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El poder se apoya sobre tres pilares: Control, Fuerza e Información

Conspiraciones II: el Poder

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Conspiraciones I: el fundamento

Conspiraciones III: Nibiru/Elenin

Conspiraciones IV: El Bien y el Mal

No importa en qué país viva, puede estar completamente seguro de que no lo gobierna quien parece que lo hace. Puede que usted viva en un país multitudinario, como China o la India, o en país medio, regido aparentemente por una democracia en la que parece que el poder lo ostenta la ciudadanía, y, sin embargo, tanto en unos como en otros países quienes en verdad ejercen el Control, tienen la Fuerza y dominan la Información no ocupan ningún trono, ni tienen cargos políticos y no suelen aparecer en público

Ni siquiera aparecen en Forbes; pero sus recursos son de tal magnitud que aún a los personajes más populares, poseedores de las mayores fortunas del mundo, para ellos son pobre gente, don nadies, simples advenedizos. En cualquier país, en realidad quien gobierna es una elite minúscula y muy cerrada, la cual no admite nuevos socios para evitar filtraciones de Información, pérdida de Control o disipación de la Fuerza. Los gobiernos oficiales, en consecuencia, son títeres servidores de esta elite, elegidos expresamente por su inutilidad y servilismo por esta elite y al servicio exclusivo de esta elite. Según estimaciones muy creíbles, por ejemplo, menos de cuatrocientas familias en todo el mundo cuentan con más del 95% de los recursos del planeta. Escalofriante, ¿verdad?...

Efectivamente, unas pocas familias controlan cada país… y el mundo. No voy a entrar en este artículo cómo se estructuró el Poder en la Historia remota -quien quiera saber más de esto, le sugiero que lea atentamente “Sangre Azul (El Club)”-, pero por hacer un poco de historia a vuelapluma más allá de los dioses primigenios (quienes nos crearon), apuntaré que fue allá antes del Quattrocento cuando las familias dominantes de lo que hoy es Italia firmaron un acuerdo y se constituyeron en el llamado “Comité de los 300”, asegurándose mutuamente la invulnerabilidad de sus personas y haciendas y repartiéndose amistosamente lo que entonces era el mundo Occidental, incluida la Iglesia, a la que imponían Papas y cardenales para dominar no sólo los cuerpos, sino también las almas de los gobernados. Andando el tiempo, estas familias fueron extendiéndose, creando sectas y órdenes que, aunque los adeptos creían servir intereses sublimes e incluso divinos, de facto servían a sus desconocidos señores. Así aparecieron los masones –muchos ritos y muchas más tendencias, a veces enfrentadas-, los iluminados y muchas otras sectas e ideologías místico-políticas, las cuales han ido derivando en toda suerte de organizaciones de pseudocontrol, tales como los Grupos-G, BM, FMI, ONU, socialistas, Trilaterales, mafias, Clubs Bielderbergs, etc. Son los herederos de los dioses primigenios –o eso se creen ellos-, y son quienes controlan todo cuanto sucede, prescribiendo quién está en paz y quién en guerra, si hay pandemias o no, o si la población muere de hambre o vive en la opulencia. No culpe pues a la inutilidad de su presidente de qué le sucede a su país, sino más bien tenga lástima de él porque sólo es un mandado.

