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La sociedad civil tiene que articularse más y mejor de lo que lo hace hasta ahora

Juez Grande Marlaska: La corrupción es la peor deslealtad a lo público

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Grandemarlaskaministeriojunio


El pasado 16 de febrero, en el salón noble de la Diputació Provincial de Castelló, asistí a la presentación del libro "Ni pena ni miedo", del juez Grande Marlaska. Cuatro meses después, nombrado ministro del Interior en el primer Gobierno Sánchez, es posible que lo que escribí sobre él ese día, hoy alcance otra dimensión.

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La verdad es que la presencia, hace unas horas —a las 19,30 de ayer ya—, del juez Fernando Grande-Marlaska en Castellón, anunciada hace días, ha respondido a las expectativas que de él se esperaban. El salón noble de la Diputación Provincial, para unos 180 asistentes, se ha quedado pequeño, rebasándose el aforo —algunos han tenido que seguir de pie la intervención del magistrado vasco— y quedándose en la calle algunas personas que, quejosas, decían no haberse enterado de que para asistir al acto se necesitaban entradas, tal como exigía la organizadora: Fundació Caixa Castelló.


El motivo del evento ha sido la presentación del libro “Ni pena ni miedo”, escrito por el magistrado de la Audiencia Nacional y miembro del Consejo del Poder Judicial, a propuesta del PP —tal vez por eso, en la sala se percibía una concurrencia mayoritariamente conservadora— y conocido defensor del colectivo LGTBI.


Pero la verdad es que Marlaska, al contrario de lo que le hubiese gustado hacer a Paco Umbral con Mercedes Milá en aquel programa de TV de 1993 —¡cómo pasa el tiempo, Señor!—, no vino a hablar de su libro. Con un interlocutor en frente, ambos sentados y separados por la distancia de una pequeña mesa de cristal, sobre la que reposaban dos vasos de agua, su interrogador le iba realizando una serie de preguntas “guionadas” de las que, a mi juicio —nunca mejor empleada la expresión—, salió airoso e incluso molesto o perturbado si en alguna ocasión se le ponía como modelo de algo. Nos habló más bien de sus vivencias contestando al pequeño examen en base a su formación y las experiencias adquiridas a lo largo de los años en la que no faltó tampoco las citas de algunos autores. Y, a pesar del auditorio, no se anduvo por las ramas a la hora de expresar sus preferencias —¿ideológicas?— sobre lo público o lo privado, el Estado, la Iglesia, la educación… Por eso quiero entresacar algunas de las cosas dichas, para mí muy interesantes, que en la tarde / noche de ayer jueves nos dejó el juez:


—La educación en la ética pública, en valores ciudadanos…, sirve para que la gente sea feliz sea cual sea su condición sexual, de género, de raza, de discapacidad. Hay que educar a todos en esos valores.

—Soy un defensor de la educación pública, la sanidad pública… ¿Cuándo hemos empezado realmente a ser libres? Cuando hemos sido educados. El conocimiento, la formación, genera personas libres.

—Es importante normalizar que seamos diferentes, que nadie tenga que hacer un sobresfuerzo para vivir como es.

—Todas las fobias, todas las discriminaciones, son primas hermanas.

—La corrupción es la mayor deslealtad a lo público, sobre todo cuando se comete por parte de los que dicen que están ahí para defender lo público.

—La mafia italiana consiguió más beneficios inoculándose entre la clase política que con sus prácticas puramente mafiosas

—La corrupción y el terrorismo, que pueden equipararse, son las dos peores cosas que le pueden ocurrir a un Estado de derecho.

—La sociedad civil tiene que articularse más y mejor de lo que lo hace hasta ahora. La sociedad tiene que ser participativa.

—La salud de una sociedad puede medirse también por el trato que damos a los animales.

—Soy defensor de la enseñanza pública —la concertada se sustenta con fondos públicos—, de la libertad de conciencia y defensor de la separación Iglesia / Estado. En eso me considero francófono y en este sentido bebo del espíritu de la República Francesa…


Creo que es suficiente con lo que aquí he expuesto, a modo de crónica, aunque Grande Marlaska se refirió a otros temas interesantes. ¿Cuál es mi conclusión? Pues que creo que a todos nos gustaría tener más jueces/zas con estos principios y pensamientos.

