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En un episodio único en la historia universal, la nación marroquí reivindicó su Sahara con una marcha pacífica sobre sus legítimas posesiones

La epopeya marroquí de la Marcha Verde

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En esta semana se cumplen 43 años de la Marcha Verde, episodio que dio inicio a un longevo conflicto absolutamente artificial. Como subproducto de la guerra fría, la Argelia al servicio de los intereses soviéticos, que había fusilado sin razón a los gestores de una embrionaria guerrilla argentina, instrumentó a un grupo de magrebíes para servir a sus intereses geopolíticos.


El fracaso de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, saben los enterados, fue responsabilidad de quienes apadrinaron el movimiento desde Argel. Lo sentenció el mismo Che cuando recriminó a Massetti por haber empezado la liberación de un pueblo fusilando.


Dijo un pensador con ironía que incluso el pasado puede modificarse; algo que los historiadores no paran de demostrarlo. Puede aplicarse la frase a la historia de la Marcha Verde, una epopeya pacifista a través de la cual Marruecos descolonizó el Sáhara español, territorio que le había sido amputado por los colonialistas europeos, a la que muchos historiógrafos pretenden hoy cuando menos devaluar.


Aquella amputación había cortado las antiguas raíces de una nación, los grandes ejes norte-sur que enlazaban su corazón con el valle del río Senegal y hasta con el bucle del rio Níger. Las raíces africanas de varias dinastías marroquíes habían sido cortadas por la siempre infame irrupción colonialista.


Respetar las fronteras de 1956, tras su “independencia”, hubiera sido para Marruecos reconocer que las fronteras impuestas por el colonialismo son intangibles. . También hubiera sido aceptar como lógico que Marruecos deba dividirse en al menos seis estados pequeños: un estado marroquí, un estado rifeño, un estado libre en Tánger, un estado de Sidi Ifni, un estado de Tarfaya y un estado saharaui, a la inversa del caso del virreinato español del Río de la Plata que hoy está dividido en cuatro países sudamericanos: Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia.


La ficción del Sáhara Occidental creada por los españoles dividía Marruecos, del mismo modo que la ficción del virreinato del Río de la Plata unía cuatro países que hoy tienen diferentes identidades en Sudamérica.


Precisamente un día como hoy, 43 años atrás, se iniciaba el gran momento de la historia marroquí. Era el momento de restablecer, como lo dijera entonces el rey de Marruecos, las raíces de un árbol cuyos follajes habían alcanzado el Mediterráneo, e incluso lo habían traspuesto bajo el liderazgo almorávide. El rey Hassan II de Marruecos aprovechó en aquellos días la crisis política de España en los últimos días del régimen franquista, anunciando que crearía impuestos para sufragar los gastos urgentes de una expedición popular para recuperar ese territorio ancestral. Marruecos llamó a esta acción la Marcha Verde, «porque en las costumbres islámicas el color verde simboliza la paz y la buena voluntad».

La integración del territorio saharaui por parte de Marruecos era, a pesar de la lucha del creado Frente para la Liberación de Saguia el Hamma y Rio de Oro (Frente Polisario), liderado por Mustafá Sayed, un hecho consumado, incluso antes de iniciar el camino.


El 10 de noviembre de 1975, el rey marroquí anunció por fin que «desocuparía el Sahara español y retrocedería nuevamente a las antiguas posiciones de Tarfaya».


La meta trazada, bajo la presión de aquella Marcha, era negociar los territorios con el Gobierno español: «No hay ni vencedores ni vencidos, sino más bien dos países que abren una nueva etapa en sus relaciones», dijo el rey.

Poco antes, un fallo de La Haya que luego sería tergiversado por los enemigos de Rabat, había reconocido que el Sultán de Marruecos siempre ejerció autoridad sobre las tribus nómadas que deambulaban por ese desierto. Hubiera sido absurdo desconocerlo, tanto como desconocer que alguna vez existió un imperio marroquí denominado almorávide, gestado en una confederación de estas tribus.


Fundado por la unión de tribus bereberes del Sahara, este imperio extendió su dominio a lo que hoy es España, controlando ambas riberas. Iba desde el valle del Ebro hasta la Mauritania actual (siglos XI y XII) Varias dinastías de sultanes que gobernaron Marruecos en aquel tiempo surgieron del territorio conocido hoy como Sahara Occidental, aunque algunos pretendan ignorarlo.