El trabajo es algo de todo punto innecesario para el sostenimiento del colectivo humano en un planeta tan generoso como el que habitamos, pero todos los hombres trabajamos fatigosamente para mantener en su vida de regalo a unos pocos, a la elite, a El Club. Ellos ni trabajan ahora ni lo han hecho jamás, considerando que las manos no deben usarse para otra cosa que comer o servirse de ellas para el ocio. Son del todo distintos a los demás mortales, y tanto su modo de pensar como de vivir son diferentes. Para obtener todo lo que tienen y todo lo que son, ellos prestan dineros a los Estados para que funcionen trayendo a su ahora o su hoy lo que teóricamente van a ganar en los próximos decenios (crédito), de modo que los Estados deben devolverle a la elite cada año la parte correspondiente de lo que les prestaron más los intereses, razón por la cual debe haber los Estados precisan imperiosamente un crecimiento económico para poder hacer frente a esos pagos. Como no siempre es posible, aunque les vengan mal dadas a los Estados (ya se ocuparán ellos de que cada tanto haya una catástrofe o una desgracia nacional) El Club los presta más dineros, de manera que la deuda de los países crece y crece y nunca ven pagada la deuda que tienen con sus acreedores (e incluso se las ven en figurillas para abonar los intereses de cada año), hasta el extremo que hoy en día ningún país es dueño de su propio destino. Ésta es una imagen reduccionista y muy simplona, pero válida, de cómo funciona el sistema. Pongamos por ejemplo que la superpotencia mundial por excelencia de nuestra etapa histórica, los EEUU de América, en estos días está en un punto tal que o crece por acuerdo la capacidad de endeudamiento con El Club, que es decir de sometimiento de la población a la esa elite que es la que le presta y es a quién ha de devolvérsela sus dineros más los intereses, o lo impensable sucederá: EEUU se declarará en quiebra, que es decir que será propiedad de quienes le tienen hipotecado como país.

Este proceso, es el Control. Mediante los préstamos y la deuda, la elite, El Club, controla a los Estados. Ríanse de esos llamados pequeños inversionistas, porque ni llegan a coartada. Así, el Control es tan férreo y los intereses son tantos que si un o unos Estados no se plegaran a los intereses de El Club o se mostraran díscolos con sus órdenes, inmediatamente sufrirían las más terribles consecuencias, pues que para ello tienen la Fuerza. No parece que sea muy coherente que quien no ostenta cargos políticos ni parece tener un Estado propio siquiera pudiera tener un ejército superpotente o algo así, y en verdad no lo tienen ni lo necesitan. Ya tienen a los demás Estados, quienes muy bien pueden liársela a aquel potencial deudor díscolo, como tienen el Control de los más temibles ejércitos no oficiales: el terrorismo, las drogas, las armas biológicas… y la Información. La elite, El Club, no sólo controla a los Estados, sino también a quienes pueden lastimar al Estado. Usted, como persona, toma partido, piensa en una opción: El Club, en las dos. Controla el Bien y el Mal, y los usa según le conviene, de modo que domina lo que favorece a los Estados y los estabiliza y también lo que los puede perjudicar o destruir, o nada más que desestabilizarlos. Ellos crean a los policías y a los terroristas, a los perseguidores y a los perseguidos, a los destructores y a los destruidos, a los que producen el pánico y a los que lo palian. ¿A quién pediría protección aquél que tiene miedo de que lo lastimen?... Es obvio que al más fuerte; pero ¿quién es más fuerte que el puede hacer más daño?... la respuesta, claro está, es él mismo. De modo que el que siembra el pánico es el que mejor puede ofrecer y vender seguridad a cambio de pérdida de libertades o de trabajo esclavo. Uno de estos días les hablaré de lo que en verdad sucedió en Noruega en estos días pasados con esos atentados y esa matanza de jóvenes.

