MADRID, 6 (OTR/PRESS) Leer y mirar la naturaleza debería ser obligatorio todo el año y para todos, pero en verano más, porque hay más tiempo, menos agobio, más tranquilidad. Sentarse delante del mar o en plena montaña, mirar sin prisas la belleza de la creación y leer un libro alimenta el espíritu y nos hace mejores. Este verano estoy aprovechando para leer "El loco de Dios en el fin del mundo", de Javier Cercas, el libro de un ateo sobre la Iglesia y sobre el papa Francisco, seguramente el más vendido este año en toda España y en todas las ferias del libro a pesar de que es una obra sobre religión, sobre la denostada Iglesia católica y, aparentemente ese es un asunto que cada vez interesa menos a más gente. Tal vez no sea así sino que ni los medios de comunicación ni los críticos tienen interés en ocuparse de ello. Las cifras de ventas denuncian este silencio. En las conversaciones de Cercas con altos cargos del Vaticano, alguno de ellos pone de relieve la demanda creciente de una espiritualidad auténtica, no la de los influencers de bolsillo, que, seguramente, responde a una necesidad esencial del hombre y al vacío de valores al que hemos conducido a la humanidad en las últimas décadas. Pero en ese debate sobre la fe como intuición o como razón, sobre la trascendencia de la persona, sobre su relación con Dios y con el prójimo, con el próximo, sobre el papel del papa Francisco, denostado por muchos católicos y aplaudido por muchos que no lo son, como el propio Cercas, hay un debate en las páginas que estoy leyendo ahora mismo que se puede llevar de la religión a la polìtica actual. La religión interesa a la gente, y no solo a la creyente. La polìtica, también. Pero, en ambos casos, no así, con testimonios que contradicen la esencia de ambas, con un lenguaje que excluye a los que piensan diferente, de confrontación, de ataques al contrario, de división entre buenos y malos, de levantar muros o cerrar puertas. Andrea Tornielli, periodista italiano, uno de los mejores vaticanistas, comenta con Cercas, hablando de la religión -y en la polìtica es igual- que "la gente está cada vez más harta de la controversia inventada, de la polémica cogida por los pelos" y que hay un problema en la religión, en el catolicismo -también la política, en la nuestra, en la española, en la europea, en la de Estados Unidos- por el uso para explicarla, de un lenguaje hermético, autorreferencial, típico de cierta cultura católica, -y de la polìtica que vivimos hoy- que lo da todo por descontado y usa palabras que no entiende nadie. Un lenguaje muchas veces casposo, oxidado e inane. Le religión es amor, misericordia, la palabra preferida del papa Francisco, trascendencia, servicio a los demás. La polìtica debería serlo igualmente, pero ahora mismo, en el escenario español, es corrupción generalizada, privilegios para unos pocos, defensa encarnizada del poder al servicio de intereses particulares, enfrentamientos y desprecio del contrario. La religión es o debería ser por encima de otras muchas cosas, por encima de las palabras y de las formas, testimonio de vida, acogida y solidaridad con los más desfavorecidos. La polìtica tendría que ser defensa del bien común y de todos los ciudadanos, sin exclusiones. La religión es un ejercicio moral. El poder debería ser un ejercicio moral, no una herramienta que amarga y envilece. El mismo Tornielli se refiere a una hermosa imagen que usaba el Papa Francisco: "el sacerdote, decía, debe estar, al mismo tiempo delante del rebaño para conducirlo; debe estar en medio del rebaño para acompañar a todos, porque es como todos; y debe estar en la cola para ayudar a seguir a quienes no pueden seguir, a los más débiles y necesitados para no perder a ninguno". Los políticos, pienso, deberían estar al mismo tiempo conduciendo a la ciudadanía para abriles caminos en libertad; en la calle, porque son como todos y no tienen más derechos ni más privilegios, para saber lo que pasa de verdad y lo que quieren los ciudadanos y en las periferias para no dejar atrás a ninguno. Lamentablemente, los políticos están en su torre de marfil, roban a los ciudadanos, se aprovechan del poder para sus intereses o se van de vacaciones a lugares de lujo que pagamos todos, eluden el contacto con la gente, a veces por miedo a que les abucheen y recriminen lo que hacen, o hacen gracietas diciendo que "las vacaciones están sobrevaloradas", mientras ellos se van de vacaciones. La polìtica, como la religión, debería ser otra cosa. Un ejercicio moral o ético. La base del liderazgo es el profundo respeto por cada individuo y por todos los individuos.
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