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En esta obra el autor nos sitúa en la linde que separa dos mundos que, sin ser antagónicos tampoco son complementarios. La mirada transversal del autor, describe en un recorrido emocional y afectivo su población natal, Lora del Río. Éste es poso de experiencias y evocaciones que condensa en una obra que es, a su vez, compendio biográfico y episódico. Y si bien su localización geográfica la mantiene circunscrita a un entorno concreto, se nutre de reflexiones con vocación universal, en el acontecer humano que es común a todas las patrias.
En las páginas de Recuerdos de un tiempo vivido, nos encontramos ante un tapiz en el que la crítica, el humor, la tragedia, la ternura, el conocimiento, la cultura, son puntadas que, a modo de secuencias, enhebran el paso del tiempo por el ojo del lector, creando un vínculo de complicidad desde un primer momento. En la parte final de la obra emerge la verdadera dimensión del autor. Si bien en su faceta de escritor y crítico literario, nos ofrece desde diversos medios nacionales e internacionales en formato digital y papel, una rica y exhaustiva semblanza de la literatura contemporánea, es en la de poeta donde halla su esencia. La transparencia atraviesa los versos cuyo canto se hace nostálgico y tránsido eco. El hombre rememora el tránsito vivido y con ello retorna, en cierta manera, a sus orígenes, "La memoria bastón donde me apoyo / el desencanto de mi andar cotidiano. / Así pasa la vida con recuerdos de antaño". El poema se acomoda a la luz más hospitalaria que no olvida las amarguras vividas, "Maleta de madera: / prisión rectangular / de mi pueblo / emblema trágico de nuestra pobreza". Por ello la reflexión del poeta peruano César Vallejo, que antecede a la obra, consiente en ser salutación y despedida, "(...) Una casa vive unicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Solo que la casa nutre dela vida del hombre, mientras la muerte se nutre dela muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida". Vida y muerte entrelazadas por el mismo augurio de grito y silencio. Mientras tanto, el verso que alivia nuestra sienes, "Verso herido, volandero como paloma de Picasso".
La edición de esta obra posee como valor añadido, la inclusión de fotografías que ilustran la panorámica literaria que nos ofrece el autor. . En este caso la aportación del fondo fotográfico de ACAL -Asociación de Amigos de Lora del Río-, que es entidad colaboradora de `la edición, ha sido fundamental. Especial mención en esta labor de búsqueda y selección al escritor Emilio Morales Ubago, hombre sencillo, culto y amante de su pueblo, que ha iniciado recientemente su andadura literaria con la magnífica novela La carta Bonsor, en la misma colección. En suma una obra, Recuerdos de un tiempo vivido, que habita la mirada lectora de principio a fin.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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