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El ser humano actúa en la Tierra como lo hace un tumor

El ser humano destruye los reinos naturales y mata con ello a la Tierra, con lo que él también morirá
Vida Universal
martes, 5 de marzo de 2013, 10:00 h (CET)
Si como se sospecha, el ser humano se comporta como un carcinoma de la Tierra, que destruye áreas enteras, se expande sin miramientos y envenena todo su entorno. Sí como un tumor maligno puede consumir todo el organismo matando con ello a quien lo porta, ¿no habría que preguntarse si el ser humano también está matando al planeta Tierra? La respuesta es sí. El ser humano destruye los reinos naturales y mata con ello a la Tierra, con lo que él también morirá. Básicamente se puede afirmar que se trata de un suicidio a plazos.

No es otra cosa que una ley física elemental llamada acción y reacción o también causa y efecto. Algo que las personas sabemos desde la antigüedad pero que naturalmente pasamos por alto. Pero no se puede decir que la humanidad no haya sido advertida. Existe una manifestación del Creador dada en febrero de 2001 a través de Su profeta y enviada, Gabriele de Würzburg, en donde Dios dio a la humanidad un mensaje impresionante, del que reproducimos el siguiente párrafo: “¡Dejad de consumir a las criaturas que viven con vosotros, que son vuestros hermanos animales! ¡Dejad de matar a los animales más pequeños, la vida en la tierra, por medio de abonos químicos artificiales, también por medio de excrementos y cosas similares! ¡Dejad de talar y quemar los bosques, quitándoles a los animales y al campo el espacio vital! ¡Devolverles su espacio de vida a los bosques, campos y praderas, de otra manera vuestro destino, que vosotros mismos os habéis impuesto, os quitará vuestro hogar y propiedades y vuestras fuentes de alimentación a través de catástrofes en todo el mundo que vosotros mismos habéis creado, a raíz de vuestro comportamiento contra la vida, contra los reinos de la naturaleza y contra los animales! ¡Dejad, oh hombres, vuestro comportamiento brutal, que recae únicamente sobre vosotros y sobre ningún otro ser; pues lo que hacéis a las más ínfima de las criaturas que viven con vosotros, eso me hacéis a Mí, y también a vosotros!”.

A pesar de que este mensaje fue dado en el año 2001 no parecen haber cambiado mucho las cosas. Sin embargo lo que sí se nota cada vez más es como los efectos están llegado a la humanidad. ¿Ha supuesto acaso el ser humano que podría quedar sin consecuencias el que por ejemplo se hayan liberado ya 200 sustancias químicas hormonoactivas, que son aquellas que afectan a los animales masculinizando a las hembras o transformándolas en estériles? Un comportamiento más con el que comprobamos como el ser humano libera toxinas en la Tierra de forma parecida a como lo hace un tumor en el cuerpo.

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La autoestima es necesaria, claro está, pero, aparte de lo anterior, cuando el ego está puntillosamente exacerbado surgen los conflictos, esos conflictos que nacen del inconsciente personal o colectivo, donde el ego hierve profundamente. Por todo ello, es importante comprender que, en la medida en que los seres humanos seamos algo más tolerantes y dialogantes, y nuestro talante cambie, la convivencia en la sociedad puede y debe mejorar.

El matrimonio, pilar natural de la familia y garantía de estabilidad social, en estos últimos tiempos se ve sustituido por relaciones inestables, rupturas y un creciente individualismo. Estos hechos están produciendo la caída de la natalidad, sin duda ligada a la falta de matrimonios estables, cosa que se está convirtiendo en un drama silencioso que amenaza el futuro de España y de gran parte del mundo occidental.


Una vez más, nos sorprenden alguna persona, tanto en los telediarios de cualquier signo, inclusive en los periódicos, donde personajes, también de cualquier signo, resoplando exabruptos que me dejan paralizado sin saber lo que hacer. O, echarlo a los tiburones y que se pelee con ellos o que, de cualquier manera, tirarlo a la cuneta del tren, eso sí, cuando esté parado en medio del campo.

 
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