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Por fin, el partido hegemónico de la derecha española decidió dejar a sus bases —mediante los compromisarios— la decisión de investir a su presidente

Aznar venció a Rajoy

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Dos formas de entender España en el marcho liberal-conservador. Dos formas de entender el propio marco liberal-conservador. Dos almas, representadas por rostros más jóvenes y conocidos, que no dejan de evidenciar la tensión Aznar-Rajoy presente desde el Congreso de Valencia de 2008.


Aznar ha vencido a Rajoy. Hoy, Aznar no lleva bigote, esboza una sonrisa más dulce y tiene una mirada más clara: hoy, Aznar se llama Pablo Casado. Casado une los vectores más conservadores del PP, como Aguirre, San Gil o FAES con nombres prestigiosos y alejados de la rancidez con la que ha flirteado durante su carrera política —véase Hazte Oír—, como Maroto o Levy. A fin de cuentas, Casado es el heredero de aquel que refundó el PP y lo convirtió en el partido de Estado que conocemos hoy. Al fin y al cabo, Casado es el prototipo de militante popular.


El partido ha despedido a su líder durante catorce años con ciertos recelos. La candidata continuista, Sáez de Santamaría, ha sido derrotada por unos valores y unos principios que el PP desdeñó en Valencia y que establecieron la primera gran muralla entre sus militantes. Sáez de Santamaría está muy desgastada desde su puesto de vicepresidenta, pero la rodea un halo de tecnocracia y moderación muy codiciado en la política española actual. Sin lugar a dudas, las urnas han expulsado a una mujer que pretendía prolongar la etapa de Rajoy sin los complejos de éste; y esto se podría haber traducido en, tal vez, un incremento del nicho de votantes.


La política ficción es un género literario apasionante; pero no realista. La realidad es que ha vencido Casado. Él siempre ha mantenido lazos con el aznarismo, el aguirrismo y demás vertientes a la derecha de la “P” derecha del PP. No se esconde: ha advertido su postura crítica con la ley del aborto, ha reprochado a su partido su papel en Cataluña, se ha abalanzado con arrojo sobre los impuestos que él considera injustos, ha puesto en valor la educación concertada… En definitiva, tiene un proyecto de España y no quiere improvisar cual tecnócrata; cual Rajoy y cual Sáez de Santamaría. La melodía de su plan suena parecida a VOX y puede engrosar los puntos de Ciudadanos con más firmeza y menos CIS.


Quienes han de preocuparse por el coronamiento de Casado es VOX —si es que alguna vez se tuvieron que preocupar de algo— y, sobre todo, Ciudadanos. El partido naranja nació y, años después, engordó desmesuradamente con el conflicto catalán. Ahora, con alguien que no hace de la paciencia y la inactividad su primera herramienta política, puede aparecer un competidor serio que viene otorgar la paternidad a los hijos del PP que Rajoy dejó huérfanos. No nos olvidemos de que entre Aznar y Ciudadanos hay un silente idilio; y el voto aznarista ha sido deseado por los naranjas. Empero, aunque la lucha se esté librando en el centro-derecha, dudo que su victoria asalte al otro lado del tablero; de tal forma que las formaciones que han desahuciado a Rajoy de la Moncloa no concederán nunca el crédito a Casado para entrar en el gobierno.


Ayer, estuvimos ante un Pablo Casado que se cree presidente de España. No ha tardado en exponer su programa de gobierno, en lanzar dardos a los que “se supone son aliados del gobierno” y, como es normal, se ha deshecho en críticas con el joven gobierno socialista de Pedro Sánchez. Habrá que estar atentos a la resurrección de Aznar, pues estamos en una sociedad que apostó la victoria de Clinton, el SÍ en el referéndum de Colombia, el NO en el referéndum del Brexit, dio por muerto a Pedro Sánchez… y erró siempre.

