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Frente a las nebulosas artificiosas, urge encender las alarmas

Alerta mental

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Para los que no circulamos por las cumbres de las variadas ocupaciones sociales, se hace muy cuesta arriba la decisión de posicionarse con cierta dignidad. Las venturas y desventuras se tejen al pairo de los montajes sociales. Con el añadido de llevarlo a cabo a unas velocidades vertiginosas, acentuadas por un sinfín de intervenciones simultáneas provenientes de los ángulos más insospechados. Una amplia gama de conexiones, sorpresas, similitudes, discordancias o fragmentos. La dedicación más importante del intelecto se ve obligada a un estado de ALERTA permanente, para no hundirse en la vorágine establecida como norma. La desorientación ejerce una presión de incalculables efectos.


Nos sentimos entre dos vertientes contrapuestas. Mientras aquello percibido por mis sentidos y valoraciones se muestra como la única realidad, desde fuera arrecia un verdadero complot opresivo por parte de agentes innumerables. Le hacen dudar a uno de si está presente en la escena o sólo una especie de testigo ajeno; en silencio parece una cosa, pero con el ruido cambia todo. El instinto también contempla su distancia de la razón. La dualidad involucrada en sensaciones como las referidas, apunta a una importante línea fronteriza activada en el cerebro humano, centrada de modo contundente en la ATENCIÓN prestada para observar el entorno, su enfoque, intensidad, duración, etc.


Y hablando de limitaciones, tan frecuentes en todos los órdenes, las naturales y las artificiosas, también adoptan diferentes aspectos con el paso del tiempo. Se ha manifestado a través de las distintas épocas, se ejercieron presiones desde diferentes ámbitos, religiosos, políticos, etc. Las ideas fueron evolucionando, se liberaron frente a dichos obstáculos, hasta el punto de considerarse al margen de cualquier presión ideológica. No obstante, reaparecieron las FRONTERAS de todo tipo. Las mismas personas están empeñadas en establecerlas en la mayor parte de las facetas vitales. Aunque, incluso quienes proclaman su sentido de liberación, no pueden soslayar sus topes existenciales basados en los grandes enigmas de la vida.


En esto de las limitaciones, cuando no tienen solución, ni las podemos prevenir ni evitar, el lamento enseña pocas vías reconfortantes, se cierra en la dificultad y acentúa el problema. No obstante, no dejan de presentarse paradojas curiosas de alcances inusitados. Qué me dirían si uno veía todo muy nítido cuando no disponía de la vista y al recuperarla no acaba de ver claro. No es un juego de palabras, reflejan prácticas comunitarias distanciadoras. Porque este tipo de CEGUERAS condicionan muchas vidas sin justificación. Cuando no se quieren ver las tropelías, desamores, avatares cotidianos; o lo que es peor, no atendemos a la bondad, la belleza, el amor, o el simple respeto mutuo; ciegos estamos, sin estarlo.


Solemos ponderar los grandes fenómenos surgidos en las altas esferas sociales, aunque no atendemos con semejante interés a los métodos empleados para conseguirlos, ni tampoco miramos a fondo sus repercusiones sobre el común de la gente. Contrastan con las sensaciones de abrir los sentidos al aroma del bosque, montar en familia el Belén navideño, cultivar el mejor bagaje cultural de cada uno, un sueño o una conversación tranquila. En esa captura de los MOMENTOS, suelen salir a relucir los peculiares caminos del pensamiento y su crucial correspondencia con los comportamientos. El saber estar, para poder apreciar esos significados, exige entrenamiento y buena disposición del ánimo, que no se pueden comprar.


Las mentalidades son generadoras de fulgurantes entidades ficticias, deseos, simbolismos, experiencias e incluso necesidades; son de indudable certeza para sus mentores. Aunque a nadie se le oculta su distanciamiento a la hora de una equiparación con la realidad circundante, a esta la dotamos de unos requisitos más exigentes. Confundir la realidad de las diferentes versiones puede conducirnos a equívocos graves; como el de la INTOLERANCIA agresiva ante cualquier versión contradictoria. Se trate de opiniones, creencias, propuestas o fantasías, resulta primordial la definición de cada cosa con sus propiedades adecuadas. Esta actitud de precisión conceptual es un recurso potente, profiláctico también, frente a fanatismos y dislates.


No me resisto a rememorar una de aquellas obras teatrales emitidas por el inolvidable Estudio 1 de TVE. “Doce hombres sin piedad”, enarbola el valor de las opiniones bien fundamentadas. Un sujeto sometido al veredicto de un jurado popular y las disquisiciones de los miembros del jurado. Ante unos hechos descritos, las apariencias apuntan a su culpabilidad y el trato superficial no las contradice. Resalta el valor de la duda de uno de los 12, en la postura valiente de disentir, asentado en sus argumentaciones; provoca al resto para confrontar las razones. Una preciosa alegoría de la DELIBERACIÓN como precursora de la toma de decisiones. Es su ausencia, la que debe alertarnos en las andanzas comunitarias envolventes.