A la elite, a El Club, que lo tiene todo, lo que le divierte o lo que le interesa no tiene nada que ver con lo que le interesa o le divierte a la gente común. Ellos no disfrutan comprándose un traje de buena marca, pongo por caso, ni siquiera adquiriendo una casa de mucho lujo o un yate despampanante. Se divierten de otro modo, y sus necesidades y placeres son muy otros. Ellos, por ejemplo, se divierten creando situaciones críticas a los Estados que muy bien pudieran suponer cientos, miles e incluso millones de vidas. Por una simple competencia lúdica entre algunos miembros de El Club, enfrentarían a dos países en una guerra o favorecerían una guerra civil por entretenimiento. Piensen en Libia, por ejemplo, y que el más poderoso ejército de la Tierra, la OTAN, no puede con ellos según parece, debe ser porque todo el ejército libio se esconde bajo la única palmera que tiene como flora ese país. Después de todo, los negocios más rentables de la sociedad son el pánico, la muerte y la guerra, y ellos quieren más de todo eso: ¿por qué no convertir su necesidad de lujo en algo divertido?... No; la forma de ser o pensar de El Club es distinta, ellos quieren otra cosa. Les interesa seguir dominando el concierto internacional y seguir acumulando más y más riquezas, y para eso, lo mismo multiplican su Fuerza con armas que no puedan ser controladas por los Estados (farmacéuticas, económicas, pánicos, estupefacientes, corrupción, intrigas, etc.), que desean que haya ciento orden social para que su rebaño esté tranquilo, porque, como ya dije, ellos controlan el Bien y el Mal, y se sirven de ambos, según sus intereses. Para lograr controlar a sus Estados esclavos y a la población, cuentan con la Información. Somos aquello que sabemos, y no podremos ser nunca lo que ignoramos, de modo que nuestro carácter se conforma con lo que incorporamos a nuestra mente y a nuestra alma, y sólo podremos hacerlo con aquello que nos permitan, porque todo lo demás está restringido, oculto o vetado.

Hubo un tiempo, allá por la Guerra Fría, en que el KGB, conocedor de las tendencias pedófilas de los miembros del MI5, les ponía trampas a los espías británicos ofreciéndoles impúberes jovencitos, de modo que cuando se entregaban éstos a la pasión con sus efebos eran grabados, y así contaban con una información privilegiada tal que podían dar por cierto que el espía adversario era ya como si estuviera en su nómina. Los que tienen edad suficiente recordarán los numerosísimos casos de agentes de los servicios secretos de su Graciosa Majestad que fueron acusados de traición por esta causa, o la cantidad de ellos que se cambiaron de bando cuando iban a ser descubiertos pasándoles información a los rusos.

Hoy sabe cualquiera que Información es lo mismo que inteligencia, y que ésta es la piedra angular del éxito en cualquier acción que se emprenda. El Control, pues, es fundamental, como lo es la Fuera para mantener la disciplina del grupo o de los gobernados, pero sobre todo lo es la Información. Y lo es un doble nivel: sobre la naturaleza de los gobernados y sobre lo que tienen a su alcance los esclavos, los pueblos. Así, desde lo que los niños aprenden en los colegios a lo que los adultos pueden leer en los diarios o en los libros especializados, todo está controlado por El Club, como lo está el ocio, el cine o cualquier otra manifestación que suponga Información. La gente, el pueblo, incluso los mismos gobernantes, sabrán sólo lo que a El Club les interese que sepan y de la forma que les interese que lo sepan, y lo demás será como si sencillamente no sucediera o no existiera. Y, como además tienen la máquina más perfecta de márquetin a su disposición, con el menor esfuerzo pueden convertir un asunto en la comedilla social del momento, mientras suceden tragedias o hechos que todos ignoran, o son capaces de convertir a Dios en un villano o al diablo en el personaje de moda: toda una legión de opinadores a sueldo difundirá el mensaje correspondiente en todos los medios de comunicación, a menudo sin saber siquiera que lo hacen, y arrastrarán a sus opiniones, como el flautista de Hamelín, a las masas. No; no es que compren a un autor para que escriba esta historia o la otra, o a un opinador para que diga esto o aquello, sino que sólo publicarán y promocionarán el estúpido texto que les convenga, convirtiéndolo en éxito, o descollarán a aquel opinador que mejor exprese su vacuo mensaje o la desinformación que les interese difundir (debunkers), porque lo que les interesa especialmente a los de El Club es lo que estupidiza a las masas, pues sobra decir que es más fácil conducir a un idiota al degolladero que hacer que una persona inteligente y bien formada vaya por donde no quiere.

