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El inicio de la pubertad es, igualmente, el inicio de nuestro yo personal y social. Seremos lo que nos propongamos y con inteligencia desarrollemos; todo ello bajo el entorno de las normas de convivencia.
Andar otra vez el pasado, mirarlo con nuevos ojos, desahogarse, soltar, perdonar, recordar detalles y, de forma diferente, asumir una postura nueva desde la posibilidad de la reconstrucción cerebral –la cual termina siendo la realidad del pasado para el individuo de hoy–, es lo que la poesía facilita para quien se atreve a modificar lo sucedido desde la mirada del presente.
Recuperar nuestras experiencias es, en cierta forma, contar con la posibilidad de reconfigurar una aproximación más cercana a responder las interrogantes -siempre inquietantes-, sobre quiénes somos en lo más profundo. Cada vez me queda claro, que, por muchos factores, el futuro constantemente nos está hablando, por ello, el pasado es un cruce de caminos que merece ser mirado de nuevas formas.
Tres amigos, José, Norberto y Jacinto, conversaban amenamente, bajo las copiosas sombra de las hojas del jardín de José, y de un inmenso árbol de mango, que sus frutas parecían manzanas, en donde degustaban, unos frijoles molidos con chile y pan francés, y de sobre mesa unas galletas simples.
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