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De vez en cuando una vieja serie de televisión te hace conocerte mejor

Mister Monk

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En el transcurrir de tu existencia vas acumulando una serie de fobias y manías que te cuesta trabajo reconocer. Pertenecen a aquel cuadrante de la ventana de Johary que tanto te iluminó en tus primeros contactos con la psicología de la interrelación. Se trata de aquella parte de tu conducta que todo el mundo ve. Menos tú.


La vieja serie de Mr. Monk, que obtuvo un gran éxito en los Estados Unidos en la primera época de los 2.000, ha sido repuesta a lo largo de este verano en Ten Tv. Una cadena secundaria especializada en series antiguas. Me acerqué a verla con curiosidad y al final me ha enganchado. Abusa de los recursos fáciles y de unos personajes estereotipados que facilitan la actuación del personaje principal encarnado por Tony Shaloub (ganador de cuatro premios Emy y un Globo de oro por esta serie).


Aparte de la mejor o peor calidad de esta serie, su contemplación me ha hecho recapacitar sobre la cantidad de tics, de fobias y filias, así como de trastornos obsesivos compulsivos que rodean nuestra existencia. A medida que vamos haciéndonos mayores se acentúan eso que los demás denominan como “las cosas de…”. Llega un momento en el que nos convertimos en maniáticos, egoístas y mandones. Aquello de “la paja en el ojo ajeno”.


Monk ansía ser una persona normal. Pero algo en su interior se lo impide. Ha ido creando una serie de tabúes que pretende eliminar limpiándose escrupulosamente las manos con “una toallita”. Los seres humanos, especialmente los mayores, creemos que, por el solo hecho de serlo, somos el ombligo del mundo. Queremos que todo el que nos rodea siga “nuestro orden”, comparta “nuestras ideas” y se solidarice con nuestras manías. Encima, nos cuesta trabajo reconocerlo.


El señor Monk tiene algo muy bueno que me gustaría imitar. Un amor incorruptible por su esposa y una adoración por sus escasos amigos. Una ternura infinita con aquellos a quienes logra entender y una inteligencia extraordinaria basada en una capacidad de observación indescriptible.


Para terminar esta elucubración mía. El Sr. Monk me ha hecho recordar a mis mayores, a los que creíamos bastante maniáticos. Ahora resulta que yo soy como ellos. Hipocondríaco, cascarrabias y temeroso del futuro. ¡Menudo gilipuertas estoy hecho! Espero mejorar en el futuro. La penitencia la llevo implícita en sufrimientos, a veces, innecesarios.

Mister Monk

De vez en cuando una vieja serie de televisión te hace conocerte mejor
Manuel Montes Cleries
miércoles, 1 de septiembre de 2021, 11:36 h (CET)

En el transcurrir de tu existencia vas acumulando una serie de fobias y manías que te cuesta trabajo reconocer. Pertenecen a aquel cuadrante de la ventana de Johary que tanto te iluminó en tus primeros contactos con la psicología de la interrelación. Se trata de aquella parte de tu conducta que todo el mundo ve. Menos tú.


La vieja serie de Mr. Monk, que obtuvo un gran éxito en los Estados Unidos en la primera época de los 2.000, ha sido repuesta a lo largo de este verano en Ten Tv. Una cadena secundaria especializada en series antiguas. Me acerqué a verla con curiosidad y al final me ha enganchado. Abusa de los recursos fáciles y de unos personajes estereotipados que facilitan la actuación del personaje principal encarnado por Tony Shaloub (ganador de cuatro premios Emy y un Globo de oro por esta serie).


Aparte de la mejor o peor calidad de esta serie, su contemplación me ha hecho recapacitar sobre la cantidad de tics, de fobias y filias, así como de trastornos obsesivos compulsivos que rodean nuestra existencia. A medida que vamos haciéndonos mayores se acentúan eso que los demás denominan como “las cosas de…”. Llega un momento en el que nos convertimos en maniáticos, egoístas y mandones. Aquello de “la paja en el ojo ajeno”.


Monk ansía ser una persona normal. Pero algo en su interior se lo impide. Ha ido creando una serie de tabúes que pretende eliminar limpiándose escrupulosamente las manos con “una toallita”. Los seres humanos, especialmente los mayores, creemos que, por el solo hecho de serlo, somos el ombligo del mundo. Queremos que todo el que nos rodea siga “nuestro orden”, comparta “nuestras ideas” y se solidarice con nuestras manías. Encima, nos cuesta trabajo reconocerlo.


El señor Monk tiene algo muy bueno que me gustaría imitar. Un amor incorruptible por su esposa y una adoración por sus escasos amigos. Una ternura infinita con aquellos a quienes logra entender y una inteligencia extraordinaria basada en una capacidad de observación indescriptible.


Para terminar esta elucubración mía. El Sr. Monk me ha hecho recordar a mis mayores, a los que creíamos bastante maniáticos. Ahora resulta que yo soy como ellos. Hipocondríaco, cascarrabias y temeroso del futuro. ¡Menudo gilipuertas estoy hecho! Espero mejorar en el futuro. La penitencia la llevo implícita en sufrimientos, a veces, innecesarios.

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