MADRID, 05 (SERVIMEDIA)
Las personas trans tienen un bajo conocimiento y hacen un uso anecdótico de las principales estrategias de prevención del VIH, que son la profilaxis pre-exposición (PrEP) y la profilaxis post-exposición (PEP), pese a ser una población prioritaria en la respuesta a la epidemia de VIH y a que están disponibles de forma gratuita en el sistema público de salud.
Así lo revela un estudio llevado a cabo desde el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), junto al Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber-ISCIII), que analizó los conocimientos y el uso entre personas trans y/o no binarias de dos de las estrategias de prevención altamente efectivas en disminuir la transmisión de VIH.
El trabajo estudió la información de 1.468 personas mayores de 15 años, reclutadas entre octubre de 2023 y marzo de 2024, a través de métodos mixtos de captación online y presencial, incluyendo redes sociales, organizaciones comunitarias y unidades de identidad de género.
Los resultados, liderado desde la Escuela Nacional de Sanidad del ISCIII y publicado en la revista 'Journal for Equity in Health', muestran que sólo la mitad de las personas participantes conocía la PrEP, que apenas un 15% sabía cómo acceder a ella, y que tan sólo un 2,8% la había utilizado alguna vez.
En el caso de la PEP, los niveles eran aún más bajos: apenas un tercio había oído hablar de ella, un 13 % sabía cómo solicitarla y sólo un 1,6% la había utilizado alguna vez, generalmente en una sola ocasión.
La PrEP consiste en la toma de medicamentos antirretrovirales en personas con alto riesgo de contraer el VIH, mientras que la PEP es un tratamiento con antirretrovirales que se toma después de una posible exposición al VIH para prevenir la infección.
Las citadas cifras contrastan con el hecho de que ambas estrategias están disponibles desde hace años en el sistema sanitario público: la PrEP se financia en España desde 2019 para personas con prácticas de riesgo para la adquisición del VIH, y la PEP está disponible desde hace más de 20 años en servicios de urgencias y unidades de enfermedades infecciosas.
Los resultados también desvelan desigualdades en salud y un amplio margen de mejora en la implementación de estas medidas preventivas, teniendo en cuenta los determinantes sociales y estructurales de la salud, para incorporar de forma inclusiva a una población que, según Onusida, constituye un grupo clave en la respuesta frente al VIH.
OTRAS CONCLUSIONES
La investigación también analizó los factores asociados al conocimiento y uso de estas estrategias preventivas. El conocimiento de ambas estrategias fue mayor entre mujeres trans y personas no binarias, entre quienes tienen estudios universitarios, y también entre las personas que analizaron algún proceso médico relacionado con la transición o que refirieron prácticas sexuales de riesgo.
En cuanto al uso, fue más frecuente entre personas mayores de 30 años, residentes en grandes ciudades y con prácticas sexuales consideradas de mayor riesgo para la adquisición del VIH. Estos patrones sugieren la existencia de desigualdades estructurales en el acceso a la información y al uso de estas estrategias preventivas dentro de la población trans y/o no binaria.
Los autores del trabajo subrayaron la necesidad de reforzar las acciones de prevención del VIH especialmente en los hombres trans, las personas más jóvenes, con menor nivel educativo, residentes en municipios más pequeños o con prácticas sexuales de más riesgo.
A pesar de que las personas trans son unas de las poblaciones prioritarias en la respuesta a la epidemia del VIH, la estigmatización estructural y la discriminación siguen traduciéndose en desigualdades en salud.
Además de los factores estructurales mencionados, en el estudio se identificaron potenciales barreros en el acceso a los servicios sanitarios, como el miedo a visibilizarse como persona trans en consulta, la experiencia previa de discriminación en el acceso al sistema sanitario y la falta de competencias culturales en los servicios sanitarios, entre otros.
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