MADRID, 06 (SERVIMEDIA)
Un día de calor extremo puede reducir la producción de leche hasta en un 10% y sus efectos pueden alargarse más de 10 días porque pueden resultar insuficientes los esfuerzos de los ganaderos por 'refrescar' a las vacas.
Esa es la conclusión principal de una de las evaluaciones más exhaustivas realizadas hasta ahora sobre el impacto de las olas de calor en las vacas usadas para la producción de leche.
El estudio fue realizado por investigadores de las universidades de Jerusalén y Tel Aviv (Israel), y Chicago (Estados Unidos), y aparece publicado en la revista 'Science Advances'.
Investigaciones recientes han demostrado que el cambio climático reducirá la producción agrícola, pero se ha analizado menos su impacto en la ganadería.
El nuevo estudio analiza más de 320 millones de observaciones diarias de la producción lechera a lo largo de 12 años en Israel (que cuenta con un sistema lechero avanzado y representativo de los principales países productores de leche), junto con encuestas a más de 300 ganaderos, para estimar el efecto del calor húmedo en más de 130.000 vacas y el alcance de la adaptación de estas a las altas temperaturas.
BULBO HÚMEDO
Los resultados indican que el calor extremo -cuando las temperaturas de bulbo húmedo superan los 26 grados- reduce la producción de leche hasta en un 10%, con efectos que persisten durante más de 10 días.
Las consecuencias son más fuertes cuando las vacas están en etapas más productivas, lo que sugiere un equilibrio entre productividad y resiliencia.
Las temperaturas de bulbo húmedo combinan información sobre la temperatura de bulbo seco (la temperatura ambiente del aire) y la humedad. Al hacerlo, ofrecen una medida que captura mejor el estrés por calor.
La misma temperatura ambiente del aire se siente muy diferente en días secos o húmedos para las personas y las vacas. Cuando estas están expuestas a ese calor húmedo, a menudo conocido como condiciones de 'baño de vapor"' la producción de leche tarda más de 10 días en recuperarse a niveles normales.
Aunque casi todas las granjas que los investigadores encuestaron habían adoptado tecnologías de enfriamiento, estos esfuerzos de adaptación solo compensaron la mitad de las pérdidas por menor producción.
"El cambio climático tendrá amplios impactos en lo que comemos y bebemos, incluyendo ese vaso de leche fría", indica Eyal Frank, coautor del estudio y profesor adjunto de la Escuela Harris de Políticas Públicas de la Universidad de Chicago.
Frank añade: "El calor extremo tiene impactos significativos y duraderos en el suministro de leche, e incluso las granjas con mayor tecnología y recursos están implementando estrategias de adaptación que podrían no ser suficientes para hacer frente al cambio climático".
"La industria láctea en Israel es un buen banco de pruebas, ya que las granjas están dispersas por todo el país y experimentan una amplia gama de temperaturas y humedad que representan las condiciones de los principales países productores de leche del mundo", indica Ram Fishman, profesor asociado de Políticas Públicas en la Universidad de Tel Aviv.
Fishman recalca que casi todos los ganaderos en ese país "ya han adoptado sistemas de ventilación y pulverización para mantener a sus vacas más frescas". "Es más, las granjas lecheras israelíes se encuentran entre las más avanzadas tecnológicamente del mundo, por lo que cualquier impacto que sufran probablemente sea mayor en otras regiones", precisa.
OTROS PAÍSES
Por otra parte, los investigadores utilizaron sus estimaciones en Israel para mostrar cómo el cambio climático podría afectar la producción mundial de leche para mediados de siglo y qué países se beneficiarían más de la adaptación.
Hallan que, sin refrigeración, los 10 principales países productores de leche podrían ver una disminución media de un 4% en la producción diaria, con algunos países más afectados que otros.
Tres de los cinco principales productores (India, Pakistán y Brasil) experimentan mayores pérdidas que Israel, con entre un 3,5% y un 4% por vaca al día. También son los países que más se benefician de la refrigeración.
Sin embargo, incluso con sistemas de enfriamiento, los cinco mayores productores (se añaden Estados Unidos y China) aún experimentan pérdidas de entre un 1,5 % y un 2,7 % por vaca al día.
"Los responsables políticos deberían buscar más estrategias no solo para refrigerar a las vacas, sino también para reducir los factores de estrés, como el confinamiento y la separación de los terneros. Los factores de estrés hacen que las vacas sean más sensibles al calor y menos resilientes", concluye Claire Palandri, investigadora posdoctoral de la Escuela Harris de Políticas Públicas en la Universidad de Chicago.
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