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El día 14 de mayo, con tres años de diferencia, es una fecha relacionada con el “deseado” Rey Fernando VII, tanto en España como en Paraguay

Afrancesados versus Fernando VII en Sudamérica

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Recuerdo que leyendo a historiadores revisionistas argentinos, durante los años que tuve el privilegio de estudiar en la Universidad Nacional de Tucumán, empecé a conocer las contradicciones de una historia tan balcanizada como la misma Latinoamérica.

Luego de familiarizarme con personajes y acontecimientos de gran resonancia espiritual en la historia americana, entre ellos la trayectoria del Doctor Manuel Belgrano, mi perspectiva de los acontecimientos que llevaron al surgimiento de estas repúblicas se amplió tanto como mis dudas.

Quien algo ha leído la historia sabe que en mayo de 1808, España fue invadida por Napoleón Bonaparte y que a partir de entonces los españoles se levantaron contra los franceses gestándose la guerra por la independencia española. Esta guerra duró seis años, hasta que el 14 de mayo de 1814 el Rey Fernando VII hizo su triunfal retorno a Madrid. Volvía del destierro al que lo había condenado Napoleón, emperador de los franceses, cuando decidió que si su hermano había sido capaz de reinar en Nápoli, también podía hacerlo en España.

En ausencia del Rey, los españoles proclamaron anhelar mayor justicia social sancionando una Constitución Liberal. Pero Fernando, que había sido capaz de conspirar para derrocar a su propio padre, conspirar contra su primer ministro y delatar a sus compañeros de ruta en conspiraciones solo para “quedar bien”, no tardó en derogar esa Ley Fundamental.

Y no se quedó allí, también hizo regresar a las mismas tropas extranjeras que lo habían secuestrado, esta vez para restaurar su absolutismo.

¿Qué sucedía mientras tanto en Sudamérica? Lo que hoy es la república del Paraguay, o al menos su “élite” de entonces, se había decidido por el Rey intruso José Bonaparte. No por casualidad la bandera paraguaya es una francesa reclinada.

En la hoy vecina República Argentina, las preferencias se inclinaban por el indeseable “Deseado” Rey Felón, Fernando VII. Y tampoco es casualidad que la bandera Argentina coincida con los colores albicelestes de los borbones.


Sabemos que los colores desatan pasiones que van mucho más allá del fútbol, y es lo que sucedió cuando ya se desarrollaba en España una guerra independentista contra el invasor francés, aunque nos quieran convencer que los sudamericanos estábamos empeñados en independizarnos del mismo país que, entre 1808 y 1814, también estaba luchando por su independencia.

En tal contexto, los afrancesados y partidarios de Fernando VII se enfrentarían a balazos en Paraguay, cuando los nativos de esta comarca hicieron de afrancesados y expulsaron de sus tierras a Belgrano, que venía con la albiceleste del “Deseado”. Se deduce de fuentes argentinas que Belgrano era partidario de la Monarquía, y lo confirman sus posteriores propuestas de coronar a un Inca como Emperador de Sudamérica en el Congreso de Tucumán. Todo lo expuesto es coherente con que durante su expedición al Paraguay de 1811, Belgrano se refiera a los paraguayos como “agentes de Napoleón Bonaparte”.

Es conocido que el creador de la bandera argentina que lleva los mismos colores familiares de los borbones, era partidario de Fernando VII, privado de hacer lo que le dictare su real y soberana gana, por orden de Napoleón Bonaparte que lo había enviado preso a Bayona. Se supone que en honor al secuestrado Rey español, Belgrano creó la bandera argentina con los colores albicelestes de la familia Borbón. Aunque por decoro de la historia a gusto del trono se afirma que todo se trataba de enmascarar intenciones, contemporizando con los monárquicos, teniendo en cuenta el convencimiento de que Fernando VII jamás volvería al poder. Este último pronóstico, como sucede con frecuencia en la política que se practica en tierras del realismo mágico, resultó ser un totalmente equivocado.

En realidad, como la abrumadora mayoría de las versiones argentinas lo señalan, la principal preocupación de Buenos Aires era no desagradar a los estrategas ingleses, partidarios de buenas relaciones con la España rebelde que contaban como aliada contra Napoleón.

La historia de la independencia por estas latitudes, en fin, es un auténtico laberinto donde la verdad se ha perdido hace tiempo. Aunque sobrevivan testimonios de aquella disputa entre partidarios de Fernando VII y afrancesados, en las banderas que sobrevivieron al tiempo.

