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Opinión
Etiquetas | Hablemos sin tapujos | Política | Moción de censura | Cataluña
¿Podría resistir España, a la vista de lo que ya está sucediendo incluso antes de que se sustancie la moción de censura, una situación en la que el señor P.Sánchez se haga con el control de la nación?

¿Cuáles serán las consecuencias si gana la moción de censura?

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Puede que lo que le ha pasado a Italia y su situación de inestabilidad, derivada del fracaso de las negociaciones entre la Liga Norte de Salvini y los del M5E de Di Maio, a causa del repudio del presidente de la República, Mattarella, al ministro de Economía, Paolo Savona, propuesto por ambos grupos, encomendándole al señor Carlo Cotarelli la formación de un nuevo gobierno (algo que ha desagrada a los partidos vencedores de las pasadas elecciones italianas), con el objetivo de que contribuya a paliar el nerviosismo existente en la UE y extienda su influencia sobre el mantenimiento del euro. Parece ser que las posibilidades del nuevo candidato respecto a formar un nuevo gobierno en Italia, carecen del apoyo necesario para que tengan éxito; lo que podría dar lugar a un segundo fracaso del señor Mattarella en una sola semana y, en consecuencia, la necesidad de disolver las cámaras y convocar unas nuevas elecciones, seguramente para el mes de julio. Todo ello ha sido, sin duda, el desencadenante de una nueva crisis que ha contribuido a elevar a las nubes la prima de riesgo italiana y a situar al país en una situación límite en lo que respecta a la financiación de su Deuda Pública, debido a que los inversores, alarmados, están moviendo sus posiciones en el mercado de deuda hacia otros activos que se consideran más seguros.


España está atrapada entre dos frentes. El interno, motivado por el anuncio de la moción de censura anunciada por el señor P.Sánchez con la finalidad de derrocar a Rajoy, sin olvidarnos el peligro constante derivado de los constantes ataques de los soberanistas catalanes para desestabilizar el gobierno de Madrid y de paso seguir presionando al resto de partidos para que vayan cediendo a sus exigencias aunque sean conscientes que no tienen ninguna posibilidad de conseguirlo y, el externo, el que hace referencia a la preocupación que ha despertado en toda Europa la crisis política española. A nadie se le esconde que, todo ello, se debe a un mal cálculo de la Moncloa sobre la situación catalana, sobre la forma en la que debió aplicarse el 155 de manera que hubiera impedido a los independentistas seguir manejando los hilos de la rebelión y, por encima de todo, calcular con tiempo los efectos que la esperada sentencia de una parte del Gürtel iba a tener sobre toda la ciudadanía española, incluidos, evidentemente, los simpatizantes y miembros del PP.


El empecinamiento de don Mariano de no querer ceder el bastón de mando a otra persona capacitada de su propio partido; el retraso en buscarse un relevo y, a la vez cometer la torpeza de intentar mantenerse en el machito pese a los malos vientos que soplan para él y para el PP; no ha servido nada más que para que, la posible victoria de los que ha presentado la moción de censura, sea más apabullante, más indigerible y, por supuesto, más catastrófica para el partido que, con toda seguridad, puede quedar KO por unos cuantos años mientras, por otra parte, España se verá enfrentada, en manos de los socialistas y los comunistas de Podemos, a la desconfianza de toda Europa, algo que ya sucedió en el caso de Grecia, que sigue pagando un alto precio por su intento de enfrentarse a toda la UE. Corremos el serio peligro de que, desde Bruselas, empiecen a pensar que España no podrá seguir aplicando las reformas que se le “recomendaron” (es un decir, evidentemente); que su estabilidad económica va a ir deteriorándose a medida que, los posibles nuevos gobernantes, intenten aplicar sus políticas sociales y deban endeudarse más para poder financiarlas, si es que consiguieran hacerlo; que los empresarios van a empezar a tomar medidas preventivas y a dejar de contratar empleados y a aplazar planes de desarrollo o expansión, ante el temor de que España caiga en manos de gobiernos de tendencia de izquierdas extremas y, el subsiguiente aumento de impuestos, si es que pretenden poder llevar a cabo sus ideas de aumentar, sin medida, los gastos sociales a los que se han comprometido ante los españoles.


