MADRID, 2 (OTR/PRESS) Siete años se cumplían este 2 de junio desde que Pedro Sánchez, moción de censura contra Rajoy mediante, llegó a La Moncloa. Cinco días después, el 7 de junio, tomaba posesión su primer Gobierno, del que aún perviven cuatro ministros. Siete millones (y pico) de votos constituyen el suelo electoral del presidente, dicen las encuestas, que este lunes ofrecían perspectivas diferentes, pero en ningún caso el hundimiento del partido que sustenta al Ejecutivo, pese al desgaste de siete años en los que han ocurrido cosas que a muchos nos hubieran parecido increíbles. El 7, número bíblico, es, sin duda, el de Pedro Sánchez: ¿también 2027? Quién sabe: dicen algunos profetas que llegan los siete años de vacas flacas y feas, tras los siete de vacas gordas y lustrosas. Aunque ¿quién se atreve, tras todo lo ocurrido desde aquel junio de 2018, a vaticinar el futuro? Las encuestas de este lunes, múltiples, decían cosas muy diferentes sobre la intención de voto de los españoles, pero una de ellas permitía titular así: "Sánchez es el mejor valorado y Abascal supera a Feijoo". Ninguno de los líderes políticos de 2018 está ya en el cartel, excepto, por supuesto, este Pedro Sánchez desconcertante, al que las crónicas de viajeros monclovitas presentan como crispado por todo lo que está ocurriendo en su entorno. Pero ni las maniobras en la oscuridad que revelan algunas filtraciones, ni los escándalos en su círculo familiar, ni las acusaciones de incumplir muchas leyes, comenzando por la Constitución, han logrado horadar ese suelo de siete millones de votos. Vienen, eso sí, batallas memorables. El dictamen sobre la amnistía en el Tribunal Constitucional, que hace prever fricciones sin precedentes entre el TC y el Tribunal Supremo. El previsible 'renacimiento' del Partido Popular tras su congreso extraordinario. La batalla autonómica que podría comenzar ya este viernes. El país, qué duda cabe, vive tensionado, pero la bonanza económica, se explique como se explique, aporta una base de tranquilidad a la ciudadanía, no sé si muy deseosa de lanzarse a la calle calurosa a protestar contra una situación política ciertamente anómala. Pero así ha sido, anómala, en los últimos siete años y aquí estamos, de cara a 2027, con el suelo por lo visto inviolable de siete millones de españoles respaldando con su voto lo que hay, y no apoyando tan masivamente como algunos esperaban el cambio. No me quiero poner demasiado apocalíptico, porque desconfío de la interpretación de estos textos tanto como de las encuestas. Pero Dios creó el mundo en siete días, el arco iris tiene siete colores, los días de la semana son siete y siete eran los planetas visibles en la antigüedad. Algo de mágico tiene, en efecto, el número que es hoy el dorsal político del presidente del Gobierno, de quien sería absurdo decir que todo lo ha hecho mal en este septenio -como lo es glorificarle por haberlo hecho todo bien, desde luego-- . Pero claro, hay que recordar el séptimo sello que aparece en el libro del Apocalipsis. Representa el comienzo de los juicios finales de Yaveh sobre la humanidad. El séptimo sello marca el inicio de una serie de eventos catastróficos, con el sonido de las siete trompetas que anuncian castigos y transformaciones en la Tierra. Ya sé, ya sé que a Sánchez las siete trompetas le tienen sin cuidado; está acostumbrado a toda clase de ruidos y estrépitos. Tampoco me parece que crea mucho en las encuestas, a la fabricación de algunas de las cuales no es del todo ajeno. Y seguro que tampoco considera sintomático que Trump, que es como un Apocalipsis él solo, sustente su poder sobre 77 millones de votos. Simplemente digo, en este séptimo aniversario, que el personaje me sigue pareciendo lo más inédito, vamos a decirlo así, que he visto jamás en mi larga trayectoria de observador de la política española y en mis setenta años de vida.
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