Marruecos también recuerda que bajo el reinado de los saadíes (1554-1650), dominó completamente tanto el Sahara occidental como el cinturón del río Níger. Entre los siglos XVI y XVIII la autoridad marroquí se extendió por toda esa región. En esos tiempos, tanto en Gao como en Timbuktu –entonces una ciudad marroquí-, las plegarias de los días viernes se realizaban bajo la autoridad religiosa del sultán de Marruecos, hasta hoy considerado príncipe de los creyentes en muchos de esos parajes. El argumento de que la autoridad religiosa no confiere autoridad política puede rebatirse con facilidad comprobando lo mucho que la religión sigue estando presente en estos países y en todo el mundo musulmán.


Las razones comerciales para el liderazgo marroquí en el Sáhara Occidental, son tan fuertes como las históricas y políticas. Todas las rutas de ese territorio condujeron siempre hacia Marruecos, en cuyas ciudades yacen enterrados la mayoría de los santos o morábitos del Sáhara.


Lo cierto es que a cuatro décadas de aquellos acontecimientos de 1975, el Sáhara Occidental sigue siendo marroquí, y todo parece indicar que tal como lo han señalado reiteradamente sus líderes, lo seguirá siendo hasta el fin de los tiempos.


Esta realidad es tan fuerte, que la retórica radicalizada de los detractores de Marruecos se evidencia como una simple cortina de humo para encubrir el gran negocio que realizan con la supuesta ayuda humanitaria al Sáhara Occidental, modus vivendi de centenares de delegados parásitos y ONG corruptas en todo el mundo.


Hoy 6 de noviembre, el Rey de Marruecos expresó su deseo de abordar la realidad de la división y disgregación que conoce el espacio magrebí, en flagrante e insensata contradicción con cuanto une a esos pueblos con vínculos fraternales, religiosos y linguisticos, así como históricos. Todo conduce a un destino común.


El pasado también es común, recordó Mohammed 6, pues Marruecos fue el más importante defensor de los derechos de Argelia a su independencia. << Quiero asegurar que Marruecos permanece abierto a las propuestas e iniciativas que Argelia podría presentar, con el fin de superar el estado de estancamiento que conocen las relaciones entre los dos países vecinos y hermanos>> Subrayó en su discurso en Rey de Marruecos. A pesar de la enorme parafernalia opuesta, la comunidad internacional ha determinado que el 5 y 6 de diciembre, Marruecos, Argelia, Mauritania y el Frente Polisario deberán llegar a un acuerdo en Ginebra para poner fin a un conflllicto artificial de más de cuatro décadas.

La epopeya marroquí de la Marcha Verde

En un episodio único en la historia universal, la nación marroquí reivindicó su Sahara con una marcha pacífica sobre sus legítimas posesiones
Luis Agüero Wagner
miércoles, 7 de noviembre de 2018, 09:01 h (CET)


En esta semana se cumplen 43 años de la Marcha Verde, episodio que dio inicio a un longevo conflicto absolutamente artificial. Como subproducto de la guerra fría, la Argelia al servicio de los intereses soviéticos, que había fusilado sin razón a los gestores de una embrionaria guerrilla argentina, instrumentó a un grupo de magrebíes para servir a sus intereses geopolíticos.


El fracaso de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, saben los enterados, fue responsabilidad de quienes apadrinaron el movimiento desde Argel. Lo sentenció el mismo Che cuando recriminó a Massetti por haber empezado la liberación de un pueblo fusilando.


Dijo un pensador con ironía que incluso el pasado puede modificarse; algo que los historiadores no paran de demostrarlo. Puede aplicarse la frase a la historia de la Marcha Verde, una epopeya pacifista a través de la cual Marruecos descolonizó el Sáhara español, territorio que le había sido amputado por los colonialistas europeos, a la que muchos historiógrafos pretenden hoy cuando menos devaluar.


Aquella amputación había cortado las antiguas raíces de una nación, los grandes ejes norte-sur que enlazaban su corazón con el valle del río Senegal y hasta con el bucle del rio Níger. Las raíces africanas de varias dinastías marroquíes habían sido cortadas por la siempre infame irrupción colonialista.


Respetar las fronteras de 1956, tras su “independencia”, hubiera sido para Marruecos reconocer que las fronteras impuestas por el colonialismo son intangibles. . También hubiera sido aceptar como lógico que Marruecos deba dividirse en al menos seis estados pequeños: un estado marroquí, un estado rifeño, un estado libre en Tánger, un estado de Sidi Ifni, un estado de Tarfaya y un estado saharaui, a la inversa del caso del virreinato español del Río de la Plata que hoy está dividido en cuatro países sudamericanos: Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia.


La ficción del Sáhara Occidental creada por los españoles dividía Marruecos, del mismo modo que la ficción del virreinato del Río de la Plata unía cuatro países que hoy tienen diferentes identidades en Sudamérica.


