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Violeta Torrejón
Violeta Torrejón es sociologa, especialista en necesidades específicas del entorno de la salud y del trabajo en mujeres y hombres, también en coaching e inteligencia emocional. Ha trabajado realizando análisis de prensa y como documentalista. También en residencia de ancianos realizando talleres y seguimiento de la adaptación al centro. Cuenta con experiencia en el ámbito educativo en el que ha puesto en práctica todos sus conocimientos. |
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Son muchos los días en los que nos levantamos con, lo que se suele decir, el pie torcido. Podemos mostrarnos enfadados, irritables o demasiado sensibles, y es que los seres humanos no somos tan estables como quisiéramos. Por lo general, existen factores que hacen que nos comportemos de un modo u otro o que, simplemente, un día, cuando nos despertemos, nos sintamos más decaídos con respecto a horas atrás. Todo influye, queramos o no.
Muchas veces suceden situaciones que nos hacen cuestionarnos todo nuestro mundo, entorno o proyecto vital. Es inevitable sentir miedo o incertidumbre ante los cambios, pero más complicado resulta cuando contamos con pocas personas de verdad a nuestro alrededor porque gente existe siempre, pero con la que contar, poca.
La vida es una acumulación de años que se van sucediendo uno tras otro y en ese espacio de tiempo experimentaremos una gran diversidad de situaciones que nos valdrán para ir madurando y aprendiendo, muchas de las veces sin querer, pero será más tarde cuando nos podamos dar cuenta de ello.
En toda relación humana existen las discusiones, los problemas y situaciones complejas en las que alguna de las partes tiene menos paciencia o aguante y acaba expresando sus emociones de forma, a veces, un poco abrupta. Y es que las palabras, según el tono y de quién procedan, así duelen más o menos, y cuando se trata de alguien cercano o íntimo el resultado es obviamente, intenso o decepcionante.
Si nos preguntaran a cada uno de nosotros sobre el valor o la importancia que el amor ha tenido en nuestras vidas, probablemente no tengamos que pensar demasiado porque nos vendrán a la memoria aquellas personas que han marcado nuestro mundo en algún momento determinado.
Cuando forjamos una amistad con alguien lo que hacemos es generar una confianza que no encontramos en los demás. Poder abrirnos realmente y expresar cómo nos sentimos es, a día de hoy, un privilegio. Y será a esa persona a la que le contemos de verdad las cosas que nos suceden en el día, nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestras rupturas o incluso, nuestros desagrados.
Se acabaron las vacaciones y con ellas la libertad, las distracciones y sobre todo, la ilusión. Ahora comienza la rutina, los hábitos y las costumbres. Se debe volver a la vida en su máxima expresión. Lo primero que debemos hacer es organizarnos tiempo antes, es ir poco a poco, es no pensar precipitadamente en todo lo que viene, en el escaso tiempo que tenemos, en cómo se harán las cosas…
Las relaciones familiares son algo complejas según el número de integrantes, es decir, cuantas más personas existan en nuestro núcleo, más divergencias aparecerán porque a pesar, de contar con la misma sangre no desarrollamos perfiles idénticos. Anteriormente, el número de hijos que se tenían no es parecido al de hoy, siendo escasos los nacimientos o incluso, renunciando completamente a ellos.
Las relaciones cuando comienzan son maravillosas, pero es con el tiempo, cuando se transforman en otra cosa, en algo que los dos miembros van elaborando a lo largo de los años por medio de sus actitudes y formas. El pensamiento inicial es diferente al que tendremos en el futuro por el simple hecho de que las experiencias vitales que nos sucedan también interferirán en la esfera emocional.
Una vez que entra el verano es habitual que tengan lugar las festividades de los diversos pueblos que están cerca y lejos de nuestra residencia habitual. Durante esta época es cuando cientos de visitantes acuden a lugares que, de otra manera, no acudirían y es que el reclamo es el de la verbena, la música, los juegos, las cenas, las peñas y las noches interminables donde el alcohol no tiene fin.
Los meses de verano son momentos que asociamos al relax, a la paz y sobre todo a la diversión, pero el problema o las discrepancias surgen cuando esto no es así para todo el mundo. Existirán personas que la simple llegada del verano les cause ansiedad por el hecho de haber tenido que buscar detenidamente alojamientos y lugares acorde a sus límites económicos. Otros, que sólo podrán disfrutar de aquello que ya tenían como eran sus pueblos porque no tienen otras opciones.
Hace años era impensable que pudieran darse las relaciones tal y como las conocemos hoy en día, es decir, aspectos tales como la convivencia o la llegada de los hijos antes del matrimonio o, incluso, en la mayor parte de las veces, sin llegar a ese estado oficial de unión. Situaciones como las del enamoramiento progresivo o el ligoteo presencial han desaparecido para dar lugar a encuentros pactados en redes y aplicaciones que se prestan al citado objetivo.
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