Hay maniobras muy sutiles que se deslizan en los grupos comunitarios más pretenciosos para desarrollar comportamientos impresentables; de tan sutiles, casi nadie se libra de haberse comportado con semejante desfachatez. Te venden inclusión para excluirte, según expresión de Agamben. En efecto, hacerte expresar ante su pretendida apertura de miras, para eliminarte de sus relaciones con intolerancia radical a la mínima discordancia. Auténtico juego nocivo de atraer la sensibilidad del prójimo, para dedicarse después a erradicar su presencia con denuedo. Se sitúan en el ámbito de las SENSOPATÍAS. Se inician con el simple desdén, la provocación para sacar a relucir las discordancias, lindantes con el desprecio, el odio y los abusos insospechados.


No llego a discernir si se manifiestan nuevos complejos de superioridad, desvaríos escandalosos o simples abusos de poder, de gente tan desorientada como los demás, pero con actuaciones cargadas de prepotencia herrumbrosa, porque nos envuelven de sucios desperfectos. Sea por ignorancia o por incompetencia, cada uno sabrá la que carga en sus caletres, sobran los forzamientos asumidos en la vida en común. Es decir, la experiencia tiende a conducirnos a la cumbre de unas ideas personales implantadas en el error de creerse superiores, mientras sólo son capaces de originar HUMAREDAS, nos envuelven con polvo y poca sustancia, por mucho que ocupen los grandes espacios y oculten otras realidades. Debieran alertarnos, pero acaparan voluntades.

Sin estar alerta es prácticamente imposible captar los pérfidos detalles opuestos a la realización plena de las personas con sus atributos. Tienden a promover una inteligencia DISGREGADA, fragmentada en ocupaciones por separado, detrás de gestos, voces, movimientos o textos. Cada vez le crecen más ramificaciones, predominan sus atenciones sectarias según sus objetivos, se pierden los enlaces y la síntesis.


Por consiguiente, hemos de mostrarnos muy perspicaces para captar las actitudes contrarias a través del esfuerzo personal, las cualidades manejadas y la calidad de los medios utilizados, en una conexión óptima con las características propias. Es esa inteligencia INTEGRADORA cuyo talante perseguirá los perfiles adecuados para la forja de personalidades con bagajes gratificantes.

Alerta mental

Frente a las nebulosas artificiosas, urge encender las alarmas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 1 de marzo de 2024, 11:36 h (CET)

Para los que no circulamos por las cumbres de las variadas ocupaciones sociales, se hace muy cuesta arriba la decisión de posicionarse con cierta dignidad. Las venturas y desventuras se tejen al pairo de los montajes sociales. Con el añadido de llevarlo a cabo a unas velocidades vertiginosas, acentuadas por un sinfín de intervenciones simultáneas provenientes de los ángulos más insospechados. Una amplia gama de conexiones, sorpresas, similitudes, discordancias o fragmentos. La dedicación más importante del intelecto se ve obligada a un estado de ALERTA permanente, para no hundirse en la vorágine establecida como norma. La desorientación ejerce una presión de incalculables efectos.


Nos sentimos entre dos vertientes contrapuestas. Mientras aquello percibido por mis sentidos y valoraciones se muestra como la única realidad, desde fuera arrecia un verdadero complot opresivo por parte de agentes innumerables. Le hacen dudar a uno de si está presente en la escena o sólo una especie de testigo ajeno; en silencio parece una cosa, pero con el ruido cambia todo. El instinto también contempla su distancia de la razón. La dualidad involucrada en sensaciones como las referidas, apunta a una importante línea fronteriza activada en el cerebro humano, centrada de modo contundente en la ATENCIÓN prestada para observar el entorno, su enfoque, intensidad, duración, etc.


Y hablando de limitaciones, tan frecuentes en todos los órdenes, las naturales y las artificiosas, también adoptan diferentes aspectos con el paso del tiempo. Se ha manifestado a través de las distintas épocas, se ejercieron presiones desde diferentes ámbitos, religiosos, políticos, etc. Las ideas fueron evolucionando, se liberaron frente a dichos obstáculos, hasta el punto de considerarse al margen de cualquier presión ideológica. No obstante, reaparecieron las FRONTERAS de todo tipo. Las mismas personas están empeñadas en establecerlas en la mayor parte de las facetas vitales. Aunque, incluso quienes proclaman su sentido de liberación, no pueden soslayar sus topes existenciales basados en los grandes enigmas de la vida.


