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Mario López

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Pues ayer, día cinco de enero, fui a ver Avatar. Es verdaderamente espectacular. Uno que lleva ya más de veinte años trabajando en esto del modelado y animación en 3D se da cuenta del extraordinario trabajo que ha desarrollado el equipo técnico de la película. Puede decirse que Avatar es el tercer gran hito en la historia del cine 3D. El primero fue Toy Story (1995) y el segundo Final Fantasy (2001).

Por medio hay unas cuantas grandes películas, pero pienso que son estas tres que he citado las que marcan los tres puntos de inflexión que hasta esta fecha ha conocido el cine 3D. Aparte de esto, la película está plagada de referencias a grandes obras artísticas y acontecimientos históricos. Hay planos que recuerdan cuadros fovistas, manieristas o surrealistas (los dalinianos montes flotantes, por ejemplo). Y toda la película hace referencia a muchos cómics y videojuegos legendarios. La escena de la caída del árbol gigante te trae a la memoria, inexorablemente, el derrumbamiento de las torres gemelas. La batalla final entre los aborígenes y marines es la versión actualizada y ampliada de la batalla de Little Big Horn, la última batalla ganada por los indios. En aquel territorio del estado de Montana dejó su vida heroicamente el general Caster y en la imaginaria luna Pandora muere sin ningún honor el coronel Quarith. También en Pandora vencen los indios. La defensa de la biodiversidad, con la alegoría de la vida como una gran red constituida por infinidad de nodos comunicados entre si a través de sinapsis y la denuncia del imperialismo y la guerra preventiva, son los dos asuntos protagonistas de la historia. Esa relación trófica que llega hasta los entresijos más inescrutables de la inteligencia cósmica hace posible la victoria de los aborígenes sobre los marines, superando una desventaja armamentística mayúscula; lo que nos lleva a creer en que la emancipación de la clase trabajadora puede pasar por la alianza entre el movimiento obrero y el cochino jabalí. Tampoco le faltan a la película evocaciones al budismo, al cristianismo primitivo, al movimiento hippy o a la mismísima revolución bolivariana (si a la arenga del protagonista se le pone acento caribeño, estaríamos ante un discurso de Hugo Chávez o Fidel Castro). Rica en tópicos y en novedades, Avatar es una película a la que le espera un lugar en la Historia.

Avatar

Mario López
Mario López
jueves, 7 de enero de 2010, 00:40 h (CET)
Pues ayer, día cinco de enero, fui a ver Avatar. Es verdaderamente espectacular. Uno que lleva ya más de veinte años trabajando en esto del modelado y animación en 3D se da cuenta del extraordinario trabajo que ha desarrollado el equipo técnico de la película. Puede decirse que Avatar es el tercer gran hito en la historia del cine 3D. El primero fue Toy Story (1995) y el segundo Final Fantasy (2001).

Por medio hay unas cuantas grandes películas, pero pienso que son estas tres que he citado las que marcan los tres puntos de inflexión que hasta esta fecha ha conocido el cine 3D. Aparte de esto, la película está plagada de referencias a grandes obras artísticas y acontecimientos históricos. Hay planos que recuerdan cuadros fovistas, manieristas o surrealistas (los dalinianos montes flotantes, por ejemplo). Y toda la película hace referencia a muchos cómics y videojuegos legendarios. La escena de la caída del árbol gigante te trae a la memoria, inexorablemente, el derrumbamiento de las torres gemelas. La batalla final entre los aborígenes y marines es la versión actualizada y ampliada de la batalla de Little Big Horn, la última batalla ganada por los indios. En aquel territorio del estado de Montana dejó su vida heroicamente el general Caster y en la imaginaria luna Pandora muere sin ningún honor el coronel Quarith. También en Pandora vencen los indios. La defensa de la biodiversidad, con la alegoría de la vida como una gran red constituida por infinidad de nodos comunicados entre si a través de sinapsis y la denuncia del imperialismo y la guerra preventiva, son los dos asuntos protagonistas de la historia. Esa relación trófica que llega hasta los entresijos más inescrutables de la inteligencia cósmica hace posible la victoria de los aborígenes sobre los marines, superando una desventaja armamentística mayúscula; lo que nos lleva a creer en que la emancipación de la clase trabajadora puede pasar por la alianza entre el movimiento obrero y el cochino jabalí. Tampoco le faltan a la película evocaciones al budismo, al cristianismo primitivo, al movimiento hippy o a la mismísima revolución bolivariana (si a la arenga del protagonista se le pone acento caribeño, estaríamos ante un discurso de Hugo Chávez o Fidel Castro). Rica en tópicos y en novedades, Avatar es una película a la que le espera un lugar en la Historia.

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