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La teoría de las etapas del duelo fue propuesta por Elisabeth Kübler-Ross en 1969 y hemos visto las dos primeras, ahora veremos la tercera, la negociación. Estas etapas describen muy bien las diversas reacciones emocionales que las personas experimentan cuando enfrentan la pérdida de un ser querido o se enfrentan a situaciones difíciles, pero ni todas las personas pasan por todas las etapas, ni en ese orden ni pueden delimitarse en el tiempo, sino que pueden estar mezcladas también o solaparse.
Cuando se consigue traspasar la primera etapa de incredulidad, no tenemos más remedio que conectarnos con el agudo dolor del darnos cuenta. Y el dolor de la muerte de un ser querido en esta etapa es como si nos alcanzara un rayo. Después de todos nuestros intentos para ignorar la situación, de pronto nos invade toda la conciencia junta de que esa persona murió.
Habla una historia del "Susurro del Adiós": en un pequeño pueblo un anciano sabio que vivía feliz, cuando murió su amada esposa. Ya no se veía la feliz pareja paseando por las calles del pueblo. El buen anciano permaneció en su hogar mirando el retrato de su amada esposa difunta, él se aferraba a la esperanza de que todo era una pesadilla pasajera, un sueño del que pronto despertaría.
Recuerdo que cuando era niño, haciendo un hoyo, un amigo me hizo un corte en un dedo, con la azada de jardín. Salió la sangre a borbotones, pero en ese primer instante no sentí el dolor; el cuerpo hace una vasoconstricción. Luego sí aparece el dolor, respuesta del cuerpo que avisa.
En nuestra interioridad más profunda, espiritualmente, el duelo toca hondo. Aparecen preguntas, sobre a dónde va a quien queríamos y que nos ha dejado, cómo y de qué modo volveremos a encontrarnos con él, con ella. Hay unas fases de ese duelo, primero de caída y luego de resurrección en los sentimientos: un resurgir más tarde, cuando podemos llegar a sentir la presencia de quien nos dejó, algo así como un ángel que nos cuida.
La actitud ante la muerte es muy diversa, según las personas. Hay quien piensa que desaparecemos con nuestras células, y que hay que aferrarse a la vida mientras uno esté bien, y otros pensamos que nuestra alma es inmortal y sigue su camino después de esta experiencia.
Las experiencias místicas cercanas a la muerte (NDE, por sus siglas en inglés) son fenómenos en los que las personas informan haber tenido experiencias notables y trascendentales mientras están al borde de la muerte clínica o durante situaciones de trauma extremo. La historia de Anita Moorjani es significativa: fue diagnosticada con cáncer terminal en 2002 y experimentó un deterioro rápido de su salud.
Algunas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte (ECM) cuentan experiencias subjetivas como la sensación de salir del cuerpo, atravesar un túnel, encontrarse con seres de luz y, a veces, la revisión de eventos significativos de la vida: ver la vida entera como en una película.
Elisabeth Kübler-Ross estuvo a la cabecera de la cama de muchos niños moribundos después de accidentes familiares, donde algunos morían en el acto y otros eran llevados a diferentes hospitales. Los niños no conocían ni cuántos ni quiénes de la familia ya habían muerto a consecuencia del accidente, y señala: “Para mí era fascinante, por ello, comprobar que conocían siempre muy exactamente si alguien había muerto y quién era”.
Pienso que el mejor libro sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM) sigue siendo el de Elisabeth Kübler-Ross, La muerte: un amanecer. Ella asistió en los últimos momentos a muchas personas, fue una pionera de los cuidados paliativos, y su lectura da mucha paz. Opina que nuestro estado natural ha de ser la felicidad, y el infierno sobre todo es “el creado por nosotros mismos”.
Los que vuelven después de la muerte aparente tienen experiencias de una luz, del túnel, o cosas similares como campos o jardines o bosques donde encuentran la posesión de su esperanza, por ejemplo un cristiano a Jesús, a la Virgen o a sus santos preferidos.
En la película Gravity (2013) la protagonista Stone es una operadora espacial cuya vida está llena de sufrimiento por la muerte de su hija, desde que pasó su vida fue un infierno, del que se distrae trabajando y haciendo kilómetros en coche. En un accidente, un compañero queda perdido en el espacio, con el que ella habla por radio hasta que se le acaba el oxígeno a él, y ella consigue llegar a una estación espacial también deteriorada.
Elisabeth Kubler-Ross, gran experta en humanidad en el tema del dolor y la muerte, que acompañó en los momentos de morir a más de 20.000 personas, se preocupó por esos enfermos: “a lo largo de mi vida he soñado en un futuro en el que la medicina verá las personas en su conjunto y tendrá cuidado de todas sus necesidades”.
Imagina un lugar como el que te voy a describir: donde las bombas sean gotas de lluvia cayendo sin cesar día y noche cubriendo cada metro cuadrado de tierra, ladrillo o piel. Donde la humedad esté cargada de metralla desbocada y abrasadora. Donde el frío se tiemble en hemorragias por agujeros en el cuerpo y se estornude a través de fracturas abiertas y órganos descolgados.
¿Cómo ayudar a quien ha pasado por eso? Estar a su lado durante tiempo a vivir las fases del dolor. Los primeros momentos, siempre será estar ahí, y si están aturdidos ayudarles a los trámites. La pérdida de un hijo es lo más trágico para los padres. En algún caso puede provocar serias consecuencias, como una madre que se echó a la droga y bebida por no asimilar la “muerte súbita” de su hijo.
La muerte del cónyuge es lo más duro, solo comparable con la pérdida de un hijo. Puede llegar a ser un dolor tan fuerte que a uno la muerte de la compañera le había roto el corazón… literalmente. Dice Gabriel Marcel: “tu muerte es mi muerte”; siempre que muere un ser querido muere alguien en nuestro interior, pero cuando es el cónyuge puede el sobreviviente morir con él…
¿Qué experimenta el hombre ante el dolor, qué piensa en su conciencia? C. S. Lewis escribe un ensayo sobre “El problema del dolor”, en un esfuerzo intelectual por esclarecer este misterio. Veinte años después, lo experimentó en su piel, y todo fue distinto, ya no era algo enigmático sino sufrido, y el diario que redactó (a raíz de la muerte de su esposa, Joy Davidman) fue publicado en 1961.
Emma y Lucas habían sido inseparables desde la infancia, compartiendo la intimidad de sus sentimientos, las risas y las penas, eran muy amigos. Lucas enfermó de muerte, y Emma estuvo a su lado, le leía sus libros favoritos, hablaban, o se cogían de la mano silenciosamente.
Freud habló de los dos instintos básicos de la persona: vida y muerte, a los que llamó con sus términos griegos deificados "Eros y Thanatos", y aunque el freudismo ha dominado en nuestra cultura, los dos son los grandes olvidados en la educación: Amor y Muerte. Y están relacionados, pues si has perdido un ser querido, querría decirte: “a ti que lloras, porque has amado, has perdido a quien amas, y te duele… El dolor de la pérdida es el precio de haber amado”.
Todos tenemos secretos, y podemos confiarnos a quien queremos. Hay personas que los quieren llevar a la tumba, que no quiere compartirlos con nadie y que permanecen confidenciales hasta su muerte. Pueden ser cosas de las que se sienten avergonzadas o culpables, o relacionados con asuntos familiares delicados.
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