En esto de las limitaciones, cuando no tienen solución, ni las podemos prevenir ni evitar, el lamento enseña pocas vías reconfortantes, se cierra en la dificultad y acentúa el problema. No obstante, no dejan de presentarse paradojas curiosas de alcances inusitados. Qué me dirían si uno veía todo muy nítido cuando no disponía de la vista y al recuperarla no acaba de ver claro. No es un juego de palabras, reflejan prácticas comunitarias distanciadoras. Porque este tipo de CEGUERAS condicionan muchas vidas sin justificación. Cuando no se quieren ver las tropelías, desamores, avatares cotidianos; o lo que es peor, no atendemos a la bondad, la belleza, el amor, o el simple respeto mutuo; ciegos estamos, sin estarlo.


Solemos ponderar los grandes fenómenos surgidos en las altas esferas sociales, aunque no atendemos con semejante interés a los métodos empleados para conseguirlos, ni tampoco miramos a fondo sus repercusiones sobre el común de la gente. Contrastan con las sensaciones de abrir los sentidos al aroma del bosque, montar en familia el Belén navideño, cultivar el mejor bagaje cultural de cada uno, un sueño o una conversación tranquila. En esa captura de los MOMENTOS, suelen salir a relucir los peculiares caminos del pensamiento y su crucial correspondencia con los comportamientos. El saber estar, para poder apreciar esos significados, exige entrenamiento y buena disposición del ánimo, que no se pueden comprar.


Las mentalidades son generadoras de fulgurantes entidades ficticias, deseos, simbolismos, experiencias e incluso necesidades; son de indudable certeza para sus mentores. Aunque a nadie se le oculta su distanciamiento a la hora de una equiparación con la realidad circundante, a esta la dotamos de unos requisitos más exigentes. Confundir la realidad de las diferentes versiones puede conducirnos a equívocos graves; como el de la INTOLERANCIA agresiva ante cualquier versión contradictoria. Se trate de opiniones, creencias, propuestas o fantasías, resulta primordial la definición de cada cosa con sus propiedades adecuadas. Esta actitud de precisión conceptual es un recurso potente, profiláctico también, frente a fanatismos y dislates.


No me resisto a rememorar una de aquellas obras teatrales emitidas por el inolvidable Estudio 1 de TVE. “Doce hombres sin piedad”, enarbola el valor de las opiniones bien fundamentadas. Un sujeto sometido al veredicto de un jurado popular y las disquisiciones de los miembros del jurado. Ante unos hechos descritos, las apariencias apuntan a su culpabilidad y el trato superficial no las contradice. Resalta el valor de la duda de uno de los 12, en la postura valiente de disentir, asentado en sus argumentaciones; provoca al resto para confrontar las razones. Una preciosa alegoría de la DELIBERACIÓN como precursora de la toma de decisiones. Es su ausencia, la que debe alertarnos en las andanzas comunitarias envolventes.


Hay maniobras muy sutiles que se deslizan en los grupos comunitarios más pretenciosos para desarrollar comportamientos impresentables; de tan sutiles, casi nadie se libra de haberse comportado con semejante desfachatez. Te venden inclusión para excluirte, según expresión de Agamben. En efecto, hacerte expresar ante su pretendida apertura de miras, para eliminarte de sus relaciones con intolerancia radical a la mínima discordancia. Auténtico juego nocivo de atraer la sensibilidad del prójimo, para dedicarse después a erradicar su presencia con denuedo. Se sitúan en el ámbito de las SENSOPATÍAS. Se inician con el simple desdén, la provocación para sacar a relucir las discordancias, lindantes con el desprecio, el odio y los abusos insospechados.


No llego a discernir si se manifiestan nuevos complejos de superioridad, desvaríos escandalosos o simples abusos de poder, de gente tan desorientada como los demás, pero con actuaciones cargadas de prepotencia herrumbrosa, porque nos envuelven de sucios desperfectos. Sea por ignorancia o por incompetencia, cada uno sabrá la que carga en sus caletres, sobran los forzamientos asumidos en la vida en común. Es decir, la experiencia tiende a conducirnos a la cumbre de unas ideas personales implantadas en el error de creerse superiores, mientras sólo son capaces de originar HUMAREDAS, nos envuelven con polvo y poca sustancia, por mucho que ocupen los grandes espacios y oculten otras realidades. Debieran alertarnos, pero acaparan voluntades.

Sin estar alerta es prácticamente imposible captar los pérfidos detalles opuestos a la realización plena de las personas con sus atributos. Tienden a promover una inteligencia DISGREGADA, fragmentada en ocupaciones por separado, detrás de gestos, voces, movimientos o textos. Cada vez le crecen más ramificaciones, predominan sus atenciones sectarias según sus objetivos, se pierden los enlaces y la síntesis.


Por consiguiente, hemos de mostrarnos muy perspicaces para captar las actitudes contrarias a través del esfuerzo personal, las cualidades manejadas y la calidad de los medios utilizados, en una conexión óptima con las características propias. Es esa inteligencia INTEGRADORA cuyo talante perseguirá los perfiles adecuados para la forja de personalidades con bagajes gratificantes.

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