Estos tres pilares andamian el verdadero Poder. Si usted, en un ejercicio de lógica se plantea para quién legislan los gobiernos, no tendrá otra que admitir que para las grandes empresas, todas ellas, por supuesto, sociedades anónimas. Ahí tienen a la SGAE y sus consecuencias, o a las farmacéuticas, o a las armamentísticas o a las grandes compañías de cada una de las cuestiones estratégicas del consumo, casi todas ellas en manos de la elite, desde las productoras de transgénicos a las fabricantes de automóviles o telefonía. Piénselo. Y, ahora, aplicando estas nociones básicas, ya está en disposición de comprender por qué los presidentes de los países dicen digo donde dijeron Diego sin que se les caiga la cara de vergüenza, por qué se invaden países, por qué se producen atentados, por qué se liberan terroristas sanguinarios mientras las cárceles están llenas de inocentes y el porqué de la LOGSE y su Educación para la Ciudadanía. Cuestión de lógica aplicada: si sabe cómo piensa quien le oprime, puede urdir una estrategia para liberarse de su cadena.

Y ahora, y como anticipo del próximo artículo sobre las Conspiraciones, las cuales estarán basadas de aquí en más siempre en el uso y aplicación de los tres pilares del Poder de los que hemos hablado, le planteo esta cuestión: ¿si usted supiera que dentro de… poco tiempo, digamos, el planeta va a sufrir un daño tal como consecuencia de un fenómeno astronómico que es probable que la mayor parte de la población sucumba en la catástrofe, seguiría pagando su hipoteca, abonando sus impuestos como un probo ciudadano y hasta yendo a trabajar como un empleado ejemplar?... Usted, naturalmente, piensa que si tal cosa fuera a suceder la NASA o la agencia local de astronomía le advertiría con tiempo… no sé de qué, si la catástrofe es de dimensiones tan trágicas; pero haga el ejercicio inverso: ¿si usted fuera el que controla la sociedad y tuviera en su mano una información semejante, se la comunicaría a sus esclavos, pudiendo producir un caos social de magnitudes imprevisibles que tal vez le arrastraría a usted mismo y a los suyos a una situación de grave complejidad?...

La respuesta, en el próximo artículo. Le va a encantar, palabrita.

Conspiraciones II: el Poder

El poder se apoya sobre tres pilares: Control, Fuerza e Información
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 5 de agosto de 2011, 06:52 h (CET)
Conspiraciones I: el fundamento

Conspiraciones III: Nibiru/Elenin

Conspiraciones IV: El Bien y el Mal

No importa en qué país viva, puede estar completamente seguro de que no lo gobierna quien parece que lo hace. Puede que usted viva en un país multitudinario, como China o la India, o en país medio, regido aparentemente por una democracia en la que parece que el poder lo ostenta la ciudadanía, y, sin embargo, tanto en unos como en otros países quienes en verdad ejercen el Control, tienen la Fuerza y dominan la Información no ocupan ningún trono, ni tienen cargos políticos y no suelen aparecer en público

Ni siquiera aparecen en Forbes; pero sus recursos son de tal magnitud que aún a los personajes más populares, poseedores de las mayores fortunas del mundo, para ellos son pobre gente, don nadies, simples advenedizos. En cualquier país, en realidad quien gobierna es una elite minúscula y muy cerrada, la cual no admite nuevos socios para evitar filtraciones de Información, pérdida de Control o disipación de la Fuerza. Los gobiernos oficiales, en consecuencia, son títeres servidores de esta elite, elegidos expresamente por su inutilidad y servilismo por esta elite y al servicio exclusivo de esta elite. Según estimaciones muy creíbles, por ejemplo, menos de cuatrocientas familias en todo el mundo cuentan con más del 95% de los recursos del planeta. Escalofriante, ¿verdad?...

