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Cristóbal Villalobos

Vivir del cuento

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Mientras la E.T.A. se ríe de nosotros, homenajea a sus “héroes”, y amenaza con que no pararán de matar hasta conseguir sus objetivos, el gobierno sigue hablando del mal llamado Proceso de Paz.

Si los señores asesinos, que ahora parece una profesión muy respetable, manifiestan su disponibilidad a continuar con su profesión ¿por qué el gobierno no se deja de cuentos y vuelve a caer con todas sus fuerzas sobre ello? Nos dicen que nos van a matar hasta que nos rindamos, y nosotros contestamos con el diálogo y esas palabras típicamente usadas por los políticos . Aquí hay algo que no llego a entender.

Lo que si llego a entender, tristemente, es que esta España es una sociedad acomodada y cobarde. Tan cobarde que no es capaz de luchar contra sus enemigos: separatistas, etarras, islamistas y “politicuchos” de todo orden. Esta España está tan anestesiada, gracias a buena parte de los políticos y a los medios de comunicación que ellos controlan, ¿o es al revés?, que se renuncia a la propia identidad histórica de un pueblo milenario sin ni siquiera ser conscientes de ello.

Ya nos rendimos ante los islamistas, estamos bajando los brazos ante los etarras y nos estamos traicionando a nosotros mismos. Me refiero con esto último a las identidades nacionales e irracionales que surgen en todos los lugares de la geografía hispana. Identidades falsas, basadas en el falseamiento de la Historia y cuyo objetivo es el fraccionamiento del país, ya que mientras aumenta el número de competencias y de administraciones, aumenta el número de políticos de todas las ideologías que viven del cuento autonómico, sin saber ellos que su avaricia romperá el saco.

Ante la incompetencia, estupidez o cobardía de los próceres de la patria, la inexistencia de la sociedad civil, y la prostitución de la intelectualidad, siempre al servicio del poder establecido, cabría esperar algo más de los jóvenes políticos, esos que se suponen idealistas, por la edad, y que se dedican a pasear polos de marca en los congresos y a hablar de lo mismo que hablan sus padrinos políticos, ya que aspiran a lo mismo que ellos: A vivir del cuento.

Vivir del cuento

Cristóbal Villalobos
Cristóbal Villalobos
martes, 26 de septiembre de 2006, 00:36 h (CET)
Mientras la E.T.A. se ríe de nosotros, homenajea a sus “héroes”, y amenaza con que no pararán de matar hasta conseguir sus objetivos, el gobierno sigue hablando del mal llamado Proceso de Paz.

Si los señores asesinos, que ahora parece una profesión muy respetable, manifiestan su disponibilidad a continuar con su profesión ¿por qué el gobierno no se deja de cuentos y vuelve a caer con todas sus fuerzas sobre ello? Nos dicen que nos van a matar hasta que nos rindamos, y nosotros contestamos con el diálogo y esas palabras típicamente usadas por los políticos . Aquí hay algo que no llego a entender.

Lo que si llego a entender, tristemente, es que esta España es una sociedad acomodada y cobarde. Tan cobarde que no es capaz de luchar contra sus enemigos: separatistas, etarras, islamistas y “politicuchos” de todo orden. Esta España está tan anestesiada, gracias a buena parte de los políticos y a los medios de comunicación que ellos controlan, ¿o es al revés?, que se renuncia a la propia identidad histórica de un pueblo milenario sin ni siquiera ser conscientes de ello.

Ya nos rendimos ante los islamistas, estamos bajando los brazos ante los etarras y nos estamos traicionando a nosotros mismos. Me refiero con esto último a las identidades nacionales e irracionales que surgen en todos los lugares de la geografía hispana. Identidades falsas, basadas en el falseamiento de la Historia y cuyo objetivo es el fraccionamiento del país, ya que mientras aumenta el número de competencias y de administraciones, aumenta el número de políticos de todas las ideologías que viven del cuento autonómico, sin saber ellos que su avaricia romperá el saco.

Ante la incompetencia, estupidez o cobardía de los próceres de la patria, la inexistencia de la sociedad civil, y la prostitución de la intelectualidad, siempre al servicio del poder establecido, cabría esperar algo más de los jóvenes políticos, esos que se suponen idealistas, por la edad, y que se dedican a pasear polos de marca en los congresos y a hablar de lo mismo que hablan sus padrinos políticos, ya que aspiran a lo mismo que ellos: A vivir del cuento.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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