MADRID, 5 (OTR/PRESS) Esta gentuza se pone a pelearse con motivo de lo que fue anunciado como una rueda de prensa (sin preguntas) y los pobres periodistas, enviados por sus medios al olor del escándalo, allí. De testigos mudos porque nadie les daba la palabra, sabiendo que al menos en las horas siguientes podrían reflejar en sus medios, para vergüenza nacional, el bochorno absoluto que suscita crecientemente el espectáculo de la para-política que padecemos. Esa seudo política en la que los líderes nacionales se llaman 'mafioso' el uno al otro, esa en la que algunos ministros olvidan la trascendencia de su función para lanzarse a tuitear de la forma más basta en el ruedo mediático. Claro, no quiero ni puedo, ni debo dar lecciones a nadie, probablemente porque mi situación personal de free lance me da muchas posibilidades que compañeros míos quizá no tienen, pero la verdad es que yo hubiese abandonado de inmediato el salón donde la falsa rueda de prensa con la señora mendaz y moralmente reprobable se estaba convirtiendo en un vodevil, si no en un cuadrilátero de boxeo. Los periodistas no hemos estudiado para ser meros micrófonos ambulantes, testigos silenciosos que no pueden preguntar, que es la esencia de este oficio, y menos repreguntar, que es el apéndice natural de la pregunta. Hoy, a los periodistas no solo nos silencian gentes que no tienen la capacidad moral para hacerlo ni el mensaje ético y estético suficiente como para llenar los espacios de silencio; es que también, desde cloacas diversas, nos intoxican, nos mienten, nos vierten rumores y bulos, filtraciones interesadas tantas veces, nos hacen llegar argumentarios, aprovechándose de nuestra misión de informar a los ciudadanos y de nuestro escaso tiempo y recursos para investigar convenientemente las falsedades. Creo que los medios están realizando una misión heroica, tratando de sobrenadar sobre todo este fango y dando noticias, que es, como decía lord Northcliffe, todo aquello que alguien no quiere que se publique. Pero algunas veces, lo siento, no sé si estamos cumpliendo adecuadamente nuestra sagrada misión: a veces nos ahoga toda esta miseria moral que nos está invadiendo, el fragor de lo banal que sobresale por encima de lo trascendente. Y hoy, por ejemplo, lo trascendente debería ser una 'cumbre' de presidentes de los territorios autonómicos en la que se deberían debatir los grandes problemas nacionales y no las trapisondas de una señora que, para colmo, dice que es periodista y de eso nada. Y aquí estamos, los pobres periodistas, aceptando que nada va a salir de esa 'cumbre' que, presidida por el jefe del Estado, debería marcar pautas políticas trascendentes para mucho tiempo. No tienen derecho a no llegar a acuerdos en pro del país, y nosotros, los pobres periodistas que allí estaremos de mirones, no tenemos derecho a seguir callados y sí tenemos, en cambio, el deber de denunciarlo, al menos denunciarlo, ya que preguntar ni nos dejan.
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