MADRID, 2 (OTR/PRESS) Cualquier palabra acerca de la degradación ética y la corrupción política que resulta de la forma inescrupulosa de gobernar el país, a la que se ha entregado con tenacidad Pedro Sánchez en los siete años que lleva al frente del Gobierno de España, ya es una palabra de más. Pero ahí sigue. Sigue a pesar de que evita salir a la calle por temor a ser abucheado. No hay encuesta en la que se pregunte a los ciudadanos por el grado de credibilidad que suscita en la que salga medianamente bien parado. Esa circunstancia se refleja también en las expectativas de respaldo electoral. Hablo de los sondeos de intención de voto que realizan los institutos independientes, no los del CIS cuyo máximo responsable y reconocido entusiasta del sanchismo circula en dirección contraria a la manera de los camicaces que se cuelan en las autovías. De Sánchez creíamos haber visto en escena todas sus habilidades para salir a flote y mantener el rumbo hacia el 2027 pese a no haber presentado el proyecto de Presupuestos al que está obligado por mandato constitucional. No cumple porque la precariedad parlamentaria del PSOE le ata a las exigencias de sus aliados, y a estas alturas de la legislatura no tiene asegurado el voto de al menos dos de los grupos que apoyaron la moción de censura: Podemos y Junts. A los morados (Belarra, Montero), los tiene enfrente señalándole como el líder del "partido de la guerra" en razón del anuncio de aumentar (por encima del 2% del PIB) el gasto en defensa y por no romper relaciones con Israel. Las reticencias de Junts se concretan en el compromiso adquirido con Carles Puigdemont para que le alcance la amnistía, que borraría las responsabilidades penales contraídas en el intento de golpe del "procés", circunstancia que le permitiría volver a Cataluña sin ser detenido. Amnistía que en ponencia elaborada por la magistrada Inmaculada Montalbán se anuncia favorable y cuyo último refino está encima de la mesa de Cándido Conde Pumpido, el presidente del Tribunal Constitucional, un magistrado en quien Pedro Sánchez parece tener depositada su esperanza de desbloqueo de la situación por la que atraviesa el prófugo de Waterloo, el huido que tiene a su alcance la llave para asegurar o dinamitar la legislatura. En esas manos estamos.
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