Es muy posible que se nos recorten las ayudas de la UE, se cierren las espitas de las inversiones foráneas y que se miren con lupa los créditos que se soliciten del BCE o del BEF que, seguramente, exigirán garantías complementarias para asegurarse el cobre de los intereses, por supuesto superiores a los actuales, y la devolución de los capitales prestados. Ya no hablemos de si llegaran a prosperar los intentos que, precisamente, el presidente italiano Mattarella, con su rechazo al ministro de Economía presentado por los partidos ganadores de las elecciones italianas, está procurando evita con respeto a la salida de Italia del Euro; algo que constituiría, con toda seguridad, la puntilla para la misma continuidad de toda la UE. No nos olvidemos de la postura que vienen sosteniendo los comunistas bolivarianos de Podemos, respecto a la permanencia en el euro y lo que podría suceder si España e Italia se confabulasen para salirse, ambos países, de la moneda europea.


Sin embargo, no parece que los partidos que van a presentar la moción de censura, solamente por una cuestión de intentar que un partido de derechas siga gobernando, no a causa de que le hayan afectado casos de corrupción al actual Gobierno del PP, sino que tuvieron lugar en otras épocas y con diferentes protagonistas, debido a que el partido del PP les impide poner en práctica todas sus políticas ilusorias y disparatadas, basadas en utopías y desconocimientos de las realidades financieras y económicas que afectan a nuestra nación; lo que sitúan a España, evidentemente, fuera de las posibilidades de un país que está en plena recuperación y que debe ponerse a la altura de la competencia internacional en cuanto a productividad y competitividad, de modo que se sitúe a la altura de los del resto de la UE, para tener alguna posibilidad de poder competir con garantías de estar en igualdad con toda la competencia del resto de naciones. ¿Alguien ve en sujetos como Rufián, Pablo Iglesias, Quim Torra, Echeñique o cualquiera de los demagogos que los rodean, llevando adelante a un país que, forzosamente, debe permanecer dentro de la UE si se quiere tener la más mínima posibilidad de sobrevivir? Estamos convencidos de que, ni ellos mismos se tomarían en serio esta posibilidad y, si hablamos de Podemos, ni tan siquiera se lo plantean ya que sus objetivos no es sacar a España de una supuesta situación peligrosa (algo que evidentemente en estos momentos no está ocurriendo) sino que a ellos les cuadra mejor aquella frase de “cuanto peor mejor” por ser la viva imagen de lo que les interesa, sabedores de que cuantos más españoles estén quejosos de su situación, se sientan resentidos en contra del Estado y de aquellos que tengan más riquezas, tanto mejor para la causa comunista que, precisamente, cuando se siente fuerte es cuando puede movilizar a las muchedumbres en contra de lo que ellos califican como “la clase o la casta opresora”.


Los que han calificado el día de mañana de histórico y determinante de los destinos de España, no se equivocan. Y aquí, señores, ya no hablamos de una cuestión de izquierdas o de derechas, porque no es esta la cuestión. En realidad, estamos poniendo en la balanza la posibilidad de que, la España que hemos conocido, que ha sido capaz de mantenerse unida durante más de 500 años y que hemos conseguido gozar de un periodo de más de 80 años de paz, pese a lo que los embaucadores de la llamada Memoria Histórica pretenden hacernos creer; siga la senda de la convivencia, la mejora económica, el trabajo y las libertades, junto a la paz social y a la eliminación del desempleo, algo que hasta hace poco se ha venido consiguiendo, precisamente bajo la dirección de un gobierno de derechas o centro-derecha. Lo que sucede es que, desde que en España nos invadieron una serie de universitarios bregados en las enseñanzas del dictador de Venezuela, la política española va dando tumbos con ayuda de los separatistas catalanes.


