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“El buen vivir es la prefiguración de una muerte en paz”. En nuestros días nos encontramos ante diversas situaciones que nos abruman y hacen del existir una impermanencia perenne donde todo es cada vez más una levedad que se olvida como las hojas secas llevadas al espacio por el viento, sin saber cuán grande es la profundidad e inmensidad de una vida que se va.
Debemos tenerlo claro, nada se domina y todo se labra. El amor es el mejor de los laboreos. En un mundo cada día más ruidoso, urge acogerse y recogerse interiormente para cultivar el silencio y poder llenarse de savia, no de violencia; que la vida es para conservarla con mirada radiante y conversarla con abecedarios comprensivos y lenguajes entendibles.
Hace poco se me ocurrió subir un video a mi 'tiktok' diciendo frases de esas filosóficas que se me ocurren de vez en cuando, ya sabéis, uno de esos días que me siento transcendental. Un amigo me preguntó si me había ocurrido algo, más que nada, porque comenzaba diciendo que no podía afirmar que la vida fuese siempre maravillosa. A mí me sorprendió que me hiciese esa pregunta, ya que… es obvio que la vida no siempre es maravillosa.
En nuestro último artículo titulado “Discerniendo la crucial diferencia existencial entre angustia y frustración” nos enfocamos en la diferencia conceptual de “angustia” de “frustración”, indicando a grandes rasgos que la angustia se refiere más bien a un sentimiento preponderantemente de ansiedad que surge cuando nos enfrentamos a la incertidumbre propia del sentido (o de la falta de sentido) ante la certeza de la finitud y la reflexión (si es que se da).
Desde el campo de la biología se define la vida como la capacidad de nacer, respirar, desarrollarse, procrear, evolucionar y morir. Cuando se ve desde fuera podemos considerarlo como un espectáculo impresionante. Pero cuando participas de alguna forma de su nacimiento, el hecho se convierte en una vivencia maravillosa e inimitable.
Hola, buenos días, calentador. Ahí fuera, ya sabes, hace un frío que pela. He puesto la radio, pero la he quitado porque estoy hasta el gorro de estadísticas, somos una sociedad apresada por las estadísticas que el poder de las mil formas y trucos, nos da la tabarra todas las mañanas y parte del mediodía y cierra con buenas noches.
El riesgo de vivir es a la vez entrañable, azaroso y acuciante. Es intransferible, lo que vive cada uno discurre con matizaciones imperceptibles para el resto, por supuesto en cuanto a la intimidad, pero también en las actuaciones públicas. Ni qué decir en lo referente al carácter incierto de las vicisitudes, se extiende a las actuaciones propias cuyo alcance real no controlamos.
El ser humano siempre ha pretendido ser una especie de dios. Sus aspiraciones pasan por manejar a su antojo el nacimiento, el desarrollo, la vida adulta y la muerte de sus semejantes. Los que tienen el poder político también se afanan en imponer a la sociedad la forma de nacer, vivir, reproducirse o morir a su antojo.
Si hay algo enigmático en el ser humano es que cada uno de los que tenemos el privilegio de haber sido “elegidos” para la vida nos diferenciamos del “otro” física y anímicamente: “la vida que estamos llamados a promover y defender no es un concepto abstracto, sino que se manifiesta siempre en una persona de carne y hueso: un niño recién concebido, un pobre marginado, un enfermo solo y desanimado…” (Papa Francisco).
Tenemos que comprometernos. Es tarea de todos colaborar y cooperar en mejorar la vida. No se debe ignorar la pobreza, la falta de hálito de tantos desfavorecidos y tampoco el sufrimiento de una parte grande de seres humanos. Los Estados han de ser más sociales y democráticos de derecho, sin duda. Nos merecemos una existencia decente.
Los del corazón alegre, que vinieron sonriendo a la vida, del amor disfrutaron en su día, melodías en sus almas escuché, se deshicieron las cosas malas del mundo y se mantiene a Dios, Creador.
A los buscadores de buenas noticias nos gusta más hurgar en la vida de personas concretas que comentar hechos indeterminados fruto de trabajos colectivos. Es decir, nos gusta poner cara a los generadores de situaciones positivas. Hoy me quiero referir a una persona que lleva muchos años en Málaga formando a riadas de muchachas así como transmitiendo buen hacer desde sus dedicaciones profesionales y de voluntariado.
En la era moderna, en la que el trabajo ocupa gran parte del día, muchas actividades que permiten llevar una vida saludable, activa y en plenitud quedan relegadas lamentablemente a un segundo plano. Pero eso no quiere decir que no haya algunas soluciones y recomendaciones que puedan mitigar los efectos negativos y hacer cambiar la situación.
Nos acaba de nacer, hoy mismo el tercer bisnieto, otra rama en el abeto que no deja de crecer.
Marta Alòs acierta cuando escribe: “Está visto que el ser humano no escarmienta ni con aceite hirviendo. Mientras que el calentamiento global hace subir la temperatura de la Tierra y las emisiones de óxido de carbono ya han superado un 1% respecto al año anterior, la estupidez humana sigue sin pararse porque unos dicen, dicen, dicen, que es necesario seguir consumiendo… y hacemos hervir la olla porque la economía no puede detenerse”.
Amor en las venas (Sistema UMA. 2022), el más reciente poemario publicado de Salvador Calva Morales, es un compendio de cincuenta poemas entrelazados por ficción amorosa y erótica, hilo conductor característico en él, pero con una novedad, introduce una vertiente que le es propia por su experiencia con los animales, en especial los salvajes.
Me veo mayor… me veo vieja y con ojeras… me veo gorda y fea, me veo golosa, disimuladora, me veo torpe, yo que soy lista, me veo que fallé, me veo que me duele todo, me veo caída...
La vida no es fácil para nadie. Quizás tengamos que reinventarnos otras maneras de vivir, comenzando por uno mismo, siendo más compresivos y auténticos; porque para estar en una atmósfera integral, se requiere de otros lenguajes más níveos, despojados de todas las miserias humanas.
Las personas que llegan a alcanzar los cien años, sin considerar los años bisiestos, viven 36.500 días y son un porcentaje muy pequeño de toda la población. O, dicho de otro modo, los centenarios han estado vivos 876.000 horas. Esto lo que pone de relieve es que la vida humana, aunque pueda ser larga es más corta de lo que se puede pensar, en un primer momento.
La lluvia resbala por los cristales de mi gran ventanal recordándome que, a pesar del clima primaveral que hemos tenido en pleno mes de noviembre, y de lo triste de las consecuencias del cambio climático, ya ha llegado el invierno.
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