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Sergio Fuster
Sergio Fuster (Buenos Aires 1965). Es Licenciado en Teología, filósofo y periodista. Autor de ensayos, una novela y columnas de opinión en varios medios de prensa. Fue columnista de "La Gaceta Mercantil" (2020-2023) y desde 2022 colabora con el Suplemento de Cultura de Diario "Perfil". Docente de Filosofía e Historia de las religiones. Ha sido profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Libros publicados: "Redención y liberación" (2012); "El espíritu sin tiempo" (2013); "La religión partida" (2014); "EL Dios digital" (2015); "El campo de la trascendencia" (2016); "La religión en el mundo contemporáneo" (2018); "Pasión y muerte de la historia" (2022). Novela: "La sacerdotisa" (2019). |
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Anunciar el atardecer de la filosofía es arriesgado. Aunque parece ser tristemente cierto. Claro que sigue habiendo filósofos, carreras donde se estudia la materia y se siguen editando los clásicos de siempre, en tanto y en cuanto, una parte del mercado los requiera. Pero todo pareciera indicar que vamos camino a que la filosofía se cristalice.
Para aquellos que nos interesa el estudio de las religiones en general, como es mi caso, y que además me defino como agnóstico, el campo reflexivo teológico presenta una gran dificultad: lograr desprenderse de la hegemonía cristiana. Paul Tillich, teólogo y filósofo protestante caviló sobre algunos problemas propios de estas disciplinas.
El 4 de enero de 1960 en una carretera al sur de París, el automóvil donde viajaba Albert Camus se estrelló inesperadamente. En una tarde soleada el autor de “El hombre rebelde” perdió así la vida a la edad de 46 años. Por más que suene extraño hay que decir que no fue esta su única muerte. Hay distintos modos de fenecer. Para entonces, Camus ya se sentía sepultado. Su vida había acabado.
Los museos son templos dedicados a las Musas, núminas inspiradoras de las ciencias y las artes, por consiguiente, la epifanía divina realiza lo bello en el ámbito sensible. Su aparición son indicios epocales de que las sociedades perciben que han alcanzado la cumbre de los acontecimientos y, como consecuencia, lo viven a través de una consciencia planetaria que deriva en “el apogeo de la historia”.
Si bien el conflicto entre Israel y Palestina obedece a cuestiones de corte político y étnico que no podemos soslayar, en el fondo ostenta una decidida etiología mítica y religiosa. Esto es coyuntural ya que, de no tenerlo en cuenta, dificultaría comprender el alcance de los acontecimientos actuales. En otras palabras, si sostenemos la fuerte influencia bíblica y coránica podemos afirmar con cierta seguridad que no es visible una solución de fondo como muchos esperan.
Antes de hacer una breve reflexión sobre la paz -y desde ya sobre la guerra- debemos, creo, cavilar primero en el hombre. Hay implícita una antropología del mal. Un ser dotado con inteligencia superior a la del resto de los seres vivos, pero, a pesar de ello -o por causa de ello- capaz de las más inimaginables atrocidades.
Siempre es un placer revisar los ensayos de León Chestov, especialmente cuando nos trae una lúcida lectura de Dostoievski. Diferente a aquella que hiciera Vladimir Nabokov, quien lo tachara de mediocre. Entiendo que al cultor de “Lolita” no le gustara la lucidez más allá de la exacerbación de los sentidos, tiene derecho a no gustarle, lo que no puede -me parece- es emitir un juicio de valor universal.
A principios de este año, la periodista italiana-marroquí Anna Mahjar-Barducci, publicó una nota en un medio israelí con motivo de la vista a Jerusalén del recientemente electo presidente argentino Javier Milei. La lucidez del texto propone pensar una nueva lógica internacional que comienza a presentar de manera expuesta algunas narrativas de corte religioso.
Hace algunos días, el señor Mikhail Zygar publicó en “The New York Times” (reproducido por el diario “Clarín” de Buenos Aires), una columna que reavivó algunas elucubraciones mágico religiosas que están dando vueltas en el ambiente con respecto a la guerra en Europa. El escrito del periodista ruso parece no tener esa intención, pero deja el tema flotando en la atmosfera.
Ya han pasado más de mil días y la guerra en Ucrania presenta una escalada sin precedentes. En este tiempo se ha demostrado una vez más que los conflictos armados no sirven para nada. Que no tienen ningún sentido más allá de destruir y asesinar al otro. Solo porque a un sociópata se le ocurre dar una orden.
El triunfo de Donald Trump colocó al Viejo Continente en un tenso compás de espera silencioso e incierto. Resuenan las palabras que escribiera Friedrich Nietzsche cuando nos hablara del nihilismo: “un fantasma recorre Europa…”, y este “nihilismo” entendido como una “transvaloración de todos los valores” puede que tenga efectos globales.
El 13 de junio de 1993, la ensayista estadounidense Susan Sontag le escribió una carta a Jorge Luis Borges. La hizo llegar casi diez años después de su fallecimiento. La nota apareció publicada en el periódico “Clarín” de Buenos Aires. ¿Escribir a un difunto? No creo que lo haya hecho simplemente como un símbolo ni como un homenaje a quien sin duda admiraba profusamente.
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