Los españoles, y cuando me refiero a ellos, hablo de las personas sensatas, que amamos a nuestro país, amigas del orden y de la seguridad, defensoras de la propiedad privada y de la decencia y la ética o sea, lo que se considera como patriotismo, no deberíamos permitir que unos pocos alborotadores, defensores de la separación de Cataluña de España o que están en contra del cumplimiento de las leyes con las que toda democracia debe contar para garantizar las libertades y los derechos de todos los ciudadanos y no sólo de unas minorías privilegiadas o gritonas y violentas; somos mayoría y, por mucho que se hagan oír, que ocupen las calles o que cometan actos vandálicos de importancia; sólo son minorías que, cuando llega el momento de las urnas, quedan retratadas en sus verdaderos límites y localizaciones. Lo que sucede es que, como está sucediendo en estas últimas legislaturas, una parte de los representantes del pueblo, representantes de minorías políticas, han optado por convertir al Parlamento en una especie de taberna en la que todo está permitido, no se mantiene la más mínima educación en el trato entre sus señorías, las intervenciones adolecen de incontinencia, grosería y falta de educación y el comportamiento, tanto en cuanto al vestuario de algunos de los parlamentarios como a su aspecto físico en general, empiezan a tener un cierto parecido con aquellas comunas francesas posrevolucionarias en las que se imponían el odio, la brutalidad y las malas maneras; aquellas mismas que condenaron a la guillotina a miles de ciudadanos franceses víctimas del odio y el rencor de aquellos que veían en aquella turbas la oportunidad de saciar su sed de venganza.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, en vísperas de que España se juegue a una sola tirada de los dados de la fortuna, su futuro como nación, como democracia y como miembro destacado de la UE; al tiempo que se ponga de manifiesto si el sentido común tiene mayoría o si, por el contrario, los intereses partidarios y los egoísmos individuales son los que acaban dándoles la razón a quienes van a tener en sus manos, si consiguen vencer, el acabar con todo lo que se ha conseguido durante estos ochenta años de paz. ¡Atención, pues!

¿Cuáles serán las consecuencias si gana la moción de censura?

¿Podría resistir España, a la vista de lo que ya está sucediendo incluso antes de que se sustancie la moción de censura, una situación en la que el señor P.Sánchez se haga con el control de la nación?
Miguel Massanet
jueves, 31 de mayo de 2018, 07:31 h (CET)

Puede que lo que le ha pasado a Italia y su situación de inestabilidad, derivada del fracaso de las negociaciones entre la Liga Norte de Salvini y los del M5E de Di Maio, a causa del repudio del presidente de la República, Mattarella, al ministro de Economía, Paolo Savona, propuesto por ambos grupos, encomendándole al señor Carlo Cotarelli la formación de un nuevo gobierno (algo que ha desagrada a los partidos vencedores de las pasadas elecciones italianas), con el objetivo de que contribuya a paliar el nerviosismo existente en la UE y extienda su influencia sobre el mantenimiento del euro. Parece ser que las posibilidades del nuevo candidato respecto a formar un nuevo gobierno en Italia, carecen del apoyo necesario para que tengan éxito; lo que podría dar lugar a un segundo fracaso del señor Mattarella en una sola semana y, en consecuencia, la necesidad de disolver las cámaras y convocar unas nuevas elecciones, seguramente para el mes de julio. Todo ello ha sido, sin duda, el desencadenante de una nueva crisis que ha contribuido a elevar a las nubes la prima de riesgo italiana y a situar al país en una situación límite en lo que respecta a la financiación de su Deuda Pública, debido a que los inversores, alarmados, están moviendo sus posiciones en el mercado de deuda hacia otros activos que se consideran más seguros.


