Llegó la Semana Santa, cada vez menos santa y más ociosa que otra cosa.
España sigue manteniendo sus tradicionales procesiones y representaciones de la Pasión viviente, sobre todo en Castilla (Salamanca, Valladolid, Zamora) y Andalucía (Sevilla, Málaga), por citar acaso las más populares.
Uno siempre ha visto estos ritos, donde las fuerzas vivas del pueblo, cofradías, gremios, incluso la Guardia Civil, salen en procesión a honrar a sus patrones, matronas, vírgenes y demás santoral con una sensación rara de misterio, folklore, incluso en ocasiones de hondura religiosa.
Pero la sensación más profunda, de niño y hoy día, sigue siendo de espectáculo folclórico - religioso. Desfila por nuestras calles una de las más genuinas y atávicas muestras de cultura y adoración cristiana, no exenta de ritos y costumbres no puramente religiosos. Ello sigue siendo a día de hoy una fuente más de amplio turismo extranjero a la Península, para observar - pasmados - estos rituales y disfrutar de la gastronomía y riqueza cultural de la Hispania profunda. Bienvenidos sean, desde luego.
Y como mínimo, son absolutamente respetables estas creencias de buena parte del pueblo español, sobre todo del más entrado en años – más creyente cuantitativamente -, ya que nuestra sociedad más joven está cada vez más secularizada y menos apegada a la religión. Una amplia mayoría de nuestro país se considera católica pero no practicante; esa es la realidad hoy en día, sin entrar en más profundidades.
Al mismo tiempo, uno está persuadido de que en una encuesta a bote pronto en la calle, pocos acertarían a decir con exactitud qué pasó el jueves, el viernes y el lunes santo; o qué significa el domingo de ramos o la cuaresma, por ejemplo.
Eso sí, qué días tienen vacación, de memoria y con meses de antelación, con seguridad.
Sea uno creyente o no, de una religión o de otra, agnóstico o ateo, parece indudable desde el punto de vista histórico que Jesucristo existió y que su vida y muerte fue como dicen los evangelios y demás documentos de la época, sea o no el creador y redentor de la Humanidad.
Con ello, gran parte de nuestra historia, cultura, presente (y futuro) no serían los que son, por la cantidad de guerras, arte, literatura, ciencia y demás que se han ido produciendo en la Península influenciadas por esta concepción católica cristiana que ha imperado durante siglos entre nosotros.
Así que ojo con trivializar el significado de estas expresiones de fervor folclórico – religioso, que explican buena parte de nuestras costumbres e idiosincrasia actuales.
En otro apartado queda la Semana Santa, las ‘Pascuas’ que celebran las comunidades creyentes en casas rurales y albergues, mucho más genuinas y parecidas a las celebraciones de los primeros cristianos que las populares procesiones y representaciones vivientes del vulgo.
Semana Santa a la carta. Seamos buenos, si podemos.