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Personas

Tengo la sensación de que a los hombres se nos mira aviesamente… por el solo hecho de serlo
Manuel Montes Cleries
lunes, 25 de marzo de 2019, 16:14 h (CET)

Según dicen los diccionarios, feminismo es la doctrina y movimiento social que pide para la mujer el reconocimiento de unas capacidades y unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres. Por otra parte, machismo es la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres. Se trata de un conjunto de prácticas, comportamientos y dichos que resultan ofensivos contra el género femenino. Entre ellas la discriminación laboral, el acoso y, sobre todo, el maltrato psíquico y la violencia de género. Como verán el feminismo es una actitud encomiable y reivindicativa, mientras el machismo se considera un ataque desaforado contra las mujeres.

Estas aseveraciones, no reconocidas hasta después de la revolución industrial, han sido puestas en valor a lo largo del pasado siglo y especialmente durante el siglo XXI. Pero, ay, siempre hay un pero, estas reivindicaciones se han radicalizado de forma que, en la actualidad, los hombres (por lo menos yo) nos sentimos un poco perseguidos.

En la actualidad aparecemos como una serie de tipos totalmente prescindibles en todos los aspectos. Los slogans con los que nos atacan, especialmente en las manifestaciones reivindicativas, entre otras cosas se nos descalifican como participantes en la reproducción. “Nosotras parimos, nosotras decidimos”; “no os necesitamos, tenemos óvulos guardados”, etc. Creo que no es eso, no se trata de condenar una de las pocas cosas que se han hecho –casi siempre- placenteramente a lo largo de todos los tiempos entre hombres y mujeres, sino buscar la igualdad de trato.

Estimo que, especialmente los mayores, debemos romper con unas tradiciones, sustentadas en todos las culturas y las religiones que se conocen, en las que el varón (patriarca) era un guerrero y un sustentador de la economía, mientras la mujer era una maquina de trabajar y de tener hijos. Desgraciadamente los de nuestra generación nos hemos criado en familias en las que las abuelas, madres, tías o hermanas han puesto en práctica los roles clásicos de hombres y mujeres y nos han maleducado al respecto.

Gracias a Dios, la situación ha cambiado para bien. Nos quedan muchos pasos que dar, pero, ojo, pasos no zancadas que nos hagan perder el equilibrio. La sociedad es pendular y vamos a caernos por el otro lado de la cama.

Mi buena noticia de hoy me la manifiestan esas mujeres de nuestros días que han invadido las universidades, las empresas, las instituciones, la política, o las bellas artes la política o las bellas artes, y que realizan extraordinariamente todo cuanto se proponen, basándose en su formación y conocimientos. Lo único que les pido es que no nos crucifiquen al estilo de lo que se decía al incorporarnos al ejercito: “el soldado por el solo hecho de serlo, será severamente castigado”. El hombre, por el solo hecho de serlo… no es culpable. No nos castiguen; seamos todos… personas. 

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La escritura es un acontecimiento ontológico o, lo que es lo mismo, una expresión de realidades y a la vez es una forma de fijar el pensamiento, el conocimiento, las sensaciones, las emociones, etc. También es una especie de archivo de la memoria, con todo lo que eso supone. En realidad, como se sabe ya desde la antigüedad es una extensión del lenguaje hablado. Además, es una forma de ser en el mundo.

Migrantes. Es lo último en apelativos orientados a retorcer el lenguaje para tornarlo ariete ideológico. Parecen no venir ni emigrar desde ningún lado, ni dirigirse, inmigrando, a otro lugar concreto y delimitado, como si estuviesen sometidos a una suerte de movimiento pendular perpetuo que solo se detendrá al legalizarlos en algún sitio. Existen asuntos sensibles sobre los cuales parece que está prohibido debatir, o al menos hacerlo con racionalidad y argumentos.

¿Qué supone eso de enfrentarse cada día a los sucesivos retos de la vida? La versión de la respuesta siempre será personal, aunque los matices particulares aparezcan entreverados con las oleadas procedentes de la comunidad. Son tantos los factores implicados, que la rutina atenúa el sofoco de atender a todos ellos; con el inconveniente de prescindir de algunos conocimientos.

 
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