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J. Skibinsky, Islas Baleares

Odio, por que sí

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La conocí hace dos años, casualmente, en la puerta de los juzgados de Vía Alemania. Salía de allí con cierto enfado luego de poner una denuncia por la aparición de pasquines callejeros con mi fotografía, acusándome de presidir una asociación de maltratadores, algo totalmente falso, y sospechando que era obra de feministas radicales de género, en contra de un escrito mío anterior.



Ella me miró y yo a ella. Se acercó hasta mi moto y tomó mi matrícula, yo amagué con sacarle una foto. Me increpó, le contesté, luego me fui. A las pocas semanas me la encuentro en la calle hablando con mi mujer, se conocían. Ella me recordó aquel encuentro y, a modo de disculpa, me dijo que se sentía perseguida por una denuncia en su contra de sus compañeros de la Policía Local por homofobia. Le comenté que yo también me sentía perseguido. Entendimos mutuamente la situación. Allí quedó todo, hasta hace unos meses.



Una carta suya en prensa digital me critica duramente y sin razón por mi denuncia a la Consellera de Igualdad del Gobierno Balear, Nina Parrón, demostrando que para ser la única integrante del departamento de delitos de odio de la Policía Local de Palma, Sonia Vivas, tiene mucho odio dentro.



No me extraña que ahora quiera ser política de Podemos y salgan declaraciones suyas anteriores diciendo que “esa gente (de Podemos) son escoria”. La catadura moral de una persona se puede medir por la coherencia de sus convicciones. Imposible así confiar en ella. Sonia Vivas queda retratada.

Odio, por que sí

J. Skibinsky, Islas Baleares
Lectores
domingo, 7 de octubre de 2018, 21:18 h (CET)

La conocí hace dos años, casualmente, en la puerta de los juzgados de Vía Alemania. Salía de allí con cierto enfado luego de poner una denuncia por la aparición de pasquines callejeros con mi fotografía, acusándome de presidir una asociación de maltratadores, algo totalmente falso, y sospechando que era obra de feministas radicales de género, en contra de un escrito mío anterior.



Ella me miró y yo a ella. Se acercó hasta mi moto y tomó mi matrícula, yo amagué con sacarle una foto. Me increpó, le contesté, luego me fui. A las pocas semanas me la encuentro en la calle hablando con mi mujer, se conocían. Ella me recordó aquel encuentro y, a modo de disculpa, me dijo que se sentía perseguida por una denuncia en su contra de sus compañeros de la Policía Local por homofobia. Le comenté que yo también me sentía perseguido. Entendimos mutuamente la situación. Allí quedó todo, hasta hace unos meses.



Una carta suya en prensa digital me critica duramente y sin razón por mi denuncia a la Consellera de Igualdad del Gobierno Balear, Nina Parrón, demostrando que para ser la única integrante del departamento de delitos de odio de la Policía Local de Palma, Sonia Vivas, tiene mucho odio dentro.



No me extraña que ahora quiera ser política de Podemos y salgan declaraciones suyas anteriores diciendo que “esa gente (de Podemos) son escoria”. La catadura moral de una persona se puede medir por la coherencia de sus convicciones. Imposible así confiar en ella. Sonia Vivas queda retratada.

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