Juez Grande Marlaska: La corrupción es la peor deslealtad a lo público

La sociedad civil tiene que articularse más y mejor de lo que lo hace hasta ahora
Carlos Laguna
jueves, 7 de junio de 2018, 06:59 h (CET)

Grandemarlaskaministeriojunio


El pasado 16 de febrero, en el salón noble de la Diputació Provincial de Castelló, asistí a la presentación del libro "Ni pena ni miedo", del juez Grande Marlaska. Cuatro meses después, nombrado ministro del Interior en el primer Gobierno Sánchez, es posible que lo que escribí sobre él ese día, hoy alcance otra dimensión.

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La verdad es que la presencia, hace unas horas —a las 19,30 de ayer ya—, del juez Fernando Grande-Marlaska en Castellón, anunciada hace días, ha respondido a las expectativas que de él se esperaban. El salón noble de la Diputación Provincial, para unos 180 asistentes, se ha quedado pequeño, rebasándose el aforo —algunos han tenido que seguir de pie la intervención del magistrado vasco— y quedándose en la calle algunas personas que, quejosas, decían no haberse enterado de que para asistir al acto se necesitaban entradas, tal como exigía la organizadora: Fundació Caixa Castelló.


El motivo del evento ha sido la presentación del libro “Ni pena ni miedo”, escrito por el magistrado de la Audiencia Nacional y miembro del Consejo del Poder Judicial, a propuesta del PP —tal vez por eso, en la sala se percibía una concurrencia mayoritariamente conservadora— y conocido defensor del colectivo LGTBI.


Pero la verdad es que Marlaska, al contrario de lo que le hubiese gustado hacer a Paco Umbral con Mercedes Milá en aquel programa de TV de 1993 —¡cómo pasa el tiempo, Señor!—, no vino a hablar de su libro. Con un interlocutor en frente, ambos sentados y separados por la distancia de una pequeña mesa de cristal, sobre la que reposaban dos vasos de agua, su interrogador le iba realizando una serie de preguntas “guionadas” de las que, a mi juicio —nunca mejor empleada la expresión—, salió airoso e incluso molesto o perturbado si en alguna ocasión se le ponía como modelo de algo. Nos habló más bien de sus vivencias contestando al pequeño examen en base a su formación y las experiencias adquiridas a lo largo de los años en la que no faltó tampoco las citas de algunos autores. Y, a pesar del auditorio, no se anduvo por las ramas a la hora de expresar sus preferencias —¿ideológicas?— sobre lo público o lo privado, el Estado, la Iglesia, la educación… Por eso quiero entresacar algunas de las cosas dichas, para mí muy interesantes, que en la tarde / noche de ayer jueves nos dejó el juez:


—La educación en la ética pública, en valores ciudadanos…, sirve para que la gente sea feliz sea cual sea su condición sexual, de género, de raza, de discapacidad. Hay que educar a todos en esos valores.

—Soy un defensor de la educación pública, la sanidad pública… ¿Cuándo hemos empezado realmente a ser libres? Cuando hemos sido educados. El conocimiento, la formación, genera personas libres.

—Es importante normalizar que seamos diferentes, que nadie tenga que hacer un sobresfuerzo para vivir como es.

—Todas las fobias, todas las discriminaciones, son primas hermanas.

—La corrupción es la mayor deslealtad a lo público, sobre todo cuando se comete por parte de los que dicen que están ahí para defender lo público.

—La mafia italiana consiguió más beneficios inoculándose entre la clase política que con sus prácticas puramente mafiosas

—La corrupción y el terrorismo, que pueden equipararse, son las dos peores cosas que le pueden ocurrir a un Estado de derecho.

—La sociedad civil tiene que articularse más y mejor de lo que lo hace hasta ahora. La sociedad tiene que ser participativa.

—La salud de una sociedad puede medirse también por el trato que damos a los animales.

—Soy defensor de la enseñanza pública —la concertada se sustenta con fondos públicos—, de la libertad de conciencia y defensor de la separación Iglesia / Estado. En eso me considero francófono y en este sentido bebo del espíritu de la República Francesa…


Creo que es suficiente con lo que aquí he expuesto, a modo de crónica, aunque Grande Marlaska se refirió a otros temas interesantes. ¿Cuál es mi conclusión? Pues que creo que a todos nos gustaría tener más jueces/zas con estos principios y pensamientos.

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