusiasmo. Otras cuestiones, como pueden ser la educación, la familia, la vida, no parece importarles demasiado. De hecho siguen rigiendo las leyes que hizo el partido socialista sin que sean capaces de modificarlas sustancialmente, como ya profetizó en alguna ocasión el señor Rubalcaba.


Si los socialistas se decantan por la ideología de género, el anticlericalismo, el aborto o la liberación sexual, los populares los secundan para que no parezca que ellos no son modernos y avanzados, como el que más. Los que creen en otros valores quizás tendrán que seguir votándolos o quedarse en casa como en las europeas.


Sobre la corrupción, el fraude y el despilfarro tampoco parece que existan diferencias decisivas. Mucho hablar de leyes de transparencia, pero nadie renuncia al privilegio del aforamiento, ¡por algo será!


Tanto un partido como otro cuando gobiernan son unos intervencionistas que merman la libertad de los ciudadanos con leyes y más leyes. Se habla de los emprendedores, pero quién se atreve a emprender algo que necesita permisos, autorizaciones, licencias, de los gobiernos municipales, de los autonómicos o del gobierno central. Luego resulta que después de tantos controles y auditorias de cuentas, nadie se entera de que este o aquel chiringuito es una estafa hasta que los afectados salen a la calle indignados.


Los casos de corrupción que acaban en los juzgados, que me temo no serán todos, duran más que los seriales de la televisión, años y años que se prolongan sin término. ¿No pueden ir más rápidos los casos o es mejor que duren y duren?


Como se aproximan otras elecciones y al gobierno y a la oposición les dura el susto del resultado de las europeas, se dedican a buscar soluciones urgentes. Los socialistas novatos quizás piensen que tienen que virar más a la izquierda y aproximarse a los demagogos de las soluciones imposibles. Los populares a vender como grandes logros unas décimas más o menos de esos misteriosos indicadores macroeconómicos y la disminución de las cifras del paro que tampoco sabemos cómo se cuentan.

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