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Etiquetas | Ecología | Natalidad

Hay quien quiere cambiar nuestro mundo

Como me temo que es a peor, deberíamos poner remedio a tiempo
Francisco Rodríguez
viernes, 11 de enero de 2019, 07:46 h (CET)

Los ecologistas se alarman cuando cualquier especie animal disminuye su reproducción o deja de reproducirse y se dedican a buscar las causas: deforestación, calentamiento global, invasión de plásticos en los mares, introducción de otras especies, etc. y a proponer remedios.


Cuando se trata de la especie humana, por el contrario, la alarma, desde Malthus, es que crezca demasiado y que el planeta tierra, (o la Pachamama) no podrá alimentarnos y anuncian hambrunas y cataclismos que hasta el momento no se han cumplido, pero siguen asustándonos. Paul Ehrlich en su “Explosión Demográfica” vaticinó la catástrofe para 1970, pero en realidad la producción de alimentos sigue aumentando aunque su distribución resulte manifiestamente mejorable. Me llama la atención que la preocupación ecologista por los seres vivos no se extienda también a la especie humana.


Aunque el descenso continuado de la natalidad en nuestro país se haya advertido desde hace muchos años no ha sido hasta ahora cuando se ha producido una fugaz alarma al comprobar que los que nacen son menos de los que se mueren y han tratado de neutralizarla hablándonos del crecimiento de los emigrantes. Pero que crezcan los emigrantes no modifica el hecho de que los españoles disminuimos y envejecemos a un ritmo tal que el futuro no resulta nada halagüeño.


Fuimos hechos hombres y mujeres para crecer y llenar la tierra a través de la unión sexual, placentera y complementaria, que no estaba sometida a ritmos estacionales como los animales, sino al ejercicio de nuestra libertad regida por la razón, razón que se nos dio para distinguir el bien del mal.


Mucha gente dice no creer en Dios pero no dudarán de la existencia del mal. Deseamos el bien pero hacemos el mal, unas veces por ignorancia, otras por propia voluntad y en esto del sexo elegimos el placer en lugar del dominio de nosotros mismos, excluimos la reproducción y caemos en la lujuria.


La lujuria antepone el placer a cualquier otra cosa. La maravillosa facultad y responsabilidad de transmitir la vida se rechaza a cambio del placer y cuando esa actitud pasa a generalizarse y considerarse normal, la sociedad resulta gravemente enferma, va a su ruina y será sustituida inevitablemente por otras gentes que ocuparán su lugar.


Pienso que los mismos maltusianos son los que trabajan activamente para conseguir una reducción de la natalidad y ¿salvar el planeta? para lo cual han ido consiguiendo desde poner en marcha los anticonceptivos a gran escala al mismo tiempo que se predicaba el aborto como derecho de la mujer, Se ha puesto en marcha la ideología de género para negar la realidad biológica del sexo y convertirla en un constructo social, modificable a voluntad al mismo tiempo que se atiza la lucha de sexos desde un feminismo feroz.


Todo esto no es una evolución normal, “no es que estamos en otros tiempos” que traen nuevas formas de comportamiento sino un bien planeado ataque a la familia como estructura a abatir, pensado por tenebrosas organizaciones que se consideran “iluminadas” para cambiar el mundo y convertirlo en una distopía como la que imaginaron Orwell en su 1984 o Huxley en su espantoso Mundo feliz.


Quizás estemos a tiempo de evitarlo. Al menos piensen sobre ello.

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