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El último de los militares africanistas con delirios de emperador, sufrirá esta semana la humillación de ser trasladado a una tumba común

La exhumación de Franco y el Sahara español

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Francisco Franco Bahamonde fue por casi cuatro décadas fue caudillo de España por la gracia de Dios. Fue también el último gobernante español que acomplejado por encabezar un imperio decadente, enfatizó su investidura con una “guardia mora” y creyó liderar una cruzada para complacencia de Dios.

La historia recuerda cómo el dictador Oliveira Salazar convirtió en provincias portuguesas a sus colonias, y en ciudadanos portugueses de pura cepa a los habitantes de Angola, Mozambique, Macao en China y Goa, Damao y Diu en la India.

Buscando no ser menos, Franco y Carrero Blanco hicieron provincia española de la colonia del Sáhara Occidental y, al estilo de un nuevo emperador Caracalla, distribuyeron documentos de identidad españoles entre los “saharauis” del desierto. En las espontáneas cortes franquistas aparecían estos “españoles” del Sahara vistiendo sus atuendos magrebíes invocando tanta identidad española como la carrera de Ben Mizian.

Se habían hecho tan españoles como nobles, los agraciados por un dictador con delirios imperiales, súbditos oriundos de parajes donde nacieron varias dinastías que gobernaron al Marruecos almorávide, y que por siglos, habían rendido pleitesía al Sultán de Marruecos.

Dicen algunos que en medio de los últimos estertores del régimen franquista, .una de las acrobacias de la agonizante dictadura fue poner los pies en polvorosa para huir cobardemente abandonando el Sahara a los moros. Es que el generalísimo había tenido la cobardía de morirse de viejo.

Nobleza obliga reconocer que ni la república perdida por los españoles ante el fascismo, ni la dictadura fanquista, respetaron jamás derechos humanos en el Marruecos que muchas ONG y seudoizquierdistas intentan convertir en el villano de esta historia.

Los obreros y campesinos del Rif o la Xebala no podían exponer sus ideales de libertad e independencia, y no tenían siquiera, ni bajo la égida de la presunta república española ni bajo el régimen falangista, derecho a sindicalizarse. Pero hoy esos principios todavía algunos grupos los agitan en España, para colmo usando como pretexto una de las últimas y más torpes decisiones de la dictadura de Franco.

Algunos invocan los Derechos Humanos en Marruecos, pero si con sinceridad quisieran hurgar en esta historia, podrían ocuparse de los últimos fusilamientos del franquismo, el 27 de septiembre de 1975, y el silencio cómplice de las autoridades argelinas al respecto, que destaca en su libro el premio Cervantes Juan Goytisolo.

Como lo consignó el mismo autor citado, caen en el ridículo cuando reclaman Gibraltar mientras siguen en Ceuta y Melilla.

Si todo esto pudiera alguna vez clarificarse, una oprobiosa historia de colonialismo, guerras con armas químicas en el RIf y opresión en el Sahara Occidental, quedaría en cierta forma saldada.

Ya en 1979 el premio Cervantes Juan Goytisolo había escrito, en su ensayo “El Problema del Sahara” y con mucha razón, que la única victoria posible para los “saharauis” era la informativa. Vale decir, la des-informativa.

Después de todo, la transmutación de un ejército independentista en un extravagante aparato de propaganda para recaudar fondos, debe ser tan humillante como el traslado de los restos de un idolatrado y glorificado caudillo a una tumba común. LAW

La exhumación de Franco y el Sahara español

El último de los militares africanistas con delirios de emperador, sufrirá esta semana la humillación de ser trasladado a una tumba común
Luis Agüero Wagner
martes, 22 de octubre de 2019, 10:59 h (CET)

Francisco Franco Bahamonde fue por casi cuatro décadas fue caudillo de España por la gracia de Dios. Fue también el último gobernante español que acomplejado por encabezar un imperio decadente, enfatizó su investidura con una “guardia mora” y creyó liderar una cruzada para complacencia de Dios.

La historia recuerda cómo el dictador Oliveira Salazar convirtió en provincias portuguesas a sus colonias, y en ciudadanos portugueses de pura cepa a los habitantes de Angola, Mozambique, Macao en China y Goa, Damao y Diu en la India.

Buscando no ser menos, Franco y Carrero Blanco hicieron provincia española de la colonia del Sáhara Occidental y, al estilo de un nuevo emperador Caracalla, distribuyeron documentos de identidad españoles entre los “saharauis” del desierto. En las espontáneas cortes franquistas aparecían estos “españoles” del Sahara vistiendo sus atuendos magrebíes invocando tanta identidad española como la carrera de Ben Mizian.

Se habían hecho tan españoles como nobles, los agraciados por un dictador con delirios imperiales, súbditos oriundos de parajes donde nacieron varias dinastías que gobernaron al Marruecos almorávide, y que por siglos, habían rendido pleitesía al Sultán de Marruecos.

Dicen algunos que en medio de los últimos estertores del régimen franquista, .una de las acrobacias de la agonizante dictadura fue poner los pies en polvorosa para huir cobardemente abandonando el Sahara a los moros. Es que el generalísimo había tenido la cobardía de morirse de viejo.

Nobleza obliga reconocer que ni la república perdida por los españoles ante el fascismo, ni la dictadura fanquista, respetaron jamás derechos humanos en el Marruecos que muchas ONG y seudoizquierdistas intentan convertir en el villano de esta historia.

Los obreros y campesinos del Rif o la Xebala no podían exponer sus ideales de libertad e independencia, y no tenían siquiera, ni bajo la égida de la presunta república española ni bajo el régimen falangista, derecho a sindicalizarse. Pero hoy esos principios todavía algunos grupos los agitan en España, para colmo usando como pretexto una de las últimas y más torpes decisiones de la dictadura de Franco.

Algunos invocan los Derechos Humanos en Marruecos, pero si con sinceridad quisieran hurgar en esta historia, podrían ocuparse de los últimos fusilamientos del franquismo, el 27 de septiembre de 1975, y el silencio cómplice de las autoridades argelinas al respecto, que destaca en su libro el premio Cervantes Juan Goytisolo.

Como lo consignó el mismo autor citado, caen en el ridículo cuando reclaman Gibraltar mientras siguen en Ceuta y Melilla.

Si todo esto pudiera alguna vez clarificarse, una oprobiosa historia de colonialismo, guerras con armas químicas en el RIf y opresión en el Sahara Occidental, quedaría en cierta forma saldada.

Ya en 1979 el premio Cervantes Juan Goytisolo había escrito, en su ensayo “El Problema del Sahara” y con mucha razón, que la única victoria posible para los “saharauis” era la informativa. Vale decir, la des-informativa.

Después de todo, la transmutación de un ejército independentista en un extravagante aparato de propaganda para recaudar fondos, debe ser tan humillante como el traslado de los restos de un idolatrado y glorificado caudillo a una tumba común. LAW

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