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Dedicado al ministro pirómano virtual

Fernando Jáuregui
jueves, 14 de agosto de 2025, 08:00 h (CET)

MADRID, 13 (OTR/PRESS) Los peores incendios son los morales. Los que van por dentro, quemando la verdad, la decencia y el buen sentido. Lo digo como afectado y como usuario profesional de la información: los incendios en las redes pueden causar más perturbaciones y daños aún que las llamas reales, y conste que lo digo con la inmensa tristeza de contemplar a mi país ardiendo por los cuatro costados. Y también, aunque menos, lo digo como perjudicado, aunque los daños, en mi caso, hayan sido bastante menores que los de otros muchos. Pero más dolor me da comprobar cómo se utilizan estas desgracias para fomentar una lucha política que arruina y siembra el caos en mi país.

Lo digo porque algunos responsables políticos -no solo del partido del Gobierno, por supuesto-aprovechan la ocasión para lanzar una especie de proclama de 'en las regiones del PP se quema más', o viceversa. Que un ministro del Gobierno esté empleando sus ocios, que pagamos todos, en criticar al presidente de una autonomía que arde por estar de vacaciones es simplemente absurdo. Como lo es criticar a la presidenta de la Comunidad de Madrid por estar en Miami mientras se incendia Tres Cantos. O atacar al presidente del Gobierno por estar en La Mareta, y no en el epicentro de la llamarada. Basta de demagogias.

Pensé que mi obligación como periodista, y también como ciudadano afectado, era estar al pie del cañón de las redes sociales, y así lo hice durante buena parte de la noche del lunes y casi todo el martes. Critiqué lo que pensé que debería criticar -muchos residentes habíamos avisado de las malas condiciones y peligros en Soto de Viñuelas, donde tanto se ha quemado--, alabé las actuaciones que pensé que debía alabar, informé de lo poco que iba sabiendo.

Por supuesto, expresé mi opinión sobre las actividades 'tuiteras' del señor ministro, por cierto el único miembro del Gobierno visible, aunque fuese para lo que fue, mientras se devastaban cientos de miles de hectáreas en Galicia, Castilla y León, Andalucía, Extremadura, Canarias, Madrid, etcétera. Un ministro no está para eso, repetí, convencido de que, efectivamente, no está para eso, como lo estoy de que, estén transferidas a donde estén las competencias en materia de incendios, un Gobierno entero no puede estar en modo vacación mientras el país se quema. Y luego ya hablaremos de dónde está, estaba, cada presidente de autonomía, cada alcalde. Que esa es otra.

La verdad es que no fue para mí ninguna sorpresa verme atacado por muchos defensores del ministro en cuestión en la red X, que a él tanto le gusta utilizar. Casi todos estos defensores, por supuesto anónimos en su mayoría, expresaban los mismos argumentos, algunos incluso empleaban las mismas palabras: este periodista que chochea no se ha enterado todavía de que son las Comunidades Autónomas las que prevén y extinguen incendios, y se dedica a atacar al Gobierno, haciendo el juego al PP. Que se jubile el crítico.

No es así, claro, pero no es eso lo que quiero abordar: no hay tiempo para ocuparse ahora de las 'fakes' ni de las campañas orquestales en la oscuridad. Lo que me inquieta sobremanera es que las culpas se siguen peloteando de poder a poder entre Gobierno central y autonomías, e incluso alcaldías, de otro signo político. Si la coordinación entre las administraciones no funciona a la hora de la tragedia, el país entero correrá, ya digo, el riesgo del caos. Véanse, sin ir más lejos, las nefastas consecuencias del enfrentamiento entre La Moncloa y la Puerta del Sol. Y si los 'afines', vamos a llamarlos así sin excluir otras sospechas, se dedican a avivar las llamas de la discordia política en las sacrosantas redes, qué quiere que le diga: ¿qué puede salir mal?.

Para mí, constatar que nadie parece pensar en el ciudadano cuando el desastre está a punto de alcanzarle constituye una causa de preocupación mucho mayor, repito, que la que puedan suscitarme los daños -ya digo que lo de otros ha sido mucho peor-que mi domicilio haya sufrido. Así, vamos mal, y permítame que se diga a usted, señor ministro tuitero y bronquista. Para esto, no me sirve usted en el Gobierno de la cuarta potencia de la UE, o sea, España, donde estamos a punto de perder muchos trenes. Le ruego que no se lo tome, suspicaz, como una alusión.

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