MADRID, 24 (OTR/PRESS) Quizá no hayamos valorado tanto como merece la ceremonia de entrega este miércoles de los Premios Princesa de Girona en el Palacio del Liceu de Barcelona, con asistencia del president de la Generalitat y de numerosas personalidades de la vida social, económica y artística (y hasta futbolística) de Cataluña. Y mi aprecio no se dirige tanto hacia lo que pudiesen decir doña Leonor de Borbón o su padre, el Rey, que siempre hacen discursos muy bien preparados, correctos y, en el caso catalán, bilingües: es el acto en sí el que, en medio del caos oceánico que envuelve nuestra vida pública, me da cierta esperanza en el futuro. Porque, para mí, el futuro sin rupturas debería llamarse Leonor I, y lo digo con el respeto que merecen las tesis republicanas, obviamente. El mero recuerdo de cómo hubieron de celebrarse ceremonias anteriores organizadas por la Fundación Princesa de Girona, casi clandestinamente para evitar protestas independentistas y, desde luego, con la clamorosa ausencia de la Generalitat, el Govern o cualquier figura notable de la política catalana, me sirve para echar a volar esas esperanzas, tenues, en el sentido de que la normalidad aún es posible. Cierto que en las cercanías del Liceu se organizó este miércoles una manifestación -unas doscientas personas, me cuentan- que gritaba 'botifler' a los asistentes invitados al acto, pero este es un hecho a mi parecer escasamente significativo y menos aún representativo. La presencia de Leonor de Borbón en todas las Comunidades de España, comenzando por Cataluña y el País Vasco, ha de considerarse como un hecho no solo normal, sino frecuente. Que la princesa heredera del trono en nuestro país aún no haya concedido una sola entrevista periodística me parece un error que Juan Carlos I no cometió con su hijo Felipe: de hecho, pienso que fui el primero en entrevistar a Felipe de Borbón cuando este cumplió los dieciocho años, y ya entonces me quedé con la sensación, y así lo escribí, de que aquel joven alto y que pasaba por distante y algo engolado debería ser mejor conocido. "Soprenderá a muchos", recuerdo que terminaba aquella entrevista. También lo hará, me parece, Leonor, aunque no la conozco personalmente: es preciso fomentar su contacto con los españoles, algo que hoy impide un acaso exceso de proteccionismo.. Tengo la impresión, pese al miedo que las encuestas oficiales tienen a interrogar a sus encuestados acerca del tema de la Monarquía, de que la idea republicana está mucho más extendida en los escaños del Congreso (ex de los Diputados), que en la calle. Y ello, gracias a los partidos republicanos que apoyan al Gobierno del PSOE, que teóricamente se define como monárquico constitucionalista en cuanto a la forma del Estado. A este respecto, debo discrepar de quienes piensan que Pedro Sánchez, que sin duda no es un entusiasta de la Corona, actúa a favor de una futura República: si el PSOE quisiera cometer la locura de derribar la Monarquía, lo tendría fácil en la Cámara Baja del Parlamento. Al menos se guardan las formas, que en estos tiempos no es poco. Hoy, Leonor de Borbón, como persona más que como heredera, me parece que suscita indudable simpatía entre los jóvenes, se proclamen monárquicos o republicanos, que me parece que no existen grandes pasiones ni en un campo ni en el otro por parte de la llamada 'generación Z'. Las encuestas que manejé para realizar mi libro 'El Cambio en cien palabras' (perdón por la autocita, pero en este caso creo que lo exige el guión), muestran que el 62'4 de los jóvenes encuestados entre 18 y 29 años cree que la princesa conecta con los valores de la juventud actual, según NC Report. Y un 74'6 por ciento de esa 'generación Z' piensa que la princesa reinará y heredará la jefatura del Estado, incluyendo los votantes del PSOE (78'6 por ciento) aunque, mucho menos, los de Sumar (30 por ciento). Solo el 6'5 por ciento de los encuestados piensa tajantemente que Leonor no llegará a reinar. Sería, en todo caso, conveniente ir pavimentando el terreno para preparar la que podríamos llamar la 'época de Leonor I', sea ella o, mucho más improbablemente, un presidente de la República quien ocupe la sucesión de Felipe VI, esperemos que dentro de muchos años. Será, en todo caso, una era por completo diferente en casi todo a la que ahora vivimos. Y actos como el de los premios de la Fundación Princesa de Girona de este miércoles (no otros anteriores, desde luego), que premian a los jóvenes que destacan, sugieren la idea de que tan vez, solo tal vez, al menos en esta materia andemos por el buen camino. Ojalá sea así.
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