España está atrapada entre dos frentes. El interno, motivado por el anuncio de la moción de censura anunciada por el señor P.Sánchez con la finalidad de derrocar a Rajoy, sin olvidarnos el peligro constante derivado de los constantes ataques de los soberanistas catalanes para desestabilizar el gobierno de Madrid y de paso seguir presionando al resto de partidos para que vayan cediendo a sus exigencias aunque sean conscientes que no tienen ninguna posibilidad de conseguirlo y, el externo, el que hace referencia a la preocupación que ha despertado en toda Europa la crisis política española. A nadie se le esconde que, todo ello, se debe a un mal cálculo de la Moncloa sobre la situación catalana, sobre la forma en la que debió aplicarse el 155 de manera que hubiera impedido a los independentistas seguir manejando los hilos de la rebelión y, por encima de todo, calcular con tiempo los efectos que la esperada sentencia de una parte del Gürtel iba a tener sobre toda la ciudadanía española, incluidos, evidentemente, los simpatizantes y miembros del PP.


El empecinamiento de don Mariano de no querer ceder el bastón de mando a otra persona capacitada de su propio partido; el retraso en buscarse un relevo y, a la vez cometer la torpeza de intentar mantenerse en el machito pese a los malos vientos que soplan para él y para el PP; no ha servido nada más que para que, la posible victoria de los que ha presentado la moción de censura, sea más apabullante, más indigerible y, por supuesto, más catastrófica para el partido que, con toda seguridad, puede quedar KO por unos cuantos años mientras, por otra parte, España se verá enfrentada, en manos de los socialistas y los comunistas de Podemos, a la desconfianza de toda Europa, algo que ya sucedió en el caso de Grecia, que sigue pagando un alto precio por su intento de enfrentarse a toda la UE. Corremos el serio peligro de que, desde Bruselas, empiecen a pensar que España no podrá seguir aplicando las reformas que se le “recomendaron” (es un decir, evidentemente); que su estabilidad económica va a ir deteriorándose a medida que, los posibles nuevos gobernantes, intenten aplicar sus políticas sociales y deban endeudarse más para poder financiarlas, si es que consiguieran hacerlo; que los empresarios van a empezar a tomar medidas preventivas y a dejar de contratar empleados y a aplazar planes de desarrollo o expansión, ante el temor de que España caiga en manos de gobiernos de tendencia de izquierdas extremas y, el subsiguiente aumento de impuestos, si es que pretenden poder llevar a cabo sus ideas de aumentar, sin medida, los gastos sociales a los que se han comprometido ante los españoles.


Es muy posible que se nos recorten las ayudas de la UE, se cierren las espitas de las inversiones foráneas y que se miren con lupa los créditos que se soliciten del BCE o del BEF que, seguramente, exigirán garantías complementarias para asegurarse el cobre de los intereses, por supuesto superiores a los actuales, y la devolución de los capitales prestados. Ya no hablemos de si llegaran a prosperar los intentos que, precisamente, el presidente italiano Mattarella, con su rechazo al ministro de Economía presentado por los partidos ganadores de las elecciones italianas, está procurando evita con respeto a la salida de Italia del Euro; algo que constituiría, con toda seguridad, la puntilla para la misma continuidad de toda la UE. No nos olvidemos de la postura que vienen sosteniendo los comunistas bolivarianos de Podemos, respecto a la permanencia en el euro y lo que podría suceder si España e Italia se confabulasen para salirse, ambos países, de la moneda europea.


