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Daniel Tercero

La negociación: el chantaje

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Es tiempo de negociaciones en Europa. De altos vuelos. De poca prensa. Sin luz ni taquígrafos. Sin documentos firmados que comprometan a los citados. De mariscales de campo. De estadistas. De jefes de Estado. Es saludable, ya que no hace mucho las desavenencias, en el viejo continente, se resolvían mediante tiros.

Estamos ante el inicio del siglo XXI y, de momento, podemos disfrutar de una paz real en toda Europa. Paz, tal y como la define el DRAE. Y no como la definen nuestros políticos, que la usan y malusan según les convenga. Y en estas estamos cuando aparece la palabra chantaje (del francés chantage) asociada a la negociación para desfacer un entuerto.

Resulta que en Noruega el diario Dagbladet publicó en portada, esta semana, que David Toska, que en dos semanas será juzgado por el robo de hace dos años, está dispuesto a negociar con las autoridades del país la devolución de las dos obras de Edvard Munch robadas en agosto de 2004. A cambio pide que se le deje en libertad vigilada o que se le reduzca la pena que cumple por la realización de otro delito. Vamos, todo un cumplidor de la ley. Todo méritos para ser funcionario.

La Madonna y El grito eran -son- dos de las obras cumbres de Munch, protagonista principal del expresionismo, y, seguramente, las de más valor de Noruega. Estamos hablando del -permítanme la exagerada, exageradísima, comparación- robo de Las Meninas y el Guernika noruegos. Es decir, un tema nada baladí.

Lo increíble del asunto es la chulería y la posición de dominador que el reo, Toska, ha utilizado para situar en un brete a las autoridades -políticas y judiciales- noruegas. Lo que Toska quiere no es negociar, es chantajear. Chantajear hasta donde le sea posible sabiendo que la sartén, es decir, los cuadros, la tiene él, y solo él, por el mango. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Dónde está el límite de la negociación? ¿Negociación o chantaje? ¿De qué estamos hablando?

¿Estaríamos dispuestos en España a dejar en libertad al granuja del supuesto robo de Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya? Esto no es Noruega y Munch no es Goya, dirán algunos. Cierto, pero qué haríamos si fuéramos noruegos. Los noruegos nos responderán en poco tiempo. Si aparecen los cuadros y Toska es puesto en libertad o ve reducida su pena, se habrá negociado bajo cuerda. Pero, si por el contrario, pasan los meses -quizás los años- y los cuadros no aparecen, y Toska sigue en la cárcel -ha sido condenado a 19 años por otro delito-, podremos asegurar que la ley se ha cumplido.

¿Cuál es el precio, entonces, que estamos dispuestos a pagar por una obra maestra de las artes? ¿Y por el cumplimiento de la ley? Demasiadas preguntas por resolver. De momento me conformaría con la aparición de los lienzos después de una operación policial, al estilo novela gris y policiaca, que pusiera de manifiesto que todavía se puede creer en eso que llaman el sistema.

La negociación: el chantaje

Daniel Tercero
Daniel Tercero
jueves, 24 de agosto de 2006, 00:39 h (CET)
Es tiempo de negociaciones en Europa. De altos vuelos. De poca prensa. Sin luz ni taquígrafos. Sin documentos firmados que comprometan a los citados. De mariscales de campo. De estadistas. De jefes de Estado. Es saludable, ya que no hace mucho las desavenencias, en el viejo continente, se resolvían mediante tiros.

Estamos ante el inicio del siglo XXI y, de momento, podemos disfrutar de una paz real en toda Europa. Paz, tal y como la define el DRAE. Y no como la definen nuestros políticos, que la usan y malusan según les convenga. Y en estas estamos cuando aparece la palabra chantaje (del francés chantage) asociada a la negociación para desfacer un entuerto.

Resulta que en Noruega el diario Dagbladet publicó en portada, esta semana, que David Toska, que en dos semanas será juzgado por el robo de hace dos años, está dispuesto a negociar con las autoridades del país la devolución de las dos obras de Edvard Munch robadas en agosto de 2004. A cambio pide que se le deje en libertad vigilada o que se le reduzca la pena que cumple por la realización de otro delito. Vamos, todo un cumplidor de la ley. Todo méritos para ser funcionario.

La Madonna y El grito eran -son- dos de las obras cumbres de Munch, protagonista principal del expresionismo, y, seguramente, las de más valor de Noruega. Estamos hablando del -permítanme la exagerada, exageradísima, comparación- robo de Las Meninas y el Guernika noruegos. Es decir, un tema nada baladí.

Lo increíble del asunto es la chulería y la posición de dominador que el reo, Toska, ha utilizado para situar en un brete a las autoridades -políticas y judiciales- noruegas. Lo que Toska quiere no es negociar, es chantajear. Chantajear hasta donde le sea posible sabiendo que la sartén, es decir, los cuadros, la tiene él, y solo él, por el mango. ¿Qué hacer en estos casos? ¿Dónde está el límite de la negociación? ¿Negociación o chantaje? ¿De qué estamos hablando?

¿Estaríamos dispuestos en España a dejar en libertad al granuja del supuesto robo de Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya? Esto no es Noruega y Munch no es Goya, dirán algunos. Cierto, pero qué haríamos si fuéramos noruegos. Los noruegos nos responderán en poco tiempo. Si aparecen los cuadros y Toska es puesto en libertad o ve reducida su pena, se habrá negociado bajo cuerda. Pero, si por el contrario, pasan los meses -quizás los años- y los cuadros no aparecen, y Toska sigue en la cárcel -ha sido condenado a 19 años por otro delito-, podremos asegurar que la ley se ha cumplido.

¿Cuál es el precio, entonces, que estamos dispuestos a pagar por una obra maestra de las artes? ¿Y por el cumplimiento de la ley? Demasiadas preguntas por resolver. De momento me conformaría con la aparición de los lienzos después de una operación policial, al estilo novela gris y policiaca, que pusiera de manifiesto que todavía se puede creer en eso que llaman el sistema.

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