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Aquellos que nacimos a mediados del siglo pasado (que barbaridad), hemos ido cambiando las peticiones de nuestras cartas a sus majestades (que por cierto alguno ya ha entrado en la categoría de emérito; y también viene de Oriente).
Aun recuerdo aquellos años en que me conformaba con libros y “las cosas del colegio”. En mi más tierna infancia los reyes me traían un caballo de cartón o un motorista de lata. A los doce años heredé una vieja bicicleta de un primo mío que los Reyes dejaron flamante con un sillón, un pedal y unas cubiertas nuevas. A los quince me echaron una armónica “Honner” preciosa. A los dieciséis un laúd y desde entonces ropa. Mucha ropa.
El ennoviamiento y posterior matrimonio cambiaron la tipología de los regalos reales. Ya no era necesario escribir la carta. Sus majestades intuían (no siempre) aquello que te agradaba y se presentaban con obsequios insospechados. La llegada de los hijos cambió la celebración de una manera irreversible. Ya todo se volcaba en convertirse en pajes reales y llenar una habitación de juguetes. Con los nietos todo se ha multiplicado. Mi casa aparece el seis de enero convertida en una especie de almacén distribuidor de “Amazón”. Adiós a la paga extraordinaria y algo más.
Pero ¿y nosotros? Los abueletes también tenemos nuestro corazoncito. Escribo a los Reyes Magos cartas llenas de petición de paz y de salud. Aquella oración de “Virgencita que me quede como estoy” se sigue agolpando en nuestra mente y en nuestras peticiones.
Esta vez voy a pedir: un año más y una pandemia menos. Muchas cosas que hacer y capacidad de realizarlas. Una sonrisa que salga de dentro y haga más felices a los demás. Un propósito de ver menos telediarios y hablar más con la gente. Un análisis médico que me permita seguir tomando una cervecita, un plato de bacalao con tomate y un buen trozo de queso. Y un dulcecito de vez en cuando.
Estoy convencido de que sus majestades me tendrán en cuenta. Pido poco y casi todo es factible. ¡Se me había olvidado! ¡Qué este año seamos uno más en la familia! Amén.
Postdata: Como siempre sus Majestades se han portado. Mi casa se ha vuelto a convertir en un manicomio infantil. ¡¡Viva los Reyes Magos!!
Utilizar al Rey como actor forzado en la escena final de su opereta y ni siquiera anunciar una moción de confianza prueban que este hombre buscaba - sin mucho éxito - provocar a los malos, al enemigo, a los periodistas y tertulianos que forman parte de ese imaginario contubernio fascista que le quiere desalojar del poder.
En bastantes ocasiones he escrito sobre este pobre hombre que preside, para desgracia de todos, el gobierno de España. Y otras tantas le he tachado de cateto (solo hay que ver cómo se contonea, para exhibir su supuesta guapura), también de plagiador (porque ha plagiado más de una vez) y de embustero (porque ha mentido en innumerables ocasiones).
El 30 de abril de 1935 el embajador mexicano en Río de Janeiro, el conocido escritor Alonso Reyes Ochoa, informaba al gobierno de Lázaro Cárdenas del súbito interés brasileño en la resolución del conflicto entre Paraguay y Bolivia. El gobierno brasileño, invitado en Washington para participar con Argentina y Chile en la conferencia de Buenos Aires para pacificar el Chaco, declinó al principio este ofrecimiento.
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