Efectivamente, unas pocas familias controlan cada país… y el mundo. No voy a entrar en este artículo cómo se estructuró el Poder en la Historia remota -quien quiera saber más de esto, le sugiero que lea atentamente “Sangre Azul (El Club)”-, pero por hacer un poco de historia a vuelapluma más allá de los dioses primigenios (quienes nos crearon), apuntaré que fue allá antes del Quattrocento cuando las familias dominantes de lo que hoy es Italia firmaron un acuerdo y se constituyeron en el llamado “Comité de los 300”, asegurándose mutuamente la invulnerabilidad de sus personas y haciendas y repartiéndose amistosamente lo que entonces era el mundo Occidental, incluida la Iglesia, a la que imponían Papas y cardenales para dominar no sólo los cuerpos, sino también las almas de los gobernados. Andando el tiempo, estas familias fueron extendiéndose, creando sectas y órdenes que, aunque los adeptos creían servir intereses sublimes e incluso divinos, de facto servían a sus desconocidos señores. Así aparecieron los masones –muchos ritos y muchas más tendencias, a veces enfrentadas-, los iluminados y muchas otras sectas e ideologías místico-políticas, las cuales han ido derivando en toda suerte de organizaciones de pseudocontrol, tales como los Grupos-G, BM, FMI, ONU, socialistas, Trilaterales, mafias, Clubs Bielderbergs, etc. Son los herederos de los dioses primigenios –o eso se creen ellos-, y son quienes controlan todo cuanto sucede, prescribiendo quién está en paz y quién en guerra, si hay pandemias o no, o si la población muere de hambre o vive en la opulencia. No culpe pues a la inutilidad de su presidente de qué le sucede a su país, sino más bien tenga lástima de él porque sólo es un mandado.

El trabajo es algo de todo punto innecesario para el sostenimiento del colectivo humano en un planeta tan generoso como el que habitamos, pero todos los hombres trabajamos fatigosamente para mantener en su vida de regalo a unos pocos, a la elite, a El Club. Ellos ni trabajan ahora ni lo han hecho jamás, considerando que las manos no deben usarse para otra cosa que comer o servirse de ellas para el ocio. Son del todo distintos a los demás mortales, y tanto su modo de pensar como de vivir son diferentes. Para obtener todo lo que tienen y todo lo que son, ellos prestan dineros a los Estados para que funcionen trayendo a su ahora o su hoy lo que teóricamente van a ganar en los próximos decenios (crédito), de modo que los Estados deben devolverle a la elite cada año la parte correspondiente de lo que les prestaron más los intereses, razón por la cual debe haber los Estados precisan imperiosamente un crecimiento económico para poder hacer frente a esos pagos. Como no siempre es posible, aunque les vengan mal dadas a los Estados (ya se ocuparán ellos de que cada tanto haya una catástrofe o una desgracia nacional) El Club los presta más dineros, de manera que la deuda de los países crece y crece y nunca ven pagada la deuda que tienen con sus acreedores (e incluso se las ven en figurillas para abonar los intereses de cada año), hasta el extremo que hoy en día ningún país es dueño de su propio destino. Ésta es una imagen reduccionista y muy simplona, pero válida, de cómo funciona el sistema. Pongamos por ejemplo que la superpotencia mundial por excelencia de nuestra etapa histórica, los EEUU de América, en estos días está en un punto tal que o crece por acuerdo la capacidad de endeudamiento con El Club, que es decir de sometimiento de la población a la esa elite que es la que le presta y es a quién ha de devolvérsela sus dineros más los intereses, o lo impensable sucederá: EEUU se declarará en quiebra, que es decir que será propiedad de quienes le tienen hipotecado como país.

