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Francisco J. Caparrós
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Demonizar a determinados colectivos no ayuda a solucionar un problema que es de todos

Las autoridades, pues qué otra cosa cabía hacer si no ante la fuerte presión social, han optado por relajar nuevamente las draconianas restricciones impuestas a propietarios de bares y restaurantes, quienes desde el principio y no sin motivo se han quejado de que se les señale como responsables de la regresión a los preocupantes niveles de contagio de las olas más críticas.

Cuando el hombre es dueño de su propio final.

De hallarnos en idéntica tesitura, no todos dispondríamos de la determinación que demostró poseer Robin Williams para poder poner fin a nuestra existencia. Me aterra pensar, no ya en los momentos de desesperación por los que se vio obligado experimentar tras recibir el mazazo por la desagradable noticia de la enfermedad neurodegenerativa que padecía, sino en los terribles instantes finales del actor con una soga alrededor de su cuello que le impedía respirar.

Trump es de los pocos máximos mandatarios estadounidenses en la historia que ve truncado su sueño de repetir cuatro años más como inquilino de la Casa Blanca

La victoria del aspirante a ocupar por primera vez ese cargo, el pensilvano Joe Biden, sobre su adversario no ha sido todo lo ajustada que, desde el principio, ha querido apreciar Donald Trump. Cerca de 5 millones de votos de diferencia, en un censo electoral que ha hecho uso de su derecho al sufragio en un 75 por ciento, no es moco de pavo precisamente, pero en eso se ha estado aferrando el neoyorquino para emprender una campaña de desprestigio contra el procedimiento utilizado en el computo de los sufragios de uno y otro aspirante.

Los reproches de la oposición a las actuaciones del gobierno frente a la crisis siguen formando parte de sus discursos y diatribas, pero el matiz del lenguaje que emplean para proclamarlos ya no es el mismo

Las avenidas y bulevares de mi ciudad, así como también las del resto de España, parcialmente desiertas desde la proclamación del estado de alerta a causa del coronavirus, me recuerdan a los decorados urbanos de esos filmes de serie b que recrean, sin esmerarse demasiado en los detalles, un paisaje postapocalíptico poco verosímil.

Se suele aseverar que cuanto más alta es la cuna más grave es la ofensa, pero eso no siempre parece ser así…

Fraudes llevados a cabo por malhechores de tres al cuarto los ha habido siempre.

Ya está bien de reuniones, foros o simposios en los que ninguna de las decisiones que se toman para intentar solucionar el deterioro galopante del medio ambiente terrestre, acaba siendo mínimamente vinculante.

Lo que ya no es tan normal es que transcurridos unos días desde el incidente el político se desdiga para, a continuación, reclamar el cargo institucional al que por decoro días atrás había renunciado.Por otra parte, el que ha sido hasta hace tan solo unos días su partido, no tardó en suspenderle de militancia tras hacerse pública la noticia, y la Cámara Alta a la que pertenecía tras su nombramiento en 2019 ha hecho lo propio, pero en esta ocasión a instancia del propio Ros, que presentó su renuncia de “manera apresurada”, siempre según sus palabras.A pesar de su aparatosidad, comprensible al estar en juego la reputación de todo un senador, y la del propio senado en sí, naturalmente, la noticia no tiene más recorrido que el que la propia investigación, así como los resultados de la misma, se encarguen de determinar; pero a mí me sigue asaltando una duda: conocer si ha existido algún tipo de discrepancia en la sede de Vox con la denominación genérica de los cargos que se le imputan presuntamente a su ya exafiliado, o que hayan sido presentados en el juzgado de Violencia contra la Mujer número 1 de Málaga y no en uno ordinario.

A buenas horas se le ocurrió a Pedro Sánchez dirimir con las bases de la formación, que a duras penas comanda, el acuerdo de gobernabilidad rubricado junto a Unidas Podemos. El dineral que nos ha terminado costando a los españoles que el presidente en funciones postergase una decisión que había que tomar sí o sí y lo antes posible, parece que las arcas del Estado no lo recuperarán en años.

Porque, hasta hace apenas unos pocos días, he tenido sobre mi escritorio una bandera de España; un humilde pedazo de rafia sintética, en realidad, que apenas alcanza pulgada y media en diagonal, relegada a ocupar un extremo de la mesa donde tramito expedientes administrativos de lunes a viernes i, de cuando en cuando, aprovecho para confeccionar algún que otro artículo como el que nos ocupa, amable lector, ahora a ambos.

No debería sorprendernos que muchos piensen que Pedro Sánchez se ha estado riendo de los españoles, durante estos últimos meses de makiavélica incertidumbre. Observado con una cierta perspectiva, todo parece indicar que sus movimientos -dudas y reticencias hacia Pablo Iglesias y Unidas Podemos incluidas- respondían a un plan elaborado con alevosía y premeditación.

No es la primera vez –ni será la última, mucho me temo- que utilizo el mismo epígrafe que ahora encabeza estas líneas para titular alguno de mis artículos de opinión. Evidentemente, todos ellos tienen algo en común, de lo contrario no tendría sentido semejante acopio de simpleza y vulgaridad.

He intentado sin éxito comprender a Ignacio Aguado cuando expresa su voluntad de no admitir en un ejecutivo a mujeres poco resolutivas, e incluso incapaces ha llegado a insinuar, poniendo como ejemplo de ello a dos féminas como Leire Pajín y Viviana Aído, ambas del Partido Socialista Obrero Español y en su día responsables de sendas carteras ministeriales, con José Luis Rodríguez Zapatero como primer ministro.

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