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Gnósticos, agnósticos y ateos

El ateo vive "sin la idea de Dios"
Alex Vidal
viernes, 6 de junio de 2014, 06:59 h (CET)
Estoicos o epicúreos, platónicos o aristotélicos, escépticos o dogmáticos, idealistas o empiristas. La historia del hombre, su pensamiento, su obra filosófica y hasta su manera de convivir en sociedad, gira en torno a la misma y sempiterna cuestión: si un Dios ha creado el mundo. El gnóstico cree que así es. Para el ateo, la materia es eterna. El agnóstico no se considera capacitado para emitir un juicio de valor, puesto que para él, el conocimiento cierto de lo trascendente es incognoscible o "no accesible". Más allá de este reduccionismo, se hace necesario complementar las tres posturas.

Pablo [Cor.8, 1-3] es ya consciente hace 2.000 años, de que hay conceptos que no es posible demostrar: “el verdadero creyente, es el único capaz de conocer el amor de Dios, que sobrepasa cualquier intento de conocimiento". Para Pablo "conocemos sólo en parte" [Cor.13] pues sólo Dios, cuando habita el corazón del creyente, puede por la fe revelar su plenitud. Gnosis significa “conocimiento”, pero un conocimiento no adquirido, sino revelado. Dicho de otro modo, la auténtica manera de conocer a Dios, no es el intelecto sino la fe; sólo ésta consigue el mutuo conocimiento. Este conocimiento, lejos de ser racional, es místico o secreto; para el gnóstico se recibe desde arriba. Por ello, mientras el conocimiento filosófico, separa y aleja a Dios del ser humano, la gnosis consigue que uno participe de la naturaleza divina (1).

Frente a esta fuente de conocimiento revelada, el agnóstico responde que él no se considera capaz de alcanzar las vivencias o fuentes de conocimiento del gnóstico. Tanto agnósticos como ateos consideran inalcanzable el estado de conocimiento al que llega el gnóstico, pero si el agnóstico se declara incapaz de adquirir dicha revelación, el ateo discrepa respecto a que el gnóstico posea dicha facultad sobrenatural. Llegados a este punto cabe decir que frente a la actitud escéptica del agnóstico "respecto a Dios", la esencia del ateo es que éste ya no plantea "si Dios es posible" puesto que ha terminado emancipándose respecto de esa posibilidad. El ateo vive "sin la idea de Dios" y para ello, lo que sí tuvo necesariamente que meditar en algún momento es si esta idea, la idea del Dios de la teología [el Dios de las religiones], puede verdaderamente llegar a ser posible.

El gnóstico proclama así albergar un grado de conocimiento superior al de sus semejantes, una facultad extraordinaria mediante la cual adquiere la verdad revelada. El agnóstico responde que "sus capacidades como hombre no alcanzan las fuentes de conocimiento del gnóstico”. Para el ateo, “el gnóstico tiene la misma capacidad que cualquier otro hombre; sabe lo mismo que el resto de sus semejantes, aunque aparente saber más". De este modo, es bienvenido por el ateo el creyente que respecto a la idea de Dios concluye: "sabiendo lo mismo que el científico, tengo fe". Por el contrario, es refutado por el ateo el creyente "que afirma" o se proclama con una capacidad para conocer superior a la del resto de sus semejantes: "tengo facultades superiores a los demás, que me conectan con lo sobrenatural o me transmiten una verdad revelada"; concepto que el agnóstico [bien por cortesía social, por ignorancia, o por un cierto espiritualismo sui generis] sí concede o reconoce tácitamente al gnóstico.

(1) Definición Gnosis: F. Antonio García Romero / Los Gnósticos / Colección Grecia y Roma. Gredos

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