MADRID, 4 (OTR/PRESS) En vísperas del Comité Federal del PSOE, convocado para este sábado, salta a los medios algo parecido a una purga en la Comisión Ejecutiva. Algo parecido a un propósito de la enmienda, aunque dejando clara la irreductible vocación de permanencia de Sánchez, camuflada en la atención mediática a la sustituta de Ábalos y Cerdán. Nada que objetar a Rebeca Torró. Pero su nombramiento nace lastrado por la poca fineza de Sánchez en la captación de talentos ¿Quién garantiza que no va a aparecer en un nuevo culebrón? El mal de fondo sigue ahí: la solución viene dada por quien ha creado el problema. Más allá del componente feminista del lavado de cara (por responder al machismo asilvestrado de Ábalos y Koldo), con Montse Mínguez como nueva portavoz, las reseñas previas de la purga que se avecina nos remiten a dos criterios de inmediata aplicación. Uno, la cercanía a Santos Cerdán, el purgado secretario de Organización, como causa inmediata de cese (Cendón, Serrano, Arribas, defenestrados). Y otro, un régimen de incompatibilidades que deje fuera a quienes ocupan uno o más cargos orgánicos a la vez en la estructura organizativa del partido. Nos quieren convencer de que Sánchez asume una demanda de su entorno: el control del partido no debe estar en manos de una sola persona (¡eureka!, ¡cráneos privilegiados¡) y de que convendría una reforma del código ético para frenar la escalada de la desvergüenza causada por los desaprensivos (Cerdán, Ábalos, Koldo...), casualmente vinculados al hecho fundacional de lo que hemos venido calificando de "sanchismo". Se me ocurren dos objeciones a estas medidas que Sánchez pretende encuadrar en su principio de contundencia frente a todo lo que se mueve en términos de inmoralidad de la vida pública. O lo que él entiende por "contundencia", que ya forma parte de su discurso, aunque el escándalo de los tres tenores no afloró por la contundencia de Sánchez, sino por la de la UCO, los jueces y ciertos medios de comunicación. Voy con las objeciones. Una es que Sánchez es demasiado mayor para cambiar a estas alturas sus tendencias personalistas. Y otra es que Sánchez no trae de fábrica el imperativo moral que, según Kant, es inherente a la condición humana. Se confirma que vamos mal si el todavía presidente del Gobierno tiene la apremiante necesidad de que se lo pongan por escrito. No hacen falta unas tablas de la ley para infundir en un gobernante el deber de detectar y perseguir la corrupción. Con más razón en la distancia corta. Esa es la vocación que ha de traer de fábrica un gobernante. Y si la trae, pero no la aplica por razones personales (por ejemplo, la desmedida voluntad de aferrarse al poder con todos los pronunciamientos en contra), de poco servirá que el propósito de la enmienda se circunscribe a una purga en la Ejecutiva y unos retoques en el código ético.
|