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Menuda papeleta la de los jueces

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Hubo un tiempo en el que los jueces eran gente respetada, ante los cuales, quien se sometía a su juicio adoptaba una actitud reverencial y de respeto. Casi de miedo. Y los jueces, sabedores de la enorme importancia de su papel ante la sociedad, no permitían a reos y abogados la más mínima actitud chulesca o prepotente. El inocente, sabedor de su situación, iba ante el tribunal que lo juzgaba con la tranquilidad del alma que da saber que no has cometido delito alguno. Pero, aun así, con la desazón de que cualquier prueba mal interpretada pudiera incriminarle.

El culpable, que también era consciente de sus circunstancias, adoptaba ante el magistrado una actitud de respeto, bien vestido, con corbata o sus mejores galas. Peinado adecuadamente y con una actitud de sumisión cuasi-angelical. Porque la autoridad que tenía delante, a la que se le predicaba su imparcialidad, sujetaba en su mano la espada de la justicia, la cual caería inexorablemente una vez sopesadas la pruebas en la balanza de la Justicia.

En estos momentos en que nuestros dirigentes de la última década están pasando por el banquillo de los acusados por innumerables casos de presunta corrupción, cohechos varios, prevaricaciones, malversaciones de caudales públicos y muchísimos pecados más, me sorprende la actitud de alguno de ellos. Rezumando prepotencia y con un tono despótico cuando efectúan sus declaraciones.

Allá cada uno con su estrategia de defensa. Si son inocentes, no creo que les beneficie en nada una actitud desafiante al mundo, trufada de chistes y valentonadas. Si no lo son, y consiguen probarlo, tampoco creo que les beneficie en nada su actitud,

El problema no es este, ni mucho menos. El problema es la situación en que quedan todos los jueces, magistrados y tribunales ante estas actitudes de los reos que están sentados en el banquillo de enfrente.

Así, si el sujeto en cuestión es inocente, y así se demuestra, siempre quedará en los ciudadanos una duda, razonable o no, de que el incriminado tenía tal fuerza política o económica que consiguió doblegar a la magistratura, a los testigos que se desdicen de sus denuncias. Y que contrató los mejores abogados en las lides de forzar el derecho procesal hasta los extremos que permitan declara no culpable a su cliente.

Menuda papeleta la de los jueces. La de todos. Tengan carnet de militancia en el partido en el poder, o no. Estén impartiendo Justicia en un Juzgado provincias (como se decía antes) o de magistrado en el Tribunal Constitucional. Porque si a los ciudadanos, mayoritariamente, no les satisface la resolución judicial, y consideran que existe una Justicia para poderosos y otra para los ciudadanos de a pie puede ocurrir dos cosas: o que se resignen y hayamos entrado de lleno en un estado autocrático, que ya no es ni social (gracias a la escusa de la crisis) ni democrático (porque la denostada casta de los políticos es una sabe cómo articular los instrumentos para mantenerse elección tras elección) ni de derecho (porque el ciudadano sospechará de quienes, en nombre del Rey, imparten Justicia); o bien que se rebelen contra aquellos que no ha sabido cumplir con su obligación.

Esperemos que los jueces, en los Noos, EREs, Gürtels, Emarsas, Brugales, Fabras, etc. sean ejemplares a la hora de impartir Justicia. Si los afectados son inocentes que sean capaces de no dejar la menor mancha de duda. Con la contundencia que las pruebas permitan.

Ya no nos valen aquellos juicios llamados “comicios” en la que los ciudadanos, bien en unas elecciones europeas, nacionales, autonómicas o locales, “absolvíamos” a los políticos.

Deberán los magistrados y jueces hacer muy bien su trabajo para que el tercer pilar de nuestro Estado en el que algunos todavía confiamos, no caiga fulminado por el poder económico y político de algunos pocos.

Menuda papeleta la de los jueces

ZEN
domingo, 6 de octubre de 2013, 10:22 h (CET)
Hubo un tiempo en el que los jueces eran gente respetada, ante los cuales, quien se sometía a su juicio adoptaba una actitud reverencial y de respeto. Casi de miedo. Y los jueces, sabedores de la enorme importancia de su papel ante la sociedad, no permitían a reos y abogados la más mínima actitud chulesca o prepotente. El inocente, sabedor de su situación, iba ante el tribunal que lo juzgaba con la tranquilidad del alma que da saber que no has cometido delito alguno. Pero, aun así, con la desazón de que cualquier prueba mal interpretada pudiera incriminarle.

El culpable, que también era consciente de sus circunstancias, adoptaba ante el magistrado una actitud de respeto, bien vestido, con corbata o sus mejores galas. Peinado adecuadamente y con una actitud de sumisión cuasi-angelical. Porque la autoridad que tenía delante, a la que se le predicaba su imparcialidad, sujetaba en su mano la espada de la justicia, la cual caería inexorablemente una vez sopesadas la pruebas en la balanza de la Justicia.

En estos momentos en que nuestros dirigentes de la última década están pasando por el banquillo de los acusados por innumerables casos de presunta corrupción, cohechos varios, prevaricaciones, malversaciones de caudales públicos y muchísimos pecados más, me sorprende la actitud de alguno de ellos. Rezumando prepotencia y con un tono despótico cuando efectúan sus declaraciones.

Allá cada uno con su estrategia de defensa. Si son inocentes, no creo que les beneficie en nada una actitud desafiante al mundo, trufada de chistes y valentonadas. Si no lo son, y consiguen probarlo, tampoco creo que les beneficie en nada su actitud,

El problema no es este, ni mucho menos. El problema es la situación en que quedan todos los jueces, magistrados y tribunales ante estas actitudes de los reos que están sentados en el banquillo de enfrente.

Así, si el sujeto en cuestión es inocente, y así se demuestra, siempre quedará en los ciudadanos una duda, razonable o no, de que el incriminado tenía tal fuerza política o económica que consiguió doblegar a la magistratura, a los testigos que se desdicen de sus denuncias. Y que contrató los mejores abogados en las lides de forzar el derecho procesal hasta los extremos que permitan declara no culpable a su cliente.

Menuda papeleta la de los jueces. La de todos. Tengan carnet de militancia en el partido en el poder, o no. Estén impartiendo Justicia en un Juzgado provincias (como se decía antes) o de magistrado en el Tribunal Constitucional. Porque si a los ciudadanos, mayoritariamente, no les satisface la resolución judicial, y consideran que existe una Justicia para poderosos y otra para los ciudadanos de a pie puede ocurrir dos cosas: o que se resignen y hayamos entrado de lleno en un estado autocrático, que ya no es ni social (gracias a la escusa de la crisis) ni democrático (porque la denostada casta de los políticos es una sabe cómo articular los instrumentos para mantenerse elección tras elección) ni de derecho (porque el ciudadano sospechará de quienes, en nombre del Rey, imparten Justicia); o bien que se rebelen contra aquellos que no ha sabido cumplir con su obligación.

Esperemos que los jueces, en los Noos, EREs, Gürtels, Emarsas, Brugales, Fabras, etc. sean ejemplares a la hora de impartir Justicia. Si los afectados son inocentes que sean capaces de no dejar la menor mancha de duda. Con la contundencia que las pruebas permitan.

Ya no nos valen aquellos juicios llamados “comicios” en la que los ciudadanos, bien en unas elecciones europeas, nacionales, autonómicas o locales, “absolvíamos” a los políticos.

Deberán los magistrados y jueces hacer muy bien su trabajo para que el tercer pilar de nuestro Estado en el que algunos todavía confiamos, no caiga fulminado por el poder económico y político de algunos pocos.

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