MADRID, 23 (OTR/PRESS) A principios de este año, la Unión Europea nos observaba con esa perplejidad que se sitúa entre el divertimento y la incógnita. Nada grave. Ni un sueco, ni un rumano, saben eso de "España y yo somos así, señora", pero nosotros sí, y casi siempre estamos temiendo que, al padrino lerdo de la boda, le dé por hablar, o que, en la cena de la empresa, el liberado sindical, se acerque al director general y le empiece a hablar del convenio. Y eso sucede bastante a menudo. A principio de este año, nadie, en la Unión Europea, estaba investigando por 500 millones de euros, que nos dieron de los fondos, y que, al parecer, Adif se los gastó en turbias adjudicaciones, que la UE está investigando. A principios de este año nadie sabía del escándalo de las mordidas, y en los periódicos europeos, todavía no se hablaba tan mal del presidente del Gobierno de España, no sólo en artículos, sino en editoriales de prestigiosos medios. En fin, a principios de año, nadie sabía la afición de algunos de los amigos de Pedro I, El Mentiroso, por las samaritanas del amor, como llamaba Perales a las putas, con misericordiosa sensibilidad. Pues ahora, sí, y nos miran, y saben el lío judicial de la familia Sánchez-Gómez, y nos escudriñan, preguntándose qué haremos ahora, y está claro: el Tribunal Constitucional avalará la Ley de Amnistía, sin esperar a que se pronuncie la Justicia Europea que, si tenía dudas, seguro que dirá lo contrario, porque toda acción produce una reacción, no sólo en Física, sino en el Derecho Internacional. Es decir, que dentro de muy poco, se enfangará el presidente del Tribunal Constitucional, se enfangarán sus miembros, tan progresistas como obedientes, y nos enfangaremos todos, porque cuando nos demos un garbeo por fuera seremos observados como en tiempos de Franco. Entonces, nos tenían lástima, por vivir en una dictadura. Dentro de poco, nos mirarán con enfado y antipatía, al comprobar nuestro grado de corrupción y de estupidez.
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