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Es como una serpiente que asfixia enrollándose en el cuello

Fariseísmo en el siglo XXI

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Tamara Tenenbraum se crió en una comunidad judía ortodoxa, como dice en un mundo de reglas muy claras en donde únicamente los hombres podían asistir a la universidad y las chicas teníamos que cubrirnos los codos y las rodillas, no llevar pantalones. Las costumbres sobre alimentos y sexualidad eran muy estrictas. Los sábados no podíamos tocar dinero ni utilizar la electricidad, ni los medios de transporte”. Este extremismo religioso es hijo del fariseísmo que en los tiempos de Jesús fue muy influyente. Al Señor le causo muchos disgustos porque los fariseos consideraban que desobedecía la Ley de Moisés. La herencia que dejaron los fariseos no solamente la recibieron los judíos ortodoxos. De ella no se libraron muchos judíos que convertidos al cristianismo siguieron nutriéndose del extremismo farisaico.


Conviene analizar qué es el legalismo acérrimo que se opone con toda dureza  a la gracia y a la misericordia que se encuentra en Jesús y que tanto ayudó a la expansión del cristianismo en la era apostólica. Si quitamos el velo que cubre el legalismo descubriremos que la hipocresía arruina la santidad que debe caracterizar la práctica religiosa. Desvela la existencia de personas a las que Jesús considera que son semejantes a “sepulcros blanqueados que por fuera, a la verdad se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23: 24). De ahí que Jesús considerase  hipócritas a los fariseos que se presentaban en público aparentando ser lo que no eran.


La esencia del legalismo consiste en un código de comportamiento con el propósito de exaltar el ego. Los legalistas confeccionan listas de las cosas que no pueden hacerse que no se basan en las enseñanzas de la Biblia, sino  en las traiciones que se han ido añadiendo a lo largo de los siglos que no tienen base bíblica. Juzgan el comportamiento ajeno según estos principios humanos. Siendo así la cosa, juzgan lo que ellos consideran cristiano y pretenden implantarlo en sus semejantes. El legalismo es muy astuto y se introduce furtivamente en las iglesias cubierto con el vestido de la religiosidad piadosa.


El legalismo impulsa el comportamiento ético. Si es así, ¿por qué considerarlo pernicioso? En primer lugar porque no es bíblico.  Por no promover la gracia de Dios  coarta la libertad que el creyente tiene en Cristo, que es  el sello de la vida cristiana (Juan 8: 32). Fomenta el ego que no agrada a Dios (Romanos 8: 8). Favoreced el orgullo que Jesús condena en la parábola del fariseo y del cobrador de impuestos (Lucas 18: 9-14).


La característica principal del fariseísmo religioso es el precepto de guardar el sábado. Es cierto que el descanso sabático lo instaura Dios inmediatamente después de haber terminado la obra de la creación y descansase el séptimo día (Génesis 2: 2,3). El descanso sabático semanal queda legislado en el Decálogo (Éxodo 20: 8-11). Pero aquí entra furtivamente el legalismo en la iglesia.

Jesús descubre por qué: “Fácilmente rechazáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición”  (Marcos 7: 9).  En el intermedio entre el Antiguo y el Nuevo Testamento aparecen los fariseos tan nombrados en los evangelios  que amplían el mandamiento de guardar el sábado acompañado de una larga lista de noes que no se podían hacer que no tenían nada que ver con las enseñanzas de la Escrituras. Este sectarismo se convirtió en la enseñanza oficial de la iglesia judía que se implantó por la fuerza en la población. La resistencia a las nuevas doctrinas se pagaba con la expulsión de la sinagoga. Este comportamiento mereció la reprobación de Jesús que lo hace citando el profeta Isaías: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15: 8,9).


La ofuscación que favoreció el legalismo condujo a los fariseos a considerar que las curaciones que Jesús ejercía en sábado eran infracciones de la Ley. También a la necedad de  considerar infracción del precepto sabático el hecho de que los discípulos de Jesús hambrientos, un sábado caminado junto a unos sembrados cogiesen unas espigas y las restregaron  con las manos. Tan inocente proceder lo igualaban a segar (Mateo 12: 1-8).


La raíz del legalismo se encuentra en  el hecho de arrinconar la enseñanza de la salvación única y exclusivamente por la fe en el Nombre de Jesús que es un regalo de Dios. Dicha salvación se acompaña de buenas obras que Dios ha preparado de antemano para que los creyentes las ejecuten (Efesios 2: 8-10,), sustituyéndolas por otras que el ego hacer creer que son meritorias y necesarias para conseguir la salvación. Ello conduce a una escalada de hacer obras meritorias que llevan a la extenuación debido a que nunca garantizan que se haya alcanzad la salvación.


Misericordia y legalismo caminarán  en paralelo en tanto estemos aquí en la tierra. Debe evitarse que el legalismo tome una cabeza de puente en nuestras vidas.  Para conseguirlo tenemos que estar convencidos que Jesús es la Verdad y, ante la amenaza, no girar la cabeza para hacer ver que no existe. Tan sutil  es la labor de zapa del legalismo que el mismo apóstol Pedro fuese atrapado por él, obligando al apóstol Pablo a reprenderle públicamente: “Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, como judío, vives como los gentiles, ¿por qué obligas a los gen tiles a judaizar?” (Gálatas 2: 14). En la lucha contra el legalismo asfixiante “puestos los ojos en Jesús el autor y perfeccionador de la fe…para que vuestro ánimo  no se canse hasta desmayar” (Hebreos 12: 2,3).

