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País de farándula, país hirsuto, país pusilánime que tiene necesidad de estos directores de espectáculo para que la comedia no acabe nunca

La señora

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La señora aristócrata que no llega a fin de mes quiere más recortes. Aquella que en una ocasión dijo que no le llegaba con más de diez o doce mil euros, quiere recortarlo todo. La aristócrata liberal quiere cargarse el sector público y privatizar el país. Es el signo de los tiempos, la nueva visión de la burguesía en el poder: privatizarlo todo y hacer negocio con las miserias de la gente, con la enfermedad, con la escuela, con la desolación. A esto lo llaman liberalismo, pero ¿es el liberalismo el desgreñado capitalismo en estado salvaje del XXI?.

La señora es la única oposición a Rajoy. Dicen que habla claro. No sé si hablará tan claro si es llamada a declarar por el juez Ruz ante el troceado de peculio a Gürtel, como indica la policía. La señora, la aristócrata populista que confundió a José Saramago con la señora Sara Mago, seguidora de las políticas de la Dama de Hierro, la finiquitada Margaret Thacher, hace de de Mourinho contra Rajoy, el pobre Rajoy-Casillas, a quien le tiene las espinillas hechas unos zorros. Desde algunos medios de comunicación afines (los TDT party y algunos periódicos de la cuerda) quieren hacerle la pirula al señor Rajoy, que no es ni chicha ni limoná, porque ni está ni se le espera; y al que ven como un peligroso socialdemócrata de derechas. ¡Pobre muchacho!.

Así, la achulapada aristócrata ("ante la mala noticia sobre las previsiones macroeconómicas anunciadas en el último Consejo de Gobierno [sic]”) considera que lo peor que puede pasar es que los ciudadanos caigan en una actitud fatalista y pensar que no hay alternativa para salir de la caverna en la que está sumida la economía española. Ha salido a enmendarle la plana a su líder, que para ella ni es monseñor ni siquiera monaguillo. Y, efectivamente, la alternativa para los parados es que aguanten y pongan una vela a la virgen del Rocío, esa virgen que tanto ama la señora Fátima Báñez.

La señora, que se marchó para no callar y seguir como embarazo de Rajoy, sale de vez en cuando como las nocturnas aves para apuntar con su artillería al Casillas de turno. Nadie duda que es su embarazo interior, pero Rajoy no se da por aludido, que para eso es gallego y mira para otro lado aunque tenga a un centímetro de distancia el aliento hendido.

Desde un diario nacional se encargan de rematarlo y, si durante un tiempo recibió el apoyo unánime, ahora ha caído en desgracia porque lo consideran un perverso socialdemócrata. Entre unos y otros van a lograr hacerlo de centro y convertirlo en loor de santidad, como diría su paisano Valle-Inclán, en el hacedor de los nuevos pactos de la Moncloa que proponen los empresarios. Lástima que le han salido varios granos. Los dos últimos: Wert, con su Lomce parada y machacada en la calle, y quien se ducha con agua fría, con su costa para las constructoras.

País de farándula, país hirsuto, país pusilánime que tiene necesidad de estos directores de espectáculo para que la comedia no acabe nunca.

La señora

País de farándula, país hirsuto, país pusilánime que tiene necesidad de estos directores de espectáculo para que la comedia no acabe nunca
Francisco Morales Lomas
viernes, 10 de mayo de 2013, 08:48 h (CET)
La señora aristócrata que no llega a fin de mes quiere más recortes. Aquella que en una ocasión dijo que no le llegaba con más de diez o doce mil euros, quiere recortarlo todo. La aristócrata liberal quiere cargarse el sector público y privatizar el país. Es el signo de los tiempos, la nueva visión de la burguesía en el poder: privatizarlo todo y hacer negocio con las miserias de la gente, con la enfermedad, con la escuela, con la desolación. A esto lo llaman liberalismo, pero ¿es el liberalismo el desgreñado capitalismo en estado salvaje del XXI?.

La señora es la única oposición a Rajoy. Dicen que habla claro. No sé si hablará tan claro si es llamada a declarar por el juez Ruz ante el troceado de peculio a Gürtel, como indica la policía. La señora, la aristócrata populista que confundió a José Saramago con la señora Sara Mago, seguidora de las políticas de la Dama de Hierro, la finiquitada Margaret Thacher, hace de de Mourinho contra Rajoy, el pobre Rajoy-Casillas, a quien le tiene las espinillas hechas unos zorros. Desde algunos medios de comunicación afines (los TDT party y algunos periódicos de la cuerda) quieren hacerle la pirula al señor Rajoy, que no es ni chicha ni limoná, porque ni está ni se le espera; y al que ven como un peligroso socialdemócrata de derechas. ¡Pobre muchacho!.

Así, la achulapada aristócrata ("ante la mala noticia sobre las previsiones macroeconómicas anunciadas en el último Consejo de Gobierno [sic]”) considera que lo peor que puede pasar es que los ciudadanos caigan en una actitud fatalista y pensar que no hay alternativa para salir de la caverna en la que está sumida la economía española. Ha salido a enmendarle la plana a su líder, que para ella ni es monseñor ni siquiera monaguillo. Y, efectivamente, la alternativa para los parados es que aguanten y pongan una vela a la virgen del Rocío, esa virgen que tanto ama la señora Fátima Báñez.

La señora, que se marchó para no callar y seguir como embarazo de Rajoy, sale de vez en cuando como las nocturnas aves para apuntar con su artillería al Casillas de turno. Nadie duda que es su embarazo interior, pero Rajoy no se da por aludido, que para eso es gallego y mira para otro lado aunque tenga a un centímetro de distancia el aliento hendido.

Desde un diario nacional se encargan de rematarlo y, si durante un tiempo recibió el apoyo unánime, ahora ha caído en desgracia porque lo consideran un perverso socialdemócrata. Entre unos y otros van a lograr hacerlo de centro y convertirlo en loor de santidad, como diría su paisano Valle-Inclán, en el hacedor de los nuevos pactos de la Moncloa que proponen los empresarios. Lástima que le han salido varios granos. Los dos últimos: Wert, con su Lomce parada y machacada en la calle, y quien se ducha con agua fría, con su costa para las constructoras.

País de farándula, país hirsuto, país pusilánime que tiene necesidad de estos directores de espectáculo para que la comedia no acabe nunca.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

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Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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