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He suspendido las oposiciones, ¿es culpa mía?

No sólo se trata de estudiar, sino de saber gestionar el resultado y contar con las herramientas adecuadas para, en caso de suspender, no caer en pensamientos autodestructivos
Violeta Torrejón
miércoles, 11 de diciembre de 2024, 09:37 h (CET)

Actualmente, conocemos a bastantes personas que se están preparando unas oposiciones o en su defecto, pudiera ser que nosotros mismos. Son muchas las horas de estudio, de esfuerzo, de constancia o de lucha. Y es que se trata de tener la mente en su sitio para no dejarse llevar por la pereza y la fatiga que, muchas de las veces, supone estudiar sin saber el resultado final.


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Nos planificamos y organizamos en función del temario que tenemos, para después, hacerlo acorde a las fechas estimadas del examen. Nos sentimos bastantes nerviosos ante la llegada inminente y el conocimiento aprendido parece haber desaparecido las horas anteriores a la, tan ansiada, cita.

Podemos contar con apoyos externos que nos motivan pero también puede suceder que la apatía esté tan presente que apenas prestemos atención a los que tenemos más cerca. Intentamos centrar nuestras ideas y creer que lo haremos lo mejor posible con un ápice de esperanza en que seremos uno de los seleccionados ante los miles de candidatos. Puede ser que esas personas que se presentan, lleven años haciéndolo o que sea su primera vez, pero sea como sea, para todos ellos el resultado puede suponer un cambio de vida radical porque todas aquellas personas que acuden a estos lugares lo hacen con la intención de mejorar, ya sea porque no cuentan con nada o porque desean cambiar radicalmente lo que ya tienen. Todos albergan la ilusión de superar las pruebas pero también el tiempo invertido pasa factura cuando se trata de la actitud con la que se afronta el momento.


Serán muchos los jóvenes, y no tan jóvenes, los que hayan decidido emprender este camino y es que no sólo se trata de estudiar, sino de saber gestionar el resultado y contar con las herramientas adecuadas para, en caso de suspender, no caer en pensamientos autodestructivos, ya que no estamos hablando de aprobar un examen sino que estamos tratando de ser de los mejores con respecto a una gran competencia que puede contar con mayores cualificaciones o tiempo que nosotros. Nos encontraremos diversos perfiles y podremos pensar que nuestros estudios avalarán nuestro compromiso de cara a lograr excelentes resultados en las oposiciones pero no debemos olvidar que se trata de una carrera de fondo donde el que persevera puede no conseguirlo. No se trata de más horas de estudio o de tiempo, se trata de fortaleza mental y sobre todo, organización. Se trata, muchas veces, de la actitud con la que nos tomemos las cosas y de no desinflarnos durante el recorrido.


¿Y qué pasará si las notas no muestran lo esperado? No debemos caer en el error de pensar que podíamos haber hecho más de lo realizado. No hay que pensar que fue culpa nuestra pues todas esas personas que se presentan lo hacen con la misma intención, que es la de aprobar y conseguir plaza y si esta vez no lo hemos conseguido, ya vendrán más convocatorias donde podremos volver a intentarlo. No hay que sentirse un fracasado por no alcanzar esa meta tan alta que nos hemos propuesto porque la vida está llena de opciones y no tiene por qué ser esa oposición la única salida. No podemos pretender que una oposición sea un bote salvavidas porque en caso de suspender o de no conseguir la plaza, nos hundiremos y necesitaremos algo que nos pueda rescatar para volver a recuperar la motivación perdida.


Nadie por no conseguirlo vale menos que otro ya que influyen muchos factores que harán que nuestro rendimiento se pueda ver disminuido como pueda ser el estado de ánimo, las horas de sueño, el momento vital en el que nos encontremos… Cualquier incidente que pueda surgir afectará en la forma de enfocar la vida y más aún, cuando se trata de esto. Por lo tanto, hay que tener muy claro que suspender una oposición no es culpa de uno mismo y que nuestro autoestima no tiene por qué verse disminuido ya que no podemos rebajarnos a pensar que nuestra valoración será en función de unas notas de corte porque sólo por el hecho de haber dedicado tiempo de estudio renunciando a otras cosas refleja la valentía y sobre todo, la voluntad que hay que tener cuando uno decide presentarse a estos procesos selectivos.

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Pensamos que las enfermedades deben aparecer cuando somos mayores, creemos que nuestro sistema empezará a fallar o a tener ciertas inestabilidades cuando vamos sumando años en la últimas etapas. No concebimos tener mala salud o empezar a perderla cuando somos jóvenes, porque nos han inculcado que cada fase tiene su cometido y sus vivencias.

A veces parece que somos nuestros peores enemigos. Queremos avanzar, mejorar, lograr nuestras metas… pero justo cuando las cosas empiezan a encaminarse, algo dentro de nosotros hace que nos detengamos. Posponemos, nos autosaboteamos, nos convencemos de que “todavía no es el momento” o de que “seguro va a salir mal”.

 
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