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Abel Pérez Rojas
Abel Pérez Rojas es poeta, comunicador, académico y gestor de espacios internacionales de educación permanente, originario de Tehuacán, Puebla. Cursó estudios de Derecho, dos maestrías: Ciencias de la Convivencia Humana, Participación Social y Educación Permanente; así como un doctorado en Educación Permanente. Es posdoctor en Ciencias de la Educación. Es doctor honoris causa por la Universidad Mesoamericana. Es miembro honorario de la Academia Colombiana de Historia, Literatura y Arte, y Académico de Número de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México. Es vicepresidente de dicha Academia, Capítulo Puebla. También es miembro de la Legión de Honor Nacional de México. Su labor cultural ha sido reconocida por gobiernos locales de Argentina y Chile. Ha escrito los poemarios De la brevedad al intento (2011), Provocaciones al impulso y a la razón (2012), Píldora roja (2013), Resurgir de la cera (2019), ReconstruirSE (2019), Mírame en mi poesía (2021) y Vecindario celeste (2022), así como Educar(se). Aportes para la educación del siglo XXI (2014), que es una recopilación de artículos periodísticos cuyo tema central es la educación. Es recopilador de las Antologías internacionales de poesía Sabersinfin (cinco ediciones hasta 2024) y de la Agenda de poesía latinoamericana actual; dirige la revista literaria Filigramma. Ha planteado y desarrollado conceptos innovadores como la alfabetización cervecera, las tres leyes de los exoesqueletos y es coautor de la Carta de Barrios Educadores. |
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Había algo en la manera en que ella me miraba, un gesto silencioso que hablaba más que cualquier palabra. Esa noche, mientras el viento susurraba entre los árboles, me mostró su pecho desnudo, pero no era el cuerpo lo que se ofrecía ante mí, sino el alma.
El amanecer se filtraba por la ventana, y aunque el día avanzaba, todo se sentía lejano. Las calles resonaban con los sonidos de siempre, y la rutina seguía su curso, mientras una sensación de vacío lo inundaba. Las conversaciones y las palabras flotando a su alrededor ya no lograban conectarlo con los demás.
En una ciudad siempre agitada, donde la gente apenas notaba los detalles, un hombre pasaba desapercibido. Sin nombre, sin prisa, caminaba con su cuaderno gastado bajo el brazo, dejando pequeños papeles con versos escritos. Nadie sabía quién era, pero algunos lo llamaban “el poeta del silencio”.
La ciudad es un laberinto, y Guadalupe lo sabe. Cada mañana enfrenta el caos de autos y murmullos que parecen consumir a quienes transitan. Sin embargo, ella escucha algo más profundo: la vida que persiste entre el caos. La corrupción, la inseguridad y los rostros endurecidos están ahí, pero dentro de Lupita, como algunos la llaman, hay una certeza.
Con los ojos cerrados y el corazón latiendo al compás de sus pensamientos, decidió entregarse. No había marcha atrás. Desde lo alto del acantilado, el flujo la llamaba, susurrándole promesas de transformación. El miedo se disolvía, reemplazado por una certeza que no lograba explicarse.
Ya está en circulación el número 18 de la revista literaria Filigramma. En esta edición, el tema de las personas desaparecidas y la incansable búsqueda de sus familiares por esclarecer su paradero se convierte en el núcleo que da título a la publicación.
En un pequeño rincón del mundo, Marta había desarrollado una habilidad peculiar: hablaba poco, pero cuando lo hacía, cada palabra parecía gravitar hacia los oídos con una precisión quirúrgica. No era que temiera hablar, sino que había aprendido con los años que las palabras, como los cuchillos, pueden cortar en ambas direcciones.
En un futuro no tan lejano, la humanidad había entregado su conciencia a las máquinas. Los cuerpos se convirtieron en datos, la memoria en pulsos eléctricos. La fragilidad humana se había perdido en el vasto océano de información. Sin embargo, en lo más profundo del código, algunos fragmentos de humanidad resistían, ocultos en rincones oscuros, esperando ser redescubiertos.
En una oscura sala de control, oculta en las profundidades de la ciudad subterránea, una terminal antigua parpadea débilmente. Los códigos corren por la pantalla, líneas interminables de programación que guardan los secretos de una humanidad que eligió esconderse del caos en la superficie.
Las manecillas del viejo reloj sobre el baúl continúan su marcha incesante. Como disciplinadas soldados y constantes obreras, cumplen su imparable labor al ritmo del ¡tic!, ¡tac!, ¡tic!, ¡tac! Libros y más libros abarrotan la habitación, una computadora negra en modo de ahorro de energía, y una botella de mezcal recién abierta que deja escapar su inconfundible aroma a agave.
La vejez ha estado históricamente cargada de estigmas, especialmente en relación con la sexualidad. "Octosexualidad: visión octagelescente" (Universidad Mesoamericana, 2024), de Salvador Calva Morales, emerge como una obra clave en el campo de la gerontología sexual, desafiando las nociones convencionales y proponiendo una visión renovada sobre la sexualidad en personas mayores de ochenta años.
Los espasmos finales de la petite mort marcan la desconexión de este plano. La realidad se disuelve, y el amante se sumerge en un puente entre lo tangible y lo etéreo. Las formas se desvanecen en pulsos eléctricos, y la mente vaga hacia lo desconocido, cuestionando su verdadera esencia. ¿Es él mismo o alguien más en este espacio intermedio? La respuesta escapa, un susurro queda en el aire.
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