Fariseísmo en el siglo XXI

Es como una serpiente que asfixia enrollándose en el cuello
Octavi Pereña
lunes, 12 de febrero de 2024, 09:09 h (CET)

Tamara Tenenbraum se crió en una comunidad judía ortodoxa, como dice en un mundo de reglas muy claras en donde únicamente los hombres podían asistir a la universidad y las chicas teníamos que cubrirnos los codos y las rodillas, no llevar pantalones. Las costumbres sobre alimentos y sexualidad eran muy estrictas. Los sábados no podíamos tocar dinero ni utilizar la electricidad, ni los medios de transporte”. Este extremismo religioso es hijo del fariseísmo que en los tiempos de Jesús fue muy influyente. Al Señor le causo muchos disgustos porque los fariseos consideraban que desobedecía la Ley de Moisés. La herencia que dejaron los fariseos no solamente la recibieron los judíos ortodoxos. De ella no se libraron muchos judíos que convertidos al cristianismo siguieron nutriéndose del extremismo farisaico.


Conviene analizar qué es el legalismo acérrimo que se opone con toda dureza  a la gracia y a la misericordia que se encuentra en Jesús y que tanto ayudó a la expansión del cristianismo en la era apostólica. Si quitamos el velo que cubre el legalismo descubriremos que la hipocresía arruina la santidad que debe caracterizar la práctica religiosa. Desvela la existencia de personas a las que Jesús considera que son semejantes a “sepulcros blanqueados que por fuera, a la verdad se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia” (Mateo 23: 24). De ahí que Jesús considerase  hipócritas a los fariseos que se presentaban en público aparentando ser lo que no eran.


La esencia del legalismo consiste en un código de comportamiento con el propósito de exaltar el ego. Los legalistas confeccionan listas de las cosas que no pueden hacerse que no se basan en las enseñanzas de la Biblia, sino  en las traiciones que se han ido añadiendo a lo largo de los siglos que no tienen base bíblica. Juzgan el comportamiento ajeno según estos principios humanos. Siendo así la cosa, juzgan lo que ellos consideran cristiano y pretenden implantarlo en sus semejantes. El legalismo es muy astuto y se introduce furtivamente en las iglesias cubierto con el vestido de la religiosidad piadosa.


El legalismo impulsa el comportamiento ético. Si es así, ¿por qué considerarlo pernicioso? En primer lugar porque no es bíblico.  Por no promover la gracia de Dios  coarta la libertad que el creyente tiene en Cristo, que es  el sello de la vida cristiana (Juan 8: 32). Fomenta el ego que no agrada a Dios (Romanos 8: 8). Favoreced el orgullo que Jesús condena en la parábola del fariseo y del cobrador de impuestos (Lucas 18: 9-14).


La característica principal del fariseísmo religioso es el precepto de guardar el sábado. Es cierto que el descanso sabático lo instaura Dios inmediatamente después de haber terminado la obra de la creación y descansase el séptimo día (Génesis 2: 2,3). El descanso sabático semanal queda legislado en el Decálogo (Éxodo 20: 8-11). Pero aquí entra furtivamente el legalismo en la iglesia.

Jesús descubre por qué: “Fácilmente rechazáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición”  (Marcos 7: 9).  En el intermedio entre el Antiguo y el Nuevo Testamento aparecen los fariseos tan nombrados en los evangelios  que amplían el mandamiento de guardar el sábado acompañado de una larga lista de noes que no se podían hacer que no tenían nada que ver con las enseñanzas de la Escrituras. Este sectarismo se convirtió en la enseñanza oficial de la iglesia judía que se implantó por la fuerza en la población. La resistencia a las nuevas doctrinas se pagaba con la expulsión de la sinagoga. Este comportamiento mereció la reprobación de Jesús que lo hace citando el profeta Isaías: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15: 8,9).


La ofuscación que favoreció el legalismo condujo a los fariseos a considerar que las curaciones que Jesús ejercía en sábado eran infracciones de la Ley. También a la necedad de  considerar infracción del precepto sabático el hecho de que los discípulos de Jesús hambrientos, un sábado caminado junto a unos sembrados cogiesen unas espigas y las restregaron  con las manos. Tan inocente proceder lo igualaban a segar (Mateo 12: 1-8).


La raíz del legalismo se encuentra en  el hecho de arrinconar la enseñanza de la salvación única y exclusivamente por la fe en el Nombre de Jesús que es un regalo de Dios. Dicha salvación se acompaña de buenas obras que Dios ha preparado de antemano para que los creyentes las ejecuten (Efesios 2: 8-10,), sustituyéndolas por otras que el ego hacer creer que son meritorias y necesarias para conseguir la salvación. Ello conduce a una escalada de hacer obras meritorias que llevan a la extenuación debido a que nunca garantizan que se haya alcanzad la salvación.


Misericordia y legalismo caminarán  en paralelo en tanto estemos aquí en la tierra. Debe evitarse que el legalismo tome una cabeza de puente en nuestras vidas.  Para conseguirlo tenemos que estar convencidos que Jesús es la Verdad y, ante la amenaza, no girar la cabeza para hacer ver que no existe. Tan sutil  es la labor de zapa del legalismo que el mismo apóstol Pedro fuese atrapado por él, obligando al apóstol Pablo a reprenderle públicamente: “Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, como judío, vives como los gentiles, ¿por qué obligas a los gen tiles a judaizar?” (Gálatas 2: 14). En la lucha contra el legalismo asfixiante “puestos los ojos en Jesús el autor y perfeccionador de la fe…para que vuestro ánimo  no se canse hasta desmayar” (Hebreos 12: 2,3).

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