Este proceso, es el Control. Mediante los préstamos y la deuda, la elite, El Club, controla a los Estados. Ríanse de esos llamados pequeños inversionistas, porque ni llegan a coartada. Así, el Control es tan férreo y los intereses son tantos que si un o unos Estados no se plegaran a los intereses de El Club o se mostraran díscolos con sus órdenes, inmediatamente sufrirían las más terribles consecuencias, pues que para ello tienen la Fuerza. No parece que sea muy coherente que quien no ostenta cargos políticos ni parece tener un Estado propio siquiera pudiera tener un ejército superpotente o algo así, y en verdad no lo tienen ni lo necesitan. Ya tienen a los demás Estados, quienes muy bien pueden liársela a aquel potencial deudor díscolo, como tienen el Control de los más temibles ejércitos no oficiales: el terrorismo, las drogas, las armas biológicas… y la Información. La elite, El Club, no sólo controla a los Estados, sino también a quienes pueden lastimar al Estado. Usted, como persona, toma partido, piensa en una opción: El Club, en las dos. Controla el Bien y el Mal, y los usa según le conviene, de modo que domina lo que favorece a los Estados y los estabiliza y también lo que los puede perjudicar o destruir, o nada más que desestabilizarlos. Ellos crean a los policías y a los terroristas, a los perseguidores y a los perseguidos, a los destructores y a los destruidos, a los que producen el pánico y a los que lo palian. ¿A quién pediría protección aquél que tiene miedo de que lo lastimen?... Es obvio que al más fuerte; pero ¿quién es más fuerte que el puede hacer más daño?... la respuesta, claro está, es él mismo. De modo que el que siembra el pánico es el que mejor puede ofrecer y vender seguridad a cambio de pérdida de libertades o de trabajo esclavo. Uno de estos días les hablaré de lo que en verdad sucedió en Noruega en estos días pasados con esos atentados y esa matanza de jóvenes.

A la elite, a El Club, que lo tiene todo, lo que le divierte o lo que le interesa no tiene nada que ver con lo que le interesa o le divierte a la gente común. Ellos no disfrutan comprándose un traje de buena marca, pongo por caso, ni siquiera adquiriendo una casa de mucho lujo o un yate despampanante. Se divierten de otro modo, y sus necesidades y placeres son muy otros. Ellos, por ejemplo, se divierten creando situaciones críticas a los Estados que muy bien pudieran suponer cientos, miles e incluso millones de vidas. Por una simple competencia lúdica entre algunos miembros de El Club, enfrentarían a dos países en una guerra o favorecerían una guerra civil por entretenimiento. Piensen en Libia, por ejemplo, y que el más poderoso ejército de la Tierra, la OTAN, no puede con ellos según parece, debe ser porque todo el ejército libio se esconde bajo la única palmera que tiene como flora ese país. Después de todo, los negocios más rentables de la sociedad son el pánico, la muerte y la guerra, y ellos quieren más de todo eso: ¿por qué no convertir su necesidad de lujo en algo divertido?... No; la forma de ser o pensar de El Club es distinta, ellos quieren otra cosa. Les interesa seguir dominando el concierto internacional y seguir acumulando más y más riquezas, y para eso, lo mismo multiplican su Fuerza con armas que no puedan ser controladas por los Estados (farmacéuticas, económicas, pánicos, estupefacientes, corrupción, intrigas, etc.), que desean que haya ciento orden social para que su rebaño esté tranquilo, porque, como ya dije, ellos controlan el Bien y el Mal, y se sirven de ambos, según sus intereses. Para lograr controlar a sus Estados esclavos y a la población, cuentan con la Información. Somos aquello que sabemos, y no podremos ser nunca lo que ignoramos, de modo que nuestro carácter se conforma con lo que incorporamos a nuestra mente y a nuestra alma, y sólo podremos hacerlo con aquello que nos permitan, porque todo lo demás está restringido, oculto o vetado.

Hubo un tiempo, allá por la Guerra Fría, en que el KGB, conocedor de las tendencias pedófilas de los miembros del MI5, les ponía trampas a los espías británicos ofreciéndoles impúberes jovencitos, de modo que cuando se entregaban éstos a la pasión con sus efebos eran grabados, y así contaban con una información privilegiada tal que podían dar por cierto que el espía adversario era ya como si estuviera en su nómina. Los que tienen edad suficiente recordarán los numerosísimos casos de agentes de los servicios secretos de su Graciosa Majestad que fueron acusados de traición por esta causa, o la cantidad de ellos que se cambiaron de bando cuando iban a ser descubiertos pasándoles información a los rusos.