Es bien sabido, después de todo, que la primera víctima de una guerra es la verdad. LAW

Afrancesados versus Fernando VII en Sudamérica

El día 14 de mayo, con tres años de diferencia, es una fecha relacionada con el “deseado” Rey Fernando VII, tanto en España como en Paraguay
Luis Agüero Wagner
miércoles, 15 de mayo de 2019, 15:04 h (CET)

Recuerdo que leyendo a historiadores revisionistas argentinos, durante los años que tuve el privilegio de estudiar en la Universidad Nacional de Tucumán, empecé a conocer las contradicciones de una historia tan balcanizada como la misma Latinoamérica.

Luego de familiarizarme con personajes y acontecimientos de gran resonancia espiritual en la historia americana, entre ellos la trayectoria del Doctor Manuel Belgrano, mi perspectiva de los acontecimientos que llevaron al surgimiento de estas repúblicas se amplió tanto como mis dudas.

Quien algo ha leído la historia sabe que en mayo de 1808, España fue invadida por Napoleón Bonaparte y que a partir de entonces los españoles se levantaron contra los franceses gestándose la guerra por la independencia española. Esta guerra duró seis años, hasta que el 14 de mayo de 1814 el Rey Fernando VII hizo su triunfal retorno a Madrid. Volvía del destierro al que lo había condenado Napoleón, emperador de los franceses, cuando decidió que si su hermano había sido capaz de reinar en Nápoli, también podía hacerlo en España.

En ausencia del Rey, los españoles proclamaron anhelar mayor justicia social sancionando una Constitución Liberal. Pero Fernando, que había sido capaz de conspirar para derrocar a su propio padre, conspirar contra su primer ministro y delatar a sus compañeros de ruta en conspiraciones solo para “quedar bien”, no tardó en derogar esa Ley Fundamental.

Y no se quedó allí, también hizo regresar a las mismas tropas extranjeras que lo habían secuestrado, esta vez para restaurar su absolutismo.

¿Qué sucedía mientras tanto en Sudamérica? Lo que hoy es la república del Paraguay, o al menos su “élite” de entonces, se había decidido por el Rey intruso José Bonaparte. No por casualidad la bandera paraguaya es una francesa reclinada.

En la hoy vecina República Argentina, las preferencias se inclinaban por el indeseable “Deseado” Rey Felón, Fernando VII. Y tampoco es casualidad que la bandera Argentina coincida con los colores albicelestes de los borbones.


Sabemos que los colores desatan pasiones que van mucho más allá del fútbol, y es lo que sucedió cuando ya se desarrollaba en España una guerra independentista contra el invasor francés, aunque nos quieran convencer que los sudamericanos estábamos empeñados en independizarnos del mismo país que, entre 1808 y 1814, también estaba luchando por su independencia.

En tal contexto, los afrancesados y partidarios de Fernando VII se enfrentarían a balazos en Paraguay, cuando los nativos de esta comarca hicieron de afrancesados y expulsaron de sus tierras a Belgrano, que venía con la albiceleste del “Deseado”. Se deduce de fuentes argentinas que Belgrano era partidario de la Monarquía, y lo confirman sus posteriores propuestas de coronar a un Inca como Emperador de Sudamérica en el Congreso de Tucumán. Todo lo expuesto es coherente con que durante su expedición al Paraguay de 1811, Belgrano se refiera a los paraguayos como “agentes de Napoleón Bonaparte”.

Es conocido que el creador de la bandera argentina que lleva los mismos colores familiares de los borbones, era partidario de Fernando VII, privado de hacer lo que le dictare su real y soberana gana, por orden de Napoleón Bonaparte que lo había enviado preso a Bayona. Se supone que en honor al secuestrado Rey español, Belgrano creó la bandera argentina con los colores albicelestes de la familia Borbón. Aunque por decoro de la historia a gusto del trono se afirma que todo se trataba de enmascarar intenciones, contemporizando con los monárquicos, teniendo en cuenta el convencimiento de que Fernando VII jamás volvería al poder. Este último pronóstico, como sucede con frecuencia en la política que se practica en tierras del realismo mágico, resultó ser un totalmente equivocado.

En realidad, como la abrumadora mayoría de las versiones argentinas lo señalan, la principal preocupación de Buenos Aires era no desagradar a los estrategas ingleses, partidarios de buenas relaciones con la España rebelde que contaban como aliada contra Napoleón.

La historia de la independencia por estas latitudes, en fin, es un auténtico laberinto donde la verdad se ha perdido hace tiempo. Aunque sobrevivan testimonios de aquella disputa entre partidarios de Fernando VII y afrancesados, en las banderas que sobrevivieron al tiempo.

Es bien sabido, después de todo, que la primera víctima de una guerra es la verdad. LAW

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