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Patxo Palacios

El populismo de Caldera y el SMI

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La semana pasada el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, salía a la palestra ufano y radiante para anunciar una subida para 2006 del Salario Mínimo Interprofesional superior al 5%, que situará éste en 540 € al mes aproximadamente. De los 513 € actuales , el Ejecutivo de ZP se acerca así paulatinamente a los 600 € prometidos para el final de la presente legislatura.

Y todos felices y contentos … bien por el ministro campeón. Pues no, esta medida es más populista, más efectista que efectiva en opinión de uno. Primero, porque coarta la posibilidad para cualquier empleador de ofrecer cualquier puesto de trabajo por debajo de ese importe, con lo que esa medida puede desfavorecer la creación de empleo de trabajadores sin cualificar.

Segundo, es precisamente a estos trabajadores, a los que esta medida, en principio, más pretendería favorecer, a los que más puede perjudicar en no pocas ocasiones.

Me explico, al aumentar el salario mínimo, un empresario que deba contratar a un trabajador de poca cualificación, como ya está impelido por ley a pagarle mínimo 540 €, seguramente opte por contratar a otro más cualificado por poco más dinero, ya que las diferencias entre las distintas categorías profesionales se han acortado. Así, por un salario un poco superior, las prestaciones de ese empleado serán bastante mejores que las que le ofrecía el otro.

Nuestro gozo en un pozo, señor ministro.

Cierto es que se han desvinculado del SMI un paquete de ayudas y subvenciones (unas 30) asociados a vivienda y educación, básicamente, para minimizar el impacto de esta medida. Así, se ha creado el ampuloso Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples, (IPREM), que toma como punto de partida al actual SMI y lo ‘modulará’.

Sin embargo, limita la libertad de mercado, lo cual siempre es un mal principio; definir la dignidad del ser humano en la cifra del salario que perciba tampoco es de recibo; hay muchas otras medidas: creación de valor, investigación y desarrollo, incentivos a la productividad, por ejemplo que hacen más por el progreso y el bienestar social que medidas como ésta.

Siempre será mejor enseñar a pescar que dar pescado, ¿no?

En todo caso, ésta y otras herramientas de ‘justicia social’, no suelen funcionar … en mercados dinámicos e interrelacionados, como más o menos es el nuestro.

Hay problemas más acuciantes: el mercado del suelo y la vivienda, por ejemplo; en este país siguen siendo coto privado de especuladores y tecnócratas. ¡Menos regulación, más libertad! … los usuarios saldremos ganando.

El populismo de Caldera y el SMI

Patxo Palacios
Patxo Palacios
miércoles, 21 de diciembre de 2005, 00:15 h (CET)
La semana pasada el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, salía a la palestra ufano y radiante para anunciar una subida para 2006 del Salario Mínimo Interprofesional superior al 5%, que situará éste en 540 € al mes aproximadamente. De los 513 € actuales , el Ejecutivo de ZP se acerca así paulatinamente a los 600 € prometidos para el final de la presente legislatura.

Y todos felices y contentos … bien por el ministro campeón. Pues no, esta medida es más populista, más efectista que efectiva en opinión de uno. Primero, porque coarta la posibilidad para cualquier empleador de ofrecer cualquier puesto de trabajo por debajo de ese importe, con lo que esa medida puede desfavorecer la creación de empleo de trabajadores sin cualificar.

Segundo, es precisamente a estos trabajadores, a los que esta medida, en principio, más pretendería favorecer, a los que más puede perjudicar en no pocas ocasiones.

Me explico, al aumentar el salario mínimo, un empresario que deba contratar a un trabajador de poca cualificación, como ya está impelido por ley a pagarle mínimo 540 €, seguramente opte por contratar a otro más cualificado por poco más dinero, ya que las diferencias entre las distintas categorías profesionales se han acortado. Así, por un salario un poco superior, las prestaciones de ese empleado serán bastante mejores que las que le ofrecía el otro.

Nuestro gozo en un pozo, señor ministro.

Cierto es que se han desvinculado del SMI un paquete de ayudas y subvenciones (unas 30) asociados a vivienda y educación, básicamente, para minimizar el impacto de esta medida. Así, se ha creado el ampuloso Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples, (IPREM), que toma como punto de partida al actual SMI y lo ‘modulará’.

Sin embargo, limita la libertad de mercado, lo cual siempre es un mal principio; definir la dignidad del ser humano en la cifra del salario que perciba tampoco es de recibo; hay muchas otras medidas: creación de valor, investigación y desarrollo, incentivos a la productividad, por ejemplo que hacen más por el progreso y el bienestar social que medidas como ésta.

Siempre será mejor enseñar a pescar que dar pescado, ¿no?

En todo caso, ésta y otras herramientas de ‘justicia social’, no suelen funcionar … en mercados dinámicos e interrelacionados, como más o menos es el nuestro.

Hay problemas más acuciantes: el mercado del suelo y la vivienda, por ejemplo; en este país siguen siendo coto privado de especuladores y tecnócratas. ¡Menos regulación, más libertad! … los usuarios saldremos ganando.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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