MADRID, 16 (OTR/PRESS) La negociación bilateral entre el Gobierno de España y el partido político ERC que oficializa la cesión a Cataluña de la recaudación de todos los impuestos y compromete la creación de una Agencia Tributaria específicamente catalana excede del marco que establece la Constitución. Aunque en el relato que envuelve esta transacción política han querido dotarla de un eufemismo -lo llaman "financiación singular"- lo cierto es que se trata de lo que parece: la ruptura del principio de Caja Única del Estado que cuando se trata de la redistribución de los recursos se rige por el principio de igualdad que emana de la solidaridad entre los ciudadanos con independencia del lugar en el que residan. Los impuestos los pagamos los ciudadanos no los territorios. Si Cataluña se descuelga del régimen común y acaba obteniendo un sistema tributario similar al cupo vasco -el único que junto a la singularidad de Navarra contempla la Constitución- se habrá quebrado uno de los ejes esenciales de la estructura sobre la que se basa el Estado: la solidaridad interterritorial. Llegados a este punto resulta pertinente preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí. La respuesta es sencilla al tiempo que turbia. Todo se debe a la ambición de un solo individuo. El mismo que antes de perder las elecciones aseguraba que la amnistía no cabía en la Constitución al tiempo que repetía que nunca, nunca pactaría con Bildu, los herederos políticos de los etarras. El mismo Pedro Sánchez que ahora acorralado por los casos de corrupción que tan de cerca le atañen en vez de reconocer el fracaso de su proclamado plan de regeneración, el que esgrimió como palanca para desalojar del Gobierno a Mariano Rajoy, ha decidido encastillarse en La Moncloa en lugar de reaccionar como lo habría hecho un verdadero demócrata devolviéndole la voz a los ciudadanos y convocando elecciones. No lo hace porque sabe por las encuestas que las perdería y también por temor a dejar el poder ante un horizonte penal que quizá podría obligarle a responder ante la ley acerca de algunos de los casos que vamos conociendo. Por eso como pobre excusa para atrincherarse invoca el temor a una posible victoria de la derecha. Llegado el momento será difícil revertir algunas de las concesiones otorgadas a los separatistas cuyo objetivo confeso siempre ha sido quebrar la unidad de España. Esperemos que la actual complejidad parlamentaria impida su aprobación.
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