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Se nos viene anunciando la salida de la crisis que padecemos desde que empezó, allá por el 2008, cuando el gobierno hablaba de “brotes verdes”
Francisco Rodríguez
viernes, 28 de junio de 2013, 09:58 h (CET)
Se nos viene anunciando la salida de la crisis que padecemos desde que empezó, allá por el 2008, cuando el gobierno hablaba de “brotes verdes”. Las últimas elecciones, que otorgaron una amplia mayoría al Partido Popular, despertaron grandes esperanzas de que con los nuevos gobernantes todo se arreglaría, pero no ha sido así. Ahora se ofrecen tímidas y escasas esperanzas para trimestres venideros bastante inconcretos.

Qué pueden esperar los que perdieron su empleo hace varios años, los que no han conseguido aun el primero, los que ni estudian ni trabajan, los que siguen viviendo a costa de sus padres, los que no tienen ningún proyecto que emprender, los que lo tienen pero carecen de medios o crédito…

Los que hoy tienen empleo ¿podrán jubilarse? Los pensionistas ¿seguirán cobrando su pensión? Las pensiones ¿serán cada vez más reducidas y desactualizadas?.

Lo único seguro es que seguirán exprimiéndonos con impuestos crecientes, para poder seguir protegiendo nuestros derechos, según dicen ellos, para pagar sus sueldos y privilegios, según mi parecer. Es curioso que sigamos esperando que arreglen este desbarajuste los mismos que lo causaron, de un color u otro, aunque quizás por encima de la casta política conocida, haya otras instancias más o menos secretas y desconocidas que deciden sobre nuestras vidas, manipulando las finanzas y destruyendo los cimientos mismos de la sociedad: la familia, la moralidad, la justicia, la honradez, el esfuerzo personal o el mérito.

Hay muchos progresistas, de estricta obediencia, que siguen las consignas de la masonería, que desde el siglo XVIII está empeñada en destruir todo lo cristiano, invocando siempre la libertad y la tolerancia. Parece que muchos cristianos se baten en retirada, no se atreven a confesar su fe, unas veces porque hay un claro desajuste entre su fe y su vida y otras por temor a ser marginados y perseguidos.

La enseñanza es el lugar privilegiado para inculcar la ideología “de las luces” y a ella se aplican con entusiasmo. Aquella asignatura de educación para la ciudadanía desvelaba su pretensión manipuladora, hablando se “nuevos derechos” mientras incitaba a la juventud a gozar sin frenos.

Proclamar que la libertad sirve para buscar la verdad y obrar en consecuencia, es una consigna que pone en peligro todo el tinglado político. Un hombre que piense por su cuenta y no se deje seducir por el ambiente puede ser tachado de peligroso.

El único fundamento de la libertad es Dios, por eso quieren eliminarlo, si acaso, reducirlo al ámbito privado. El deísmo del siglo XVIII, con un dios manipulable, ha dado paso al laicismo combativo, al ateísmo convertido en religión dogmática y feroz, que trata de instaurar una sociedad sumisa a sus mandatos.

Pero Dios, el que nos fue manifestado en Cristo, es un Dios que salva, que libera al hombre. La gloria de Dios es que el hombre viva y la gloria del hombre es la contemplación de Dios, nos dijo San Ireneo. Si nos alejamos de Dios como fundamente de nuestra existencia, no hay duda de que caeremos en manos de los que quieren esclavizarnos con promesas de bienestar imposible.

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