Sin embargo, no parece que los partidos que van a presentar la moción de censura, solamente por una cuestión de intentar que un partido de derechas siga gobernando, no a causa de que le hayan afectado casos de corrupción al actual Gobierno del PP, sino que tuvieron lugar en otras épocas y con diferentes protagonistas, debido a que el partido del PP les impide poner en práctica todas sus políticas ilusorias y disparatadas, basadas en utopías y desconocimientos de las realidades financieras y económicas que afectan a nuestra nación; lo que sitúan a España, evidentemente, fuera de las posibilidades de un país que está en plena recuperación y que debe ponerse a la altura de la competencia internacional en cuanto a productividad y competitividad, de modo que se sitúe a la altura de los del resto de la UE, para tener alguna posibilidad de poder competir con garantías de estar en igualdad con toda la competencia del resto de naciones. ¿Alguien ve en sujetos como Rufián, Pablo Iglesias, Quim Torra, Echeñique o cualquiera de los demagogos que los rodean, llevando adelante a un país que, forzosamente, debe permanecer dentro de la UE si se quiere tener la más mínima posibilidad de sobrevivir? Estamos convencidos de que, ni ellos mismos se tomarían en serio esta posibilidad y, si hablamos de Podemos, ni tan siquiera se lo plantean ya que sus objetivos no es sacar a España de una supuesta situación peligrosa (algo que evidentemente en estos momentos no está ocurriendo) sino que a ellos les cuadra mejor aquella frase de “cuanto peor mejor” por ser la viva imagen de lo que les interesa, sabedores de que cuantos más españoles estén quejosos de su situación, se sientan resentidos en contra del Estado y de aquellos que tengan más riquezas, tanto mejor para la causa comunista que, precisamente, cuando se siente fuerte es cuando puede movilizar a las muchedumbres en contra de lo que ellos califican como “la clase o la casta opresora”.


Los que han calificado el día de mañana de histórico y determinante de los destinos de España, no se equivocan. Y aquí, señores, ya no hablamos de una cuestión de izquierdas o de derechas, porque no es esta la cuestión. En realidad, estamos poniendo en la balanza la posibilidad de que, la España que hemos conocido, que ha sido capaz de mantenerse unida durante más de 500 años y que hemos conseguido gozar de un periodo de más de 80 años de paz, pese a lo que los embaucadores de la llamada Memoria Histórica pretenden hacernos creer; siga la senda de la convivencia, la mejora económica, el trabajo y las libertades, junto a la paz social y a la eliminación del desempleo, algo que hasta hace poco se ha venido consiguiendo, precisamente bajo la dirección de un gobierno de derechas o centro-derecha. Lo que sucede es que, desde que en España nos invadieron una serie de universitarios bregados en las enseñanzas del dictador de Venezuela, la política española va dando tumbos con ayuda de los separatistas catalanes.


Los españoles, y cuando me refiero a ellos, hablo de las personas sensatas, que amamos a nuestro país, amigas del orden y de la seguridad, defensoras de la propiedad privada y de la decencia y la ética o sea, lo que se considera como patriotismo, no deberíamos permitir que unos pocos alborotadores, defensores de la separación de Cataluña de España o que están en contra del cumplimiento de las leyes con las que toda democracia debe contar para garantizar las libertades y los derechos de todos los ciudadanos y no sólo de unas minorías privilegiadas o gritonas y violentas; somos mayoría y, por mucho que se hagan oír, que ocupen las calles o que cometan actos vandálicos de importancia; sólo son minorías que, cuando llega el momento de las urnas, quedan retratadas en sus verdaderos límites y localizaciones. Lo que sucede es que, como está sucediendo en estas últimas legislaturas, una parte de los representantes del pueblo, representantes de minorías políticas, han optado por convertir al Parlamento en una especie de taberna en la que todo está permitido, no se mantiene la más mínima educación en el trato entre sus señorías, las intervenciones adolecen de incontinencia, grosería y falta de educación y el comportamiento, tanto en cuanto al vestuario de algunos de los parlamentarios como a su aspecto físico en general, empiezan a tener un cierto parecido con aquellas comunas francesas posrevolucionarias en las que se imponían el odio, la brutalidad y las malas maneras; aquellas mismas que condenaron a la guillotina a miles de ciudadanos franceses víctimas del odio y el rencor de aquellos que veían en aquella turbas la oportunidad de saciar su sed de venganza.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, en vísperas de que España se juegue a una sola tirada de los dados de la fortuna, su futuro como nación, como democracia y como miembro destacado de la UE; al tiempo que se ponga de manifiesto si el sentido común tiene mayoría o si, por el contrario, los intereses partidarios y los egoísmos individuales son los que acaban dándoles la razón a quienes van a tener en sus manos, si consiguen vencer, el acabar con todo lo que se ha conseguido durante estos ochenta años de paz. ¡Atención, pues!

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