MADRID, 21 (OTR/PRESS) Supongo que la próxima polémica inmensa que nos aguarda en este polémico país será la del retorno de la amnistía, que ahí sigue, pendiente del dictamen del Tribunal Constitucional sin que la oposición haya logrado, al menos hasta ahora, que la justicia europea entre a dictaminar sobre el caso. Hay fuentes que ya dan por descontado que el TC validará la amnistía incluso en el caso de determinadas formas de malversación, una vez que este delito ha quedado increíblemente minimizado en su tratamiento penal. Y ese será uno de esos momentos álgidos de escándalo, pero que duran uno o dos días como mucho, antes de ser olvidados por el hito siguiente. Y todo ello puede ocurrir en este mes de junio que se nos echa encima. O en julio, que es cuando nuestros gobernantes tradicionalmente hacen muchas cosas polémicas aprovechando el veraneo. La crónica togada es en este país nuestro tan múltiple y variopinta que ya se hace difícil establecer los pasos cronológicos y temáticos de lo que ha venido ocurriendo en esta España del despropósito legal, despropósito en el que la amnistía es la culminación. Así, el control del TC por magistrados mayoritariamente afectos -simpatizantes, perdón- al Gobierno hace altamente probable que la amnistía, mediática y políticamente centrada ahora en Carles Puigdemont, vaya a hacerse legal, posibilitando el regreso del fugado -ah, qué foto...-- y quizá garantizando un mayor apoyo de los diputados de Junts al Gobierno de Pedro Sánchez. El camino hasta 2027 estaría, así, casi -casi-- expedito para Sánchez. A menos, claro, que esa crónica togada, o sea judicial, o sea de tribunales, se le complique en dos casos que tienen un aspecto muy feo: el del fiscal general del Estado, que ha chocado irreversiblemente con el juez instructor, y el del secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, que el martes se vio forzado a comparecer ante los periodistas rompiendo un pertinaz silencio para defenderse de las acusaciones y ataques a cuenta de un informe de la UCO cuyo fondo y veracidad, la verdad, aún desconocemos. Yo creo, por lo demás, que ni los problemas de Begoña Gómez ni los del hermano del presidente llegarán a tener una traducción penal, por mucho que algunos con togas y medios se empeñen en ello. Y, de cualquier forma, ninguno de estos casos, admirablemente, ha servido para horadar la intención de voto de Sánchez en las encuestas, que le sigue otorgando un suelo de siete millones de votos. Pero claro, todo el ruido nos hace apartar nuestra atención del tema de la amnistía, que a mí, al menos, me parece algo capital. Porque es dudosamente constitucional -claro que ya se ha perdido el respeto a la Constitución y nada ocurre- e inaceptable desde un punto de vista de técnica legal en varias cuestiones: ¿cómo amnistiar algunos delitos de orden público, cómo amnistiar el incumplimiento de leyes de defensa del Estado? Eso es como debilitar, aún más, al Estado. Si le digo la verdad, estoy convencido de que la amnistía acabará saliendo adelante, y que ello ocurrirá presumiblemente antes del verano. Y ya digo: habrá gran escandalera y lo olvidaremos a las 48 horas. El ritmo trepidante de la ilegalidad es demasiado rápido como para que hemerotecas, periodistas quisquillosos y ciudadanos que no quieren alienarse puedan controlarlo. ¿Amnistía? ¿Qué amnistía?
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