Una cultura médica en la que prevalece, como es lógico, el modelo empírico, substanciado en la emisión y prescripción de diagnósticos y tratamientos certeros, tampoco ha contribuido a colocar en el sitio que merece la necesaria comunicación empática con entre facultativos y pacientes. A todo esto, el efecto liberador que prometían las tecnologías de la información, en todo lo que concierne a la parte administrativa de la sanidad (elaboración de informes e historias clínicas de los pacientes), no se ha visto, al menos por ahora, confirmado. Buena parte del valioso tiempo de los facultativos se convierte muchas veces en un espacio para las rutinas administrativas. Ni que decir tiene que se trata de una tarea imprescindible, antes conferida al personal de apoyo, pero que en la práctica resta igualmente oportunidades a la comunicación.
Quizás, uno de los pocos reductos en los que ha arraigado una relación más cercana con el paciente haya sido en los campos de cuidados paliativos, discapacidad, enfermos crónicos o ancianos, donde buena parte de las terapias consisten también en ofrecerle un soporte emocional como base fundamental para la mejora de su calidad de vida. Se trata de unidades que cuentan con la participación de equipos multidisciplinares con presencia de médicos, psicólogos, rehabilitadores, terapeutas ocupacionales y voluntarios, que además de atender las dolencias físicas, tratan de contrarrestar el estado muchas veces depresivo y de angustia que llevan aparejadas estas duras situaciones.