Hoy sabe cualquiera que Información es lo mismo que inteligencia, y que ésta es la piedra angular del éxito en cualquier acción que se emprenda. El Control, pues, es fundamental, como lo es la Fuera para mantener la disciplina del grupo o de los gobernados, pero sobre todo lo es la Información. Y lo es un doble nivel: sobre la naturaleza de los gobernados y sobre lo que tienen a su alcance los esclavos, los pueblos. Así, desde lo que los niños aprenden en los colegios a lo que los adultos pueden leer en los diarios o en los libros especializados, todo está controlado por El Club, como lo está el ocio, el cine o cualquier otra manifestación que suponga Información. La gente, el pueblo, incluso los mismos gobernantes, sabrán sólo lo que a El Club les interese que sepan y de la forma que les interese que lo sepan, y lo demás será como si sencillamente no sucediera o no existiera. Y, como además tienen la máquina más perfecta de márquetin a su disposición, con el menor esfuerzo pueden convertir un asunto en la comedilla social del momento, mientras suceden tragedias o hechos que todos ignoran, o son capaces de convertir a Dios en un villano o al diablo en el personaje de moda: toda una legión de opinadores a sueldo difundirá el mensaje correspondiente en todos los medios de comunicación, a menudo sin saber siquiera que lo hacen, y arrastrarán a sus opiniones, como el flautista de Hamelín, a las masas. No; no es que compren a un autor para que escriba esta historia o la otra, o a un opinador para que diga esto o aquello, sino que sólo publicarán y promocionarán el estúpido texto que les convenga, convirtiéndolo en éxito, o descollarán a aquel opinador que mejor exprese su vacuo mensaje o la desinformación que les interese difundir (debunkers), porque lo que les interesa especialmente a los de El Club es lo que estupidiza a las masas, pues sobra decir que es más fácil conducir a un idiota al degolladero que hacer que una persona inteligente y bien formada vaya por donde no quiere.

Estos tres pilares andamian el verdadero Poder. Si usted, en un ejercicio de lógica se plantea para quién legislan los gobiernos, no tendrá otra que admitir que para las grandes empresas, todas ellas, por supuesto, sociedades anónimas. Ahí tienen a la SGAE y sus consecuencias, o a las farmacéuticas, o a las armamentísticas o a las grandes compañías de cada una de las cuestiones estratégicas del consumo, casi todas ellas en manos de la elite, desde las productoras de transgénicos a las fabricantes de automóviles o telefonía. Piénselo. Y, ahora, aplicando estas nociones básicas, ya está en disposición de comprender por qué los presidentes de los países dicen digo donde dijeron Diego sin que se les caiga la cara de vergüenza, por qué se invaden países, por qué se producen atentados, por qué se liberan terroristas sanguinarios mientras las cárceles están llenas de inocentes y el porqué de la LOGSE y su Educación para la Ciudadanía. Cuestión de lógica aplicada: si sabe cómo piensa quien le oprime, puede urdir una estrategia para liberarse de su cadena.

Y ahora, y como anticipo del próximo artículo sobre las Conspiraciones, las cuales estarán basadas de aquí en más siempre en el uso y aplicación de los tres pilares del Poder de los que hemos hablado, le planteo esta cuestión: ¿si usted supiera que dentro de… poco tiempo, digamos, el planeta va a sufrir un daño tal como consecuencia de un fenómeno astronómico que es probable que la mayor parte de la población sucumba en la catástrofe, seguiría pagando su hipoteca, abonando sus impuestos como un probo ciudadano y hasta yendo a trabajar como un empleado ejemplar?... Usted, naturalmente, piensa que si tal cosa fuera a suceder la NASA o la agencia local de astronomía le advertiría con tiempo… no sé de qué, si la catástrofe es de dimensiones tan trágicas; pero haga el ejercicio inverso: ¿si usted fuera el que controla la sociedad y tuviera en su mano una información semejante, se la comunicaría a sus esclavos, pudiendo producir un caos social de magnitudes imprevisibles que tal vez le arrastraría a usted mismo y a los suyos a una situación de grave complejidad?...

La respuesta, en el próximo artículo. Le va a encantar, palabrita.

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