Precisamente un día como hoy, 43 años atrás, se iniciaba el gran momento de la historia marroquí. Era el momento de restablecer, como lo dijera entonces el rey de Marruecos, las raíces de un árbol cuyos follajes habían alcanzado el Mediterráneo, e incluso lo habían traspuesto bajo el liderazgo almorávide. El rey Hassan II de Marruecos aprovechó en aquellos días la crisis política de España en los últimos días del régimen franquista, anunciando que crearía impuestos para sufragar los gastos urgentes de una expedición popular para recuperar ese territorio ancestral. Marruecos llamó a esta acción la Marcha Verde, «porque en las costumbres islámicas el color verde simboliza la paz y la buena voluntad».

La integración del territorio saharaui por parte de Marruecos era, a pesar de la lucha del creado Frente para la Liberación de Saguia el Hamma y Rio de Oro (Frente Polisario), liderado por Mustafá Sayed, un hecho consumado, incluso antes de iniciar el camino.


El 10 de noviembre de 1975, el rey marroquí anunció por fin que «desocuparía el Sahara español y retrocedería nuevamente a las antiguas posiciones de Tarfaya».


La meta trazada, bajo la presión de aquella Marcha, era negociar los territorios con el Gobierno español: «No hay ni vencedores ni vencidos, sino más bien dos países que abren una nueva etapa en sus relaciones», dijo el rey.

Poco antes, un fallo de La Haya que luego sería tergiversado por los enemigos de Rabat, había reconocido que el Sultán de Marruecos siempre ejerció autoridad sobre las tribus nómadas que deambulaban por ese desierto. Hubiera sido absurdo desconocerlo, tanto como desconocer que alguna vez existió un imperio marroquí denominado almorávide, gestado en una confederación de estas tribus.


Fundado por la unión de tribus bereberes del Sahara, este imperio extendió su dominio a lo que hoy es España, controlando ambas riberas. Iba desde el valle del Ebro hasta la Mauritania actual (siglos XI y XII) Varias dinastías de sultanes que gobernaron Marruecos en aquel tiempo surgieron del territorio conocido hoy como Sahara Occidental, aunque algunos pretendan ignorarlo.


Marruecos también recuerda que bajo el reinado de los saadíes (1554-1650), dominó completamente tanto el Sahara occidental como el cinturón del río Níger. Entre los siglos XVI y XVIII la autoridad marroquí se extendió por toda esa región. En esos tiempos, tanto en Gao como en Timbuktu –entonces una ciudad marroquí-, las plegarias de los días viernes se realizaban bajo la autoridad religiosa del sultán de Marruecos, hasta hoy considerado príncipe de los creyentes en muchos de esos parajes. El argumento de que la autoridad religiosa no confiere autoridad política puede rebatirse con facilidad comprobando lo mucho que la religión sigue estando presente en estos países y en todo el mundo musulmán.


Las razones comerciales para el liderazgo marroquí en el Sáhara Occidental, son tan fuertes como las históricas y políticas. Todas las rutas de ese territorio condujeron siempre hacia Marruecos, en cuyas ciudades yacen enterrados la mayoría de los santos o morábitos del Sáhara.


Lo cierto es que a cuatro décadas de aquellos acontecimientos de 1975, el Sáhara Occidental sigue siendo marroquí, y todo parece indicar que tal como lo han señalado reiteradamente sus líderes, lo seguirá siendo hasta el fin de los tiempos.


Esta realidad es tan fuerte, que la retórica radicalizada de los detractores de Marruecos se evidencia como una simple cortina de humo para encubrir el gran negocio que realizan con la supuesta ayuda humanitaria al Sáhara Occidental, modus vivendi de centenares de delegados parásitos y ONG corruptas en todo el mundo.


Hoy 6 de noviembre, el Rey de Marruecos expresó su deseo de abordar la realidad de la división y disgregación que conoce el espacio magrebí, en flagrante e insensata contradicción con cuanto une a esos pueblos con vínculos fraternales, religiosos y linguisticos, así como históricos. Todo conduce a un destino común.


El pasado también es común, recordó Mohammed 6, pues Marruecos fue el más importante defensor de los derechos de Argelia a su independencia. << Quiero asegurar que Marruecos permanece abierto a las propuestas e iniciativas que Argelia podría presentar, con el fin de superar el estado de estancamiento que conocen las relaciones entre los dos países vecinos y hermanos>> Subrayó en su discurso en Rey de Marruecos. A pesar de la enorme parafernalia opuesta, la comunidad internacional ha determinado que el 5 y 6 de diciembre, Marruecos, Argelia, Mauritania y el Frente Polisario deberán llegar a un acuerdo en Ginebra para poner fin a un conflllicto artificial de más de cuatro décadas.

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