Aznar venció a Rajoy

Por fin, el partido hegemónico de la derecha española decidió dejar a sus bases —mediante los compromisarios— la decisión de investir a su presidente
Marcos Carrascal Castillo
domingo, 22 de julio de 2018, 11:45 h (CET)

Dos formas de entender España en el marcho liberal-conservador. Dos formas de entender el propio marco liberal-conservador. Dos almas, representadas por rostros más jóvenes y conocidos, que no dejan de evidenciar la tensión Aznar-Rajoy presente desde el Congreso de Valencia de 2008.


Aznar ha vencido a Rajoy. Hoy, Aznar no lleva bigote, esboza una sonrisa más dulce y tiene una mirada más clara: hoy, Aznar se llama Pablo Casado. Casado une los vectores más conservadores del PP, como Aguirre, San Gil o FAES con nombres prestigiosos y alejados de la rancidez con la que ha flirteado durante su carrera política —véase Hazte Oír—, como Maroto o Levy. A fin de cuentas, Casado es el heredero de aquel que refundó el PP y lo convirtió en el partido de Estado que conocemos hoy. Al fin y al cabo, Casado es el prototipo de militante popular.


El partido ha despedido a su líder durante catorce años con ciertos recelos. La candidata continuista, Sáez de Santamaría, ha sido derrotada por unos valores y unos principios que el PP desdeñó en Valencia y que establecieron la primera gran muralla entre sus militantes. Sáez de Santamaría está muy desgastada desde su puesto de vicepresidenta, pero la rodea un halo de tecnocracia y moderación muy codiciado en la política española actual. Sin lugar a dudas, las urnas han expulsado a una mujer que pretendía prolongar la etapa de Rajoy sin los complejos de éste; y esto se podría haber traducido en, tal vez, un incremento del nicho de votantes.


La política ficción es un género literario apasionante; pero no realista. La realidad es que ha vencido Casado. Él siempre ha mantenido lazos con el aznarismo, el aguirrismo y demás vertientes a la derecha de la “P” derecha del PP. No se esconde: ha advertido su postura crítica con la ley del aborto, ha reprochado a su partido su papel en Cataluña, se ha abalanzado con arrojo sobre los impuestos que él considera injustos, ha puesto en valor la educación concertada… En definitiva, tiene un proyecto de España y no quiere improvisar cual tecnócrata; cual Rajoy y cual Sáez de Santamaría. La melodía de su plan suena parecida a VOX y puede engrosar los puntos de Ciudadanos con más firmeza y menos CIS.


Quienes han de preocuparse por el coronamiento de Casado es VOX —si es que alguna vez se tuvieron que preocupar de algo— y, sobre todo, Ciudadanos. El partido naranja nació y, años después, engordó desmesuradamente con el conflicto catalán. Ahora, con alguien que no hace de la paciencia y la inactividad su primera herramienta política, puede aparecer un competidor serio que viene otorgar la paternidad a los hijos del PP que Rajoy dejó huérfanos. No nos olvidemos de que entre Aznar y Ciudadanos hay un silente idilio; y el voto aznarista ha sido deseado por los naranjas. Empero, aunque la lucha se esté librando en el centro-derecha, dudo que su victoria asalte al otro lado del tablero; de tal forma que las formaciones que han desahuciado a Rajoy de la Moncloa no concederán nunca el crédito a Casado para entrar en el gobierno.


Ayer, estuvimos ante un Pablo Casado que se cree presidente de España. No ha tardado en exponer su programa de gobierno, en lanzar dardos a los que “se supone son aliados del gobierno” y, como es normal, se ha deshecho en críticas con el joven gobierno socialista de Pedro Sánchez. Habrá que estar atentos a la resurrección de Aznar, pues estamos en una sociedad que apostó la victoria de Clinton, el SÍ en el referéndum de Colombia, el NO en el referéndum del Brexit, dio por muerto a Pedro